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Lucrecia Hernández Mack

Nota de laCuerda
Publicamos hoy por medios virtuales este ensayo que escribiste para laCuerda hace unos meses, considerado que la coyuntura amerita adelantarnos a su próxima impresión como parte de una revista de XXV aniversario.
Para empezar, agradecemos de corazón tu colaboración y apoyo incondicionales a lo largo de los años. Reconocemos en ti a una feminista que ha desafiado al sistema, siendo la primera ministra de Salud del país en un entorno por demás adverso. Estamos seguras que tu activismo político ha sido fundamental para que hoy Guatemala esté dando un viraje histórico. Con profunda admiración, hacemos un sentido y cariñoso homenaje a una mujer valiente y decidida, integrante de una familia ejemplo de dignidad.


¿Quién no ha discutido, especialmente con amigas feministas, si vale la pena entrarle al Estado? Especialmente porque hemos tomado como consigna que el Estado es colonial, patriarcal y capitalista, concluyendo que lo único que nos queda es pelear contra él.

De mi parte creo que en nuestras luchas feministas no sólo hay que pelear con el Estado, sino que debemos pelear el Estado. Aunque la autogestión comunitaria es una alternativa al Estado, esta topa con pared en asuntos como la salud, educación o infraestructura. Por ejemplo, en el caso de la salud, aún con la capacidad de resolución de muchos actores comunitarios, siempre serán necesarios servicios como un hospital de referencia para problemas frecuentes como una apendicitis, fracturas o partos complicados; no es viable que cada comunidad pueda tener su propio hospital. Por eso debemos construir un Estado que garantice nuestros derechos, y esto significa que hay que disputar los cargos de elección y ocupar la función pública. Aunque no es el único, el Estado sí es un actor necesario para realizar las transformaciones políticas, económicas, sociales y ambientales que el país necesita.

Nuestra experiencia en el Ministerio de Salud Pública

A mediados de 2016, el gobierno de Jimmy Morales nos pidió a un equipo de salubristas, médicas y médicos sociales que asumiéramos la cartera de Salud, pues el ministro nombrado a inicios de ese año no había logrado resolver la crisis de desabastecimiento y desfinanciamiento que había dejado la corrupción del gobierno del Partido Patriota. En otras palabras, mandaron a llamar a los técnicos, porque los políticos no habían dado la talla.

Cuando me invitaron mi primera respuesta fue “no, gracias”, porque como decía mi tía Helen: “¿qué va a hacer una Mack en un gobierno de chafas? Pero luego tuvimos una gran discusión grupal y consideramos que sí teníamos la capacidad, las propuestas y el tiempo necesario. Le pusimos condiciones al presidente: 1) hacer nuestro propio equipo, 2) asegurarnos presupuesto y una buena relación con el Ministerio de Finanzas, y 3) nada de llamadas para contratar gente ni presiones para beneficiar empresas. El presidente aceptó esas condiciones y nosotros tomamos la decisión colectiva de entrarle.

Duramos solo trece meses porque debimos renunciar cuando el presidente decidió declarar non grato a Iván Velásquez, fue evidente que se puso del lado de los corruptos y esto nos generaba contradicciones éticas y hacía inviable nuestro trabajo.

¿Volveríamos a hacerlo?

Por supuesto. Aunque fue poco tiempo y nos peleamos con muchos actores poderosos, tuvimos logros tangibles como reabastecer la red de servicios, impulsar el Modelo Incluyente de Salud (MIS), aumentar el personal de salud en puestos y centros de salud, y fortalecer los hospitales.

Hay otros logros, quizá simbólicos, pero no por eso menos importantes.

Me tocó ser la primera mujer ministra de salud, cuestionando así la idea predominante que los ministros de salud deben ser médicos clínicos y sesentones, y demostrando que las mujeres jóvenes también podemos ejercer el poder de forma transparente y efectiva. Antes de nosotros poca gente entendía la importancia del primer nivel de atención; también fue la primera vez que un despacho ministerial de salud reconocía el sistema de salud maya, y dignificaba el trabajo de las abuelas comadronas y de los terapeutas mayas y comunitarios. También llegamos a cuestionar los imaginarios sociales que fundamentan la atención tradicional a las mujeres pues, como dice una amiga “el ministerio de salud nos ve como úteros con patas” y sólo nos atiende en función de nuestra maternidad.

Lo que se comunica y se hace desde el gobierno pesa e influye en el imaginario social, por eso es importante que las feministas disputemos y ocupemos el Estado.

Las principales lecciones aprendidas

Compañeras, entrémosle al Estado y hagamos gobierno, es necesario. No es fácil ni tampoco se trata de entrar a improvisar, así que les comparto algunas de las lecciones aprendidas más importantes:

Pasar del incidir al decidir

Aunque algunas personas del equipo ya habían trabajado en el Ministerio de Salud, otras sólo habíamos trabajado con él desde centros de pensamiento y cooperación nacional, haciendo propuestas de políticas públicas y tratando de incidir sobre éstas. Al entrar al ministerio nos cayó el veinte de que ya no estábamos del lado de demandar el derecho a la salud, sino de garantizar el derecho a la salud. ¡Vaya responsabilidad!

La naturaleza y el poder de la función pública está justamente en tomar decisiones. Decidir sobre las políticas a diseñar e implementar, la gestión de la institución, el manejo de los recursos públicos, entre otros. Implica también hacerse responsable y asumir las consecuencias buenas y malas de las decisiones tomadas.

La dimensión política de las políticas públicas

En el equipo los criterios para tomar decisiones se volvieron casi un mantra, y para cada una nos asegurábamos de: tener fundamento técnico, capacidad y sostenibilidad financiera, procedimiento administrativo y estar dentro del marco legal.

¿Dónde entra lo político? Nos percatamos de la dimensión política cuando vimos que nuestras decisiones afectaban intereses de actores con poder y sentíamos las reacciones de estos. Aun así, lo político no fue un criterio para tomar o dejar de tomar decisiones, pero sí para calcular el mejor momento y modo de implementar la decisión, saber con quién hacer alianzas, prever antagonistas y prepararnos para sus ataques. Claro, esto lo fuimos aprendiendo en el camino, a trompicones.

La brújula ética es una excelente asesora política

En el ámbito político, como en la vida, no siempre existe una decisión correcta, sino que se toma la mejor decisión posible, con la información disponible. En muchas decisiones en donde no es posible aplicar criterios técnicos o legales, aprendimos que la brújula ética resulta ser una excelente asesora política. Aprendimos también que la mejor manera de mantener esta brújula ética bien calibrada es tener un equipo integrado de gente honesta y proba.

La necesidad de tener instituciones fuertes y saber de administración pública

A diferencia de la mayoría de ministros de salud que entran a improvisar o sólo a gestionar la inercia, nuestro equipo sí traía un plan de trabajo bajo el brazo. Pero para implementar cualquier idea o proyecto se necesitan instituciones, es decir gente competente, organización, normas, manuales y lineamientos, y recursos. Sin embargo, el Ministerio de Salud, se caracteriza por una ausencia de institucionalidad, un ministerio debilitado por reformas neoliberales, clientelismo, corrupción y mediocridad.

Hay que añadir que para operar las políticas y las instituciones públicas hay que saber de administración pública. Sí, ya sabemos que la administración pública es aburridísima y nadie quieres hablar del servicio civil, la ley de contrataciones, la ley del presupuesto y tantas charadas más, pero en la función se aplica el principio de legalidad y esto significa que mientras para la ciudadanía está permitido todo aquello que la ley no prohíba, en la función pública sólo puede hacerse lo que la ley establece. Esto tiene sentido porque se trata de recursos y bienes públicos, y debe asegurarse el buen manejo y reducir el despilfarro. Hacer gobierno es muy distinto a dirigir una empresa o una organización no gubernamental.

No quisiera obviar sus limitaciones, pero en contextos de debilidad institucional o de altos niveles de corrupción, las leyes y la administración pública se vuelven una herramienta necesaria. Por eso en los planes de trabajo debe incluirse el fortalecimiento institucional, y los equipos deben conocer los marcos legales y procedimientos administrativos. Esto debiera facilitar la implementación de las políticas públicas y, ojalá, reducir los hallazgos en las auditorías de la Contraloría General de Cuentas.

Tener plan y equipo, y ser parte de un proyecto político

Los pocos o muchos avances en el Ministerio de Salud Pública, fueron gracias a que teníamos plan y equipo. Pero muchos de los tropiezos y el trabajo que quedó truncado con nuestra salida, se debieron a que nuestro plan no era parte de un plan de gobierno, y nuestro equipo no era parte del equipo de gobierno. Por eso, al salir del ministerio, muchas personas del equipo consideramos necesario ser parte de un proyecto político afín. Se revisaron varias opciones y decidimos entrar a un partido que en ese momento estaba construyéndose.

La experiencia en el ministerio de salud nos demostró que se puede hacer bien las cosas en el Estado, pero para que los esfuerzos sean viables, sostenibles y efectivos, es necesario ser parte de un proyecto político serio y de largo aliento, en donde haya coherencia entre las acciones y equipos sectoriales e interinstitucionales.

A manera de conclusión: entrémosle al Estado

Todas las luchas feministas son valiosas, desde la academia, la organización comunitaria, los movimientos sociales, los colectivos ciudadanos, las ONG y los tanques de pensamiento, todo aporta. Pero el Estado debemos disputárselo a los machos, a los corruptos y a las élites; pelear y ocupar todos los cargos públicos posibles, sean de elección o de designación, con planes y estrategia

Ya hemos visto compañeras teniendo logros desde la individualidad o equipos pequeños, pero es mejor si se hace desde proyectos políticos más amplios y esto implica entrar también a la política partidaria, pero esto dejémoslo para otra discusión.

Me tocó ser la primera mujer ministra de salud, cuestionando así la idea predominante que los ministros de salud deben ser médicos clínicos y sesentones, y demostrando que las mujeres jóvenes también podemos ejercer el poder de forma transparente y efectiva.

Fuente: [https://lacuerda.gt/2023/08/27/le-entramos-al-estado/]