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Stalling tiene razón

Danilo Santos

Hace algún tiempo me enteré de la fanfarronería de un oscuro personaje al decir “ni con todos los contactos que tengo he logrado averiguar quién es el que le hace la lista a la CICIG”, refiriéndose a los imputados por diferentes casos de corrupción y que guardan prisión. Alguien le preguntó “y para qué querés saber quién es” y la respuesta fue “cómo que para qué…” imagino el cruce de miradas vidriosas y sepulcrales, unos segundos de silencio y el susodicho cerró diciendo “yo no he hecho ni más ni menos que lo que todos han hecho, es injusto que esté aquí”.

Para este personaje, al igual que para la magistrada Stalling, Iván Velásquez vino a desarreglarlo todo, a trastocar la tranquilidad y a hacer que se vea mal eso de “funcionario que no abusa se desprestigia”. Tiene razón la jueza, los casos que ha planteado la Comisión Contra la Impunidad en Guatemala son de novela, sí, y ella encarna un rol protagónico como personaje nefasto y poderoso. También tiene razón cuando defiende su inocencia, porque está hablando de un sistema construido para que el abuso y la corrupción sean aceptados como parte de la normalidad, en él, el señor Velásquez, la señora Aldana y todos aquellos que clamemos por justicia, somos unos desgraciados ignorantes y malagradecidos; ellos en cambio, impunes abusadores, en la realidad que construyeron y creen, son pobres víctimas de gente mal intencionada.

El actuar y las decisiones de los servidores públicos, con mayor razón cuando su investidura es alta y define el destino de la ciudadanía, deben ser objeto de escrutinio continuado. El Estado y el gobierno no deben ser el negocio de los funcionarios, menos negocios familiares dominados por patriarcas o matriarcas. La cosa pública pertenece a la población que se hace representar a través de quienes resultan electos para cargos públicos y quienes a su vez, toman decisiones para que se ocupen todos los puestos de la burocracia por los más aptos a fin de cumplir con los mandatos que la ley establece en cada caso.

Que la ética en la política y en las organizaciones públicas sea un imperativo es algo en lo que podemos estar de acuerdo tirios y troyanos; actuar de manera permisiva, espuria y proteccionista del statu quo, solo exacerba el descontento de la población con los poderes del Estado y nos mantiene en el atraso.

La actitud de la señora Stalling explica por qué existen los matones que andan buscando saldar cuentas con los que procuran la justicia para el país, no podemos permitir que se sigan saliendo con la suya atropellando, comprando voluntades y esquilmando el erario. Cada centavo que se roban hace falta en escuelas y hospitales. Cada puesto que ocupan mañosamente se lo vedan a gente honrada y capaz. No podemos postergar por más tiempo el saneamiento de la clase política, el Estado y el Gobierno. Hay una salida para todo esto: que se vayan todos los corruptos.

“Cada vez que hagáis una cosa, aunque solo sea conocida por vosotros mismos, preguntaos cómo actuaríais si todo el mundo os estuviese contemplando, y actuad en consecuencia”. Thomas Jefferson.

Para este personaje, al igual que para la magistrada Stalling, Iván Velásquez vino a desarreglarlo todo, a trastocar la tranquilidad y a hacer que se vea mal eso de “funcionario que no abusa se desprestigia”.

Fuente: [http://lahora.gt/stalling-tiene-razon/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Danilo Santos Salazar