Carlos López
Engañar al pueblo debería ser considerado delito.
Un mes transcurrió desde que tomó posesión Bernardo Arévalo como presidente de Guatemala en un acto carnavalesco, surrealista, ostentoso, para que empezara a quitarse la máscara que usó durante la campaña que puso al electorado ante dos disyuntivas: lo peor o lo menos peor. Las recientes entrevistas con el presidente del estado sionista, genocida de Israel, Isaac Herzog, y con el pésimo actor Volodímir Zelensky, que preside de manera formal la nazi Ucrania —quien agradeció el apoyo de Guatemala a esa nación, punta de lanza del fascismo mundial— son sólo muestras de quién es el que manda en Guatemala, país que no sale de su tradición de tener gerentes en lugar de presidentes. En vez de adoptar una postura digna, Arévalo le manifestó a Israel «su irrestricto apoyo y solidaridad ante este tiempo desafiante», según indica la cancillería que dirige un inútil exfuncionario de uno de los regímenes de la mafia, que no deja el poder. Es increíble que se califique como «conflicto» la invasión de los terroristas israelíes. Da desconfianza que Arévalo diga que es un «honor saludar» al nazi actor ucraniano. Da coraje que en vez de trabajar por los pobres de Guatemala el presidente ande en una gira por Europa, en la Conferencia de Seguridad de Múnich, donde el país no tiene nada que hacer. ¿O pensará mandar al glorioso ejército guatemalteco a dar seguridad al mundo, cuando éste lo más que da es terror?
¿No conmueve al exestudiante guatemalteco que el estado que le dio el título profesional cometa atrocidades como las que narra este niño palestino: «Queremos comer y no podemos. Nuestras familias en el norte de Gaza no tienen nada, están comiendo palomas muertas y carne de burro. Qué vergüenza de mundo». ¿No le da vergüenza al hijo del expresidente y exembajador de Guatemala en Israel manifestar su apoyo al régimen que destruye los alimentos que envía la comunidad internacional, que bloquea los pasos fronterizos para evitar que llegue la solidaridad mundial al sufrido pueblo palestino? ¿No lo estremecen los niños mutilados de piernas y brazos, el llanto perenne de las madres, la impotencia de los ancianos al ver cómo destruyen sus sembradíos? ¿No le remuerde la conciencia el terror en los ojos de los niños palestinos sepultados en los escombros por los bombardeos indiscriminados de los aviones de guerra sionistas en el centro de Gaza?
Respecto del infame bloqueo israelí, Jens Laerke, portavoz de la oficina humanitaria de la ONU, denuncia que los sionistas han bloqueado la llegada de alimentos en Gaza, además de que lleva a cabo torturas y asesinatos premeditados de paramédicos palestinos: «No son incidentes aislados. En el último mes, 8 convoyes humanitarios fueron atacados por Israel y se nos niega sistemáticamente el acceso a los necesitados. Los trabajadores humanitarios han sido acosados, intimidados y detenidos por las fuerzas israelíes».
El último día de febrero de 2023 Israel disparó contra cientos de personas desarmadas que corrían a recoger comida de camiones de ayuda humanitaria; murieron sin probar bocado 112 y 760 sobrevivieron y están con graves heridas de bala, situación que no tiene precedente en ninguna parte del mundo. Qué miserable es el estado genocida de Israel y sus secuaces.
El soldado estadunidense Aaron Bushnell no aguantó la vergüenza de la ignominia de su país que apoya a matar inocentes en Palestina y se prendió fuego frente a la embajada de Estados Unidos en Israel —para mayor afrenta a la gente decente, el pésimo actor James Ernesto Morales trasladó la embajada de Guatemala a Jerusalén— y murió gritando hasta su último suspiro «Palestina libre». Han tenido más dignidad diversas personalidades estadunidenses que protestan por las masacres que su país está llevando a cabo junto al fascista estado de Israel.
El genocidio en Gaza es uno de los episodios más oscuros de la historia de la humanidad, por su crueldad y por la impunidad del agresor; aunque son miles de millones los que protestan, pocos gobiernos han hecho algo. Es una de las masacres más documentadas de la historia y lo único que provoca en la mayoría de regímenes cómplices es un pasmo asombroso.
En Guatemala hay gente digna, consciente, que se opone al nazismo ucraniano y al terrorismo genocida israelí. Si Bernardo Arévalo —graduado en sociología en la Universidad Hebrea de Jerusalén— optó por apoyar estos regímenes y no quiere ver la realidad que sí ven miles de millones de personas en todo el mundo; que condenan casi todos los países del mundo y casi todos los gobernantes de América Latina; si él optó por hacer frente común con la ultraderecha criolla, que lo haga en nombre propio: no en nuestro nombre.
Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
- Ellos dicen «buen día», pero cantan «Las mañanitas» - 20 agosto, 2024
- Legado y vigencia de Miguel Ángel Asturias - 3 agosto, 2024
- Maldición eterna a los genocidas israelíes y sus secuaces en el mundo - 9 junio, 2024
Comentarios recientes