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Hacia una crisis de gobernabilidad

Danilo Santos

Son muchas las cosas que suceden en los poderes del Estado que suman en una sola dirección: crisis de gobernabilidad. El gobierno ha pedido, a través de Cancillería, la salida del embajador Kompass, de Suecia, y la embajadora Salcedo, de Venezuela, un Ministro de Gobernación militaroide, un Ministro de Ambiente impresentable, un Ministerio de Comunicaciones inoperante, un Vocero Presidencial que cada vez tiene que inventar nuevas historias para explicar las acciones de su jefe, en fin, acciones que hablan por sí solas del perfil y carácter del gobierno.

Por su lado, la nueva Fiscal del Ministerio Público dice que su prioridad es “todo”, de lo cual entendemos que la lucha contra la corrupción solo será una tarea más; si la fiscal Porras logra que todas las fiscalías del MP estén al nivel de la Fiscalía Contra la Corrupción, yo seré el primero en aplaudirle.

En cuanto al Congreso, no se han logrado acuerdos en la comisión extraordinaria para la reforma del 407 “n”, por lo que dicha reforma sigue en el aire demostrando que el Pacto de Corruptos está vigente. El actuar de la Comisión refleja a los partidos y su dinámica en el hemiciclo; por un lado, tienen pavor de estar escupiendo al cielo, y por otro, hay tantos intereses en juego que el acuerdo se hace cuesta arriba porque tienen que pedir permiso a sus dueños primero.

Es risible la acartonada argumentación alrededor de la proporcionalidad en la Comisión, habría que ver la “proporcionalidad” de la corrupción en el país y cuánto ha deteriorado el sistema político guatemalteco. No, no es la “Tercera República francesa” lo que se pretende, es por lo menos una República guatemalteca decente.

Cuando en el Congreso se deje de pensar la política y las elecciones como una cuestión de movilización de votos que tienen un alto costo financiero, y se empiece a pensar desde los partidos en organización, formación e ideas políticas; entonces la Estructura (los dueños del país pues), dejarán de ser importantes en la Superestructura, y será posible operar cambios en la cultura política.

De lo contrario, en aras de “defender el voto de los guatemaltecos”, el empresariado podrá definir las elecciones desde sus bolsillos, de manera ilícita, haciendo de cada proceso electoral una vil pantomima que lo único que persigue es mantener el control de gobiernos y Estado.

La negación robusta, tozuda y descarada a cambios en lo jurídico-político, y la clara línea que es dictada desde la élite económica y empresarial, y que es seguida a pie puntillas por sus operadores políticos en los poderes del Estado, nos ponen ante un sistema decadente que se resiste a evolucionar. Además, por si fuera poco, todo lo anterior viene aparejado por la toma del gobierno de ideas, valores y dogmas neopentecostales encarnados en la “tropa loca ampliada” del presidente Morales; basta con consultar información sobre la comitiva que acompañó al mandatario a Israel, para saber quiénes son y de dónde vienen.

La laicidad del Estado, la independencia de poderes, la voluntad del soberano; son tres cosas que al partido de gobierno y sus secuaces les importa un comino. Y menos les importa el asesinato de líderes campesinos y el clima de confrontación que a partir de la defensa de la corrupción han causado. Vivimos momentos delicados y asustan las decisiones que están tomando.

Fuente: [http://lahora.gt/hacia-una-crisis-de-gobernabilidad/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Danilo Santos Salazar