Manuel Villacorta
Hace 6 años, un grupo de personas ‒la mayoría profesionales universitarios‒ dio inicio a constantes reuniones, con el propósito de constituir un grupo cívico que aportara ideas y acciones para construir un mejor país. Originalmente, se dio paso a la creación de la llamada Plataforma del Poder Ciudadano. La ubicación de su sede ‒en la zona 1 de ciudad de Guatemala‒ favoreció un ambiente fraterno, con alma de barrio. La cooperación individual y colectiva irradió un sentimiento de pertenencia y solidaridad: agua pura, café, azúcar, galletas, vasos plásticos, cafeteras, sillas plásticas, pizarras y todo aquello que permitiera la creación de un ambiente cómodo, para dar rienda suelta a la imaginación, al debate, a las ideas y las propuestas. Ciertamente, entre sus miembros había algunos visionarios que aseguraban que todo ese esfuerzo, debía culminar con la creación de un movimiento político partidario y, con ello, participar en los procesos electorales siguientes. Otra corriente, por el contrario, consideraba innecesaria la fundación de otro partido, proponía, en cambio, la conformación de un frente político unido, sumando a todos los partidos de izquierda ya existentes.
Muchos expertos en temas diversos llegaron a nuestra sede a exponer ideas y planteamientos políticos de notable interés. Temas legales, administrativos, derechos humanos, organización política, economía y también filosofía. Largas jornadas que terminaban cuando la noche sorprendía a los participantes. Pero esta experiencia nuestra no era única, otros ciudadanos ‒algunos colegas y conocidos‒ reproducían intentos similares. En nuestro caso, nos acompañó en algunas ocasiones el recordado compañero Mario Roberto Morales (q. e. p. d.). Participaron también miembros de Codeca, Confregua, CGTG y dirigentes sindicales del sector público, entre otros.
No nos fue posible constituir un nuevo partido político, como tampoco logramos la creación de un frente amplio, integrando a partidos de izquierda ya existentes y organizaciones sociales de incidencia. Pero, muy poco tiempo después, se produjo un hecho que demostró la habilidad y el compromiso de otros líderes sociales que, a diferencia nuestra, sí consumaron su objetivo, al crear y legalizar el Movimiento para la Liberación de los Pueblos (MLP). Para entonces, ya Mario Roberto Morales sostenía con fortaleza que el MLP era el único movimiento social y político capaz de representar los intereses populares, especialmente indígenas y campesinos. Las elecciones de 2019 colocaron al MLP y a su candidata presidencial Thelma Cabrera en una cuarta posición, con 456 000 votos. En mi caso, como candidato presidencial del Movimiento Político Winaq, logramos 230 000 votos. Si sumamos los votos del MLP y Winaq, el total se sitúa en 686 000 votos, superando a Alejandro Giammattei, del partido Vamos, quien obtuvo el segundo lugar con 614 000 votos. La mayor probabilidad hubiese sido que una alianza MLP-Winaq habría derrotado ampliamente a Sandra Torres del partido UNE en la segunda vuelta electoral.
Advertido el sistema político del avance del MLP y Thelma Cabrera, así como del caudal que nosotros representábamos en las elecciones de 2023, se impidió flagrantemente la participación de la líder indígena, abortando cualquier proceso unitario y previendo un resultado que hubiese sido demoledor para la partidocracia corrupta. El MLP sin su candidata presidencial perdió espacios electorales valiosos, lo que le provocó un traumático resultado, al extremo de haber perdido su representación como partido. El MLP ha quedado cancelado como organización política en Guatemala, provocando un fuerte golpe para las secularmente postergadas esperanzas indígenas y campesinas del país.
Guatemala necesita profundas reformas estructurales que, al no concretarse, mantienen al país y a su población anclados en la marginación y el sufrimiento permanente. Estas reformas, como bien lo expuso Mario Roberto Morales, no pretenden llevar al país hacia un modelo socialista radical como el cubano, para citar un ejemplo. Él proponía la vigencia de un modelo capitalista democrático y popular, pasando y cumpliendo obligadamente por una reforma profunda del Estado, a partir de la institución de una asamblea nacional constituyente verdaderamente democrática y plurinacional. Pero, hay que reconocer que hoy nos encontramos en un punto muerto. El inmovilismo y la reproducción del modelo secular, desde lo político, lo económico, lo social y lo cultural, es lo que se tiene y se impone. Los orígenes del Estado autoritario, dual y conservador siguen intactos y latentes. Las perspectivas y posibilidades de un cambio social pacífico y democrático, que modifique las raíces de esta eterna situación, están hoy ‒y hay que expresarlo sin temor‒ absolutamente negadas para el pueblo de Guatemala.
El Estado, desde hace muchas décadas, está cooptado por mafias diversas que se mimetizan con notable habilidad, dándose, de tiempo en tiempo, esporádicas apariencias de cambio, pero que pronto revelan más de lo mismo: su complicidad con un sistema que permanece intacto y ofensivamente incólume, ante un pueblo que sigue a la espera de ese genuino liderazgo político, que le conduzca hacia una Guatemala verdaderamente democrática, en donde la retórica y la demagogia que hoy imperan, desaparezcan y para siempre.
Fuente:[gazeta.gt]
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