Ayúdanos a compartir

Recuerdos de Manuel Colom Argueta y nuestra generación política

Jorge Mario García Laguardia

Fue el político más importante de nuestra generación. Lo conocí en la vieja Facultad de Derecho de la Universidad de San Carlos, en el centro de la ciudad todavía, donde iba dos años atrás de mi grupo.

meme-colom

La nuestra fue una generación completa que se conmocionó con los acontecimientos de 1954, año en el que yo estaba en el último curso previo a graduarme. Y Manuel, que era un excelente estudiante normal, dedicado inteligente y cuidadosamente a sus estudios, entró en el torbellino en el que nos vimos envueltos todos, y tomamos posición en la misma línea, línea nacionalista, en algunos rebosante de ira, ante la agresión de la que fue víctima el país por parte de los Estados Unidos, al derrocar al gobierno constitucional y democrático del presidente Jacobo Árbenz, por medio del programa P. B. Succes de la C. I. A., perfectamente hoy autodocumentado, aunque quienes lo denunciamos en su oportunidad fuimos calificados de comunistas, sin serlo. Ni el perdón simbólico que elegantemente y no tengo duda que de buena fe, solicitó el expresidente Clinton, mucho más tarde, calmó el encono. Yo como historiador y profesor de Derecho Constitucional estoy seguro, no pudimos darlo. Creo que de ese malhadado acontecimiento, deviene todo el maremágnum, crisis y dolor, en que nuestro país se enredó desde entonces y del cual no salimos.

Fundé en los primeros meses de 1955, con otros tres compañeros, Víctor Hugo Rodríguez, Antonio Fernández Izaguirre y Mario Castañeda, a quienes les planteé el proyecto de un periódico que ante la complicidad y silencio de todos los medios de comunicación ante lo sucedido, y el exilio masivo de todos los dirigentes políticos, abrió la puerta a la protesta. Semanario de gran tiraje, mucho mayor que el de los diarios locales de entonces, en el que sobrevivimos año y medio. Profundamente hostilizados con prisión y todo de por medio antes que se nos expulsara al exilio por el nuevo régimen integrado por los militares traidores a Arbenz, y el jefe de la revuelta designado por la C. I. A., Carlos Castillo Armas. Recordando al Periódico que Miguel Ángel Asturias y sus compañeros de generación habían publicado en los días de la oposición y caída del régimen del viejo dictador Manuel Estrada Cabrera, en 1920, habíamos escogido el mismo nombre: EL ESTUDIANTE. Cuando pedimos opinión sobre ese periódico, al cumplir azarosamente un año en edición especial, Héctor Zachrisson Descampas, dijo breve y puntual –como siempre ha sido- “EL ESTUDIANTE es un grito, el grito de una Guatemala agredida.” Eso era.

A mi regreso, en 1960, de mi primer exilio, que cumplí en México, y que aproveché para hacer mis estudios de Doctorado en la Universidad Nacional Autónoma de México, bajo la tutoría del maestro latinoamericano Mario de la Cueva y trabajando en el departamento de prensa del Instituto Mexicano del Seguro Social para garantizar mi sobrevivencia, nos reencontramos muchos de los que habíamos salido y otros que se quedaron y al llamado de Manuel, fundamos un grupo político, la UNIDAD REVOLUCIONARIA DEMOCRÁTICA (U. R. D.), con el que pretendíamos formar un partido socialdemócrata, un partido democrático de izquierda moderada, que viniera a aclarar el enrarecido aire público autoritario que se vivía. Era este, un grupo de intelectuales, estudiantes, obreros y unos pocos campesinos que pensábamos que un partido como el que quisimos construir, podía oponerse pragmáticamente como real alternativa de poder, al régimen autoritario durísimo que se vivía. Planteamos la posibilidad de organizar una corriente democrática contra los partidos tradicionales conservadores, contra la clase corrupta e incompetente que ha pesado en nuestra historia. Queríamos cambiar al país y liberalizar el régimen. Manuel era el centro del grupo. Un grupo democrático al que le ha tocado vivir en un país marcado por el dominio absoluto de una derecha económica y política, la más atrasada del mundo. Por eso no solo estuvimos y hemos estado siempre a favor de la liberalización del régimen político, lo que se ha logrado de alguna medida, aunque hoy está en manos de los mismos grupos conservadores de entonces, sino también por reformas sociales que beneficiaran a la mayoría de la población y limitaran el abusivo ejercicio de privilegios, lo que no se ha hecho. Parafraseando afirmaciones de un político del sur del siglo pasado, diría que no hemos sido enemigos de los ricos, sino más amigos de los pobres, en este asimétrico país, que tiene setenta por ciento de ellos, lo que ni siquiera los organismos internacionales se atreven a desmentir.

Manuel y Adolfo Mijangos, nuestro queridísimo Fito, -con quien publicábamos una columna –él y yo- en común que Jorge Carpio, Director del Gráfico nos solicitó- eran los líderes más importantes y más queridos, pero debemos recordar a Héctor Zachrisson Descampas, Edgar Alfredo Balsells Tojo, Roderico Segura, Francisco Villagrán Kramer (quien nos abandonó), el Chino Andrade, Víctor Hugo Rodríguez con quien después del Estudiante de la época de Castillo Armas, nos encontramos de nuevo (los otros dos exdirectores, angustiados, desencantados y hostilizados, se habían radicalizado en su lucha, como muchos otros). Varios de ellos están muertos.

Planteábamos la posibilidad de organizar una corriente democrática de centro-izquierda contra los partidos tradicionales de diverso signo, que impidiera la confrontación y guerra que se sentía venir provocada en gran medida por el régimen de exclusión política que la intervención implantó, y que implicaba la prohibición de participación en forma absoluta de los grupos de izquierda. Nuestra estancia en Europa como estudiantes becarios de posgrado, nos había enseñado el ejemplar experimento de la centro-izquierda en Italia que hacía gobierno en coalición de la Democracia Cristiana, el pequeño Partido Socialista Democrático y el Partido Republicano con una importante y característica oposición del fuerte Partido Comunista dirigido por Palmiro Togliatti en la izquierda y del Partido Liberal empresarial, en la derecha. Desgraciadamente la historia nos rebasó y se llevó a Fito Mijangos, primero y a Manuel después y a otros muchos en la debacle represiva. Soy uno de los pocos sobrevivientes. Pude poner tierra de por medio protegido por mis queridísimos amigos mexicanos del Instituto de Investigaciones Jurídicas la U.N.A.M.

Manuel Colom Argueta, recojo lo que dije al principio, era el mejor dirigente político del grupo y así lo reconocíamos. Recuerdo con afecto y emoción la pequeña entrevista que le hice en la entrañable Florencia italiana en casa de la familia de Anna, la que publicó el Imparcial y Gráfico, donde anunciaba el regreso y su incorporación a la vida política de nuevo. No creo que hayamos pensado allí en el desenlace fatal que se avecinaba, aunque éramos muy conscientes de los peligros por todos percibidos. Nuestros adversarios eran muy fuertes y están aún intactos. Era un grupo de poder integrado por la Embajada norteamericana, los grandes intereses privados y sus corporaciones empresariales, los partidos políticos de extrema derecha, y el ejército, que les hacía el trabajo sucio a cambio del enriquecimiento de su cúpula, de lo cual quiero suponer, que hoy se arrepiente.

Manuel en medio de todo ese dramático cuadro, era el mejor político de todos. Algunos de nosotros éramos más intelectuales que políticos. Trató de evitar sufrimientos y confrontaciones estériles al país. Luchó por conciliar fuerzas moderadas para dar una alternativa real de poder que terminara con el autoritarismo, evitar el enfrentamiento armado que se sentía venir, y que se realizaran reformas. Mantuvo siempre una gran autoridad moral, con una persistencia increíble dadas las circunstancias y levantó la bandera del ideal democrático, con una rectitud ejemplar en la defensa de sus ideas. Poderosos adversarios de todo eso, no nos comprendieron; lo victimizaron primero y lo asesinaron después con la impunidad que todos observamos estupefactos, desde 1954. Con su asesinato, el proyecto y el partido Socialdemócrata inscrito, nació moribundo y después murió.

Fuente: [http://lahora.gt/recuerdos-de-manuel-colom-argueta-y-nuestra-generacion-politica/]