Ayúdanos a compartir

La destrucción de Quetzaltenango (Parte IV)

Y de ese histórico momento no queda sino una lápida.

Irmalicia Velásquez Nimatuj

Es una ironía que uno de los legados que más se resaltan de Efraín Enrique Recinos Valenzuela a Guatemala y a América Latina sea su original aporte a la arquitectura urbana, mientras la casa en donde nació, ubicada en la 3ra. calle y 15 avenida “A” de la zona 1 de Quetzaltenango, se encuentra olvidada, saqueada y convertida en escombros. A la vista de cualquier persona o institución están el abandono, la destrucción y cómo lentamente el inmueble se ha convertido en un vertedero.

De los vidrios solo quedan algunas quebradas piezas, mientras los descoloridos marcos no paran de ser abatidos por el aire, sin que nadie ni nada los detenga. Las paredes no hacen sino mostrar cómo los años implacables las descascaran, evidenciando una desnudez absoluta, producto de su deshabitar. Además, por el techo con suma facilidad se cuelan los rayos del sol o los torrentes de lluvia contribuyendo a una imparable destrucción. Del piso no queda casi nada y poco puede saberse del mismo, ante las alfombras de desechos y polvo que lo cubren, casi como un manto del tiempo que no hace sino mostrar las consecuencias del olvido y la indiferencia de las autoridades locales y nacionales.

La casa 15A-30 que, un 15 de mayo de 1928, vio nacer a Efraín Recinos y cobijó la alegría de su madre María Trinidad Valenzuela Micheo y de su padre José Efraín Recinos Arriaza, hoy no es más que un tétrico espacio fantasmal. Y de ese histórico momento no queda sino una lápida, incrustada en la pared, que recuerda el nacimiento de quien se convertiría en uno de los más prolíficos artistas de Guatemala en múltiples ramas de la creación y la ciencia, y durante su juventud, también en el deporte.

El legado de Recinos es reconocido en múltiples espacios nacionales e internacionales y la casa que lo vio nacer debería, como mínimo, constituirse en un centro cultural, una galería permanente, un espacio que derroche ideas, que abra horizontes y empuje a las nuevas generaciones de niños y jóvenes de Quetzaltenango a seguir rompiendo barreras con humildad pero con profundo conocimiento en cualquier campo.

Del piso no queda casi nada y poco puede saberse del mismo, ante las alfombras de desechos y polvo que lo cubren, casi como un manto del tiempo que no hace sino mostrar las consecuencias del olvido y la indiferencia de las autoridades locales y nacionales.

Fuente: elPeriódico [http://elperiodico.com.gt/2016/07/02/opinion/la-destruccion-de-quetzaltenango-parte-iv/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Irma Alicia Velásquez Nimatuj