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Herencia de matatigres

Edgar Celada Q.
eceladaq@gmail.com

La referencia histórica más antigua, encontrada sin buscarla, del apellido paterno de quien esto escribe se remonta a 1561, año en que María Rodríguez de Chinchilla gestionó una “probanza de méritos y servicios” de su difunto marido, Juan de Celada, de la cual dio testimonio el obispo Francisco Marroquín.

Aunque con este dato despierte en alguno de mis numerosos parientes nostalgias encomenderas, lo cierto es que la mitología fundacional familiar es mucho “más reciente”: se sitúa en algún momento de la segunda mitad del siglo XIX.

Se cuenta que uno de nuestros tatarabuelos se ocultó bajo la piel de una res para cazar, machete en mano, a un tigre que depredaba en terrenos montañosos, en algún punto entre los hoy departamentos de Suchitepéquez y Sololá.

Nos reconocemos, pues, con herencia de matatigres.

Pero este sello distintivo, como se explica a continuación, lo heredaron principalmente las mujeres. A diferencia de los varones, que tendemos a ser introvertidos y de pocas palabras, las mujeres de esta familia tienen fama bien ganada de extrovertidas, tenaces, trabajadoras y luchadoras. En suma, auténticas y orgullosamente matatigres.

Aludo a esta tradición familiar porque ayer se conmemoró aquí, como en todo el mundo, el Día Internacional de la Mujer. Y cuando se piensa en el origen y la significación de la fecha, por fuerza se piensa en algo muy lejano a las celebraciones de naturaleza comercial, como el día de San Valentín, o el Día de la Madre. Se piensa en una fecha cuyas palabras clave son lucha, valor y tenacidad.

No tiene nada de extraño, pues, que siendo esas las palabras clave de la fecha, mi referente inmediato hayan sido las matatigres que conocí desde la infancia, ya no solo en la familia paterna sino también la materna: mis abuelas, mis tías, mi hermana, mis primas, y las de las siguientes generaciones, incluyendo a mis propias hijas, herederas de esa vocación de autoestima y reconocimiento de su propio valor, partícipes de la lucha para sobreponerse a los moldes rígidos de la sociedad patriarcal y machista.

Y cuando levanto la mirada para ver más allá de este referente inmediato, caigo en la cuenta de una historia nacional poblada de matatigres, esto es, de mujeres valerosas que en su contexto social e histórico, formaron parte decisiva de las luchas por el progreso y la democracia en este país, que a la postre es la lucha por la reivindicación de los derechos de las mujeres.

Podemos ir tan lejos como evocar a Dolores Bedoya, en los albores de la nación independiente de España. Pero es en el pasado reciente, en la segunda mitad del siglo veinte, donde puede encontrarse la huella profunda dejada por decenas, cientos y miles de mujeres protagonistas de esta lucha que apenas empieza.

Desde la maestra mártir, María Chinchilla, hasta Adelina Caal-Mamá Maquín, pasando por Rogelia Cruz Martínez, Alaide Foppa o Mirna Mack, para mencionar solamente algunas de aquellas cuyo ejemplo ilumina la lucha presente y futura por la igualdad.

Guatemala, 8 de marzo de 2016

Podemos ir tan lejos como evocar a Dolores Bedoya, en los albores de la nación independiente de España. Pero es en el pasado reciente, en la segunda mitad del siglo veinte, donde puede encontrarse la huella profunda dejada por decenas, cientos y miles de mujeres protagonistas de esta lucha que apenas empieza.

Fuente: Siglo21 [www.s21.com.gt]

Edgar Celada Q.
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