Carlos López
Que el recuerdo de la mirada
de los asesinados y el llanto de sus madres
no deje dormir a los criminales israelíes.
Una tal Rebeca Permuth de Sabbagh, que se ostenta como presidenta honoraria de la comunidad judía de Guatemala, escribió en La Hora, el 6 de febrero, una nota disforme y llena de faltas de puntuación, de sintaxis, de ortografía y, lo peor, de conocimiento y falta de sentido común, en la que pretende rebatir mi artículo del 28 de enero. Diez días necesitó para pergeñar sus mentiras con sesgos autoritarios, ofensivos, ideológicos, y no aclara nada.
Permuth empieza su diatriba atacando el epígrafe de mi texto que se ha convertido en himno universal en defensa de Palestina y un canto de esperanza, de lucha. Dice Permuth que muchos la cantan «sin saber ni de qué río ni de cuál mar se trata», con lo que califica de ignorantes a millones de seres humanos. En la composición poética, lo que predomina es la economía verbal, la concisión, la brevedad; no se puede explicar nada. Por eso no se puede poner, por ejemplo, «Desde el río Jordán hasta el mar Mediterráneo», porque se pierden preciosos tiempos y compases y la métrica aumenta el número de sílabas.
El eslogan que causa furia entre los genocidas israelíes lo interpreta Yousef Munayyer, director del Programa Palestina-Israel y miembro sénior del Centro Árabe de Washington, D. C., de la siguiente manera: «No hay un centímetro cuadrado de tierra entre el río y el mar donde los palestinos tengan libertad, justicia e igualdad, y nunca ha sido más importante enfatizar esto que ahora». Rashida Tlaib, congresista de Michigan por el gobernante Partido Demócrata de Estados Unidos de América —que está detrás del genocidio sionista— piensa que la consigna «“Desde el río hasta el mar” es un llamado de aspiración por la libertad, los derechos humanos y la coexistencia pacífica, no la muerte, la destrucción o el odio. Fusionar el sentimiento anti-Israel con el antisemitismo silencia las diversas voces que hablan por los derechos humanos».
Miente Permuth al afirmar que Alemania criminalizó el estribillo de este hermoso canto. En esa república se han llevado a cabo manifestaciones multitudinarias en apoyo de Palestina. Si lo que quiso decir Permuth es que el gobierno de la República de Alemania estigmatiza las nueve palabras que le causan tanto desasosiego, así lo hubiera expresado. Un síntoma del fascismo es generalizar y mentir. Así se encumbró el régimen nazi. Aprendieron bien y rápido los nazis israelíes de sus antiguos opresores y exterminadores. Joseph Goebbels, su maestro, decía que una «mentira repetida mil veces se convierte en una verdad».
Ahora resulta que Israel anda de manita sudada con la Alemania que quiso exterminarlos con métodos crueles, como los que ahora practican los sionistas contra el heroico pueblo palestino, que, por si no lo sabe Permuth, es también semita. La cultura semita es milenaria y su ámbito geográfico no tiene límites. No pretenda mi rebatidora endilgarle sólo a ese pedacito de territorio robado llamado Israel este término que es milenario. Los pueblos y etnias de lengua semita eran tan heterogéneos que darle una connotación racial no sólo es anticientífico sino un disparate. Le haría mucho bien a Permuth leer el primer libro de la Biblia, el Génesis, y enterarse de que dentro de los antiguos pueblos de lengua semítica se incluía a Aram, Asiria, Babilonia, Siria, Canaán, Fenicia, y dejar de adorar a Goebbels, tan retorcedor de la verdad como ella.
La no comprensión lectora de la alfabetizada Permuth no le permite entender que en el párrafo «La destrucción infligida por el régimen genocida de Israel en Gaza supera la de la Segunda Guerra Mundial» no hablo de número de muertos, sino de la destrucción del territorio palestino, que es superior al de las ciudades alemanas destruidas en la Segunda Guerra Mundial y el más intenso de toda la historia. Ni durante la invasión de Vietnam arrojaron tantos misiles y fósforo blanco los terroristas de Estados Unidos.
Aunque la flamante presidenta del judaísmo guatemalteco coincide conmigo en la inutilidad de la Organización de las Naciones Unidas, ella lo hace para justificar las masacres de Israel, yo porque pienso que dicho organismo debería expulsar de su seno a Israel y Estados Unidos (la mano que mueve al títere) por estar provocando la destrucción del planeta, por ser enemigos de la humanidad y por no respetar las decisiones de los estados miembros y porque creo que desde que se inició el conflicto debió enviar una fuerza de paz para contener la invasión israelí.
La conclusión de Permuth está a tono con su ignorancia. Enfrascada en su burbuja fascista, no entiende que, en sentido lato, todo lo que hace el ser humano es cultura, que somos herederos y productores de la cultura que nos configura todo el tiempo. Ahora resulta que hasta eso le molesta a la dama: que escriba en la sección cultural. No tengo que pedirle permiso ni a ella ni a nadie para criticar al estado asesino de Israel. Me imagino que los dueños del medio tampoco tienen que recibir órdenes de ella.
Sirva esta contestación para reiterar mi exigencia para que el gobierno de Guatemala tenga un poco de dignidad y rompa relaciones de todo tipo, de inmediato, con Israel y para gritar mi esperanza con el pueblo palestino: Desde el río hasta el mar, Palestina será libre.
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