Apuntes en torno a las novelas Canción, de Eduardo Halfon, y Heridas tiene la noche, de Francisco Pérez de Antón
Edgar Celada Q.
Director de Revista Análisis de la Realidad Nacional
Aquí está lo único sagrado: la negación de lo sagrado
Carlos Fuentes / Cantar de ciegos
Agradezco al Centro de Estudios Urbanos y Regionales (CEUR) de la Universidad de San Carlos de Guatemala, en particular a su director, Óscar Peláez Almengor, por esta nueva invitación a reflexionar en voz alta sobre una cuestión respecto de la que ya hemos conversado en al menos un foro similar anterior, me refiero a la relación entre literatura e historia.
Esta vez nos convoca para tener como punto de referencia central a Canción, la más reciente novela de Eduardo Halfon (2021). El formato del conversatorio, iniciado con un documental de la época, así como la preparación previa que hemos realizado para hablar de la novela, tiene la virtud de remitirnos a una Guatemala de hace medio siglo.
Quien les habla no siempre logra captar la significación diferenciada que, en términos vivenciales, puede tener la referencia a sucesos que ocurrieron 50 años atrás. Supongo que es una tendencia muy propia de quienes ya doblamos el cabo de la buena esperanza, sentir que se trata de algo reciente, que lo relatado en esa novela –y en otra a la que también me referiré– si bien no lo vivimos directamente, conocimos de primera mano a la Guatemala de esos años.
Pero aunque para algunos de nosotros resulte muy natural hablar de esa Guatemala que ya no existe, al final deberíamos admitir que cincuenta años es mucho tiempo. Reparemos, por ejemplo, que en el lapso que separa este conversatorio, el hoy, y el suceso central del que parte la novela, han nacido, crecido y madurado por lo menos tres generaciones, de las cuales a las y los más jóvenes les parecerán sucesos perdidos en la bruma del tiempo, en un país, una ciudad, una sociedad que no alcanzan a imaginar cómo era, menos relacionar los dramáticos años a que hace referencia la novela con este aún trágico presente.
Es comprensible que así sea desde la mirada de las generaciones más jóvenes que la nuestra. Así nos ocurrió a quienes hoy tenemos la oportunidad de reflexionar sobre algunos de los hechos novelados en Canción; cuando ocurrieron esos hechos apenas empezábamos a formar nuestra conciencia ciudadana, y dábamos los primeros pasos en la militancia social.
Por lo menos para quien les habla, en aquella época lo ocurrido unos 14 años atrás, unos 20 o 24 años atrás, parecía tan lejano. Y sin embargo estaba tan fresco. En 1967-1968, años clave en torno a los cuales gira Canción, la novela, apenas habían pasado 14 años desde el derrocamiento de Jacobo Árbenz Guzmán en 1954, y a nosotros, patojos de unos 15 o 16 años, aquello nos parecía algo perdido en la bruma del tiempo.
Por eso, cuando venimos a hablar de acontecimientos de hace medio siglo, en verdad hago esfuerzo por imaginar cómo verán esos hechos las generaciones que aún ni saben cuándo les tocará la vacuna anticovid.
Reflexiono en voz alta sobre esos hechos haciendo votos porque algunos de esos jóvenes, alguien de esas tres generaciones a que me referí, se acerquen al menos a esa versión novelada de una parte de la historia nacional que, según palabras del columnista Estuardo Porras Zadik, resulta clave “para comprender por qué somos como somos y porqué hacemos lo que hacemos en este país” (Porras, 2021).
Más de una vez hemos conversado con Óscar Peláez sobre la importancia de la novela como recurso para la docencia de la Historia. No sé si Óscar Peláez, Édgar Ruano y otros colegas aquí presentes compartirán la reciente afirmación del maestro Sergio Ramírez Mercado (2021): “la historia se suele contar mejor en las novelas”, pero la cita me lleva a retomar la importancia de que se nos haya convocado para hablar sobre esta nueva novela de Eduardo Halfon.
Ella se suma a una ya importante lista de obras a las que convencionalmente podemos llamar “la literatura de la guerra civil”, o la “literatura de la lucha armada” sobre la que escribieron de manera mucho más extensa, apropiada y autorizada Mario Roberto Morales y Francisco Albizúres Palma en sendos capítulos de Cultura y arte en un país en conflicto, como se titula el tomo V de la obra colectiva Guatemala: historia reciente (1954-1996), publicada por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales en 2013.
Remito a esos dos textos, pero no me eximo de mencionar como parte de esa producción novelística las obras de Marco Antonio Flores (especialmente Los compañeros y En el filo), las del ya citado Mario Roberto Morales (Los demonios salvajes; El esplendor de la pirámide; El ángel de la retaguardia; Señores bajo los árboles; y Jinetes en el cielo), las menos conocidas pero también inscritas en esta vertiente, de Edwin Cifuentes (El pueblo y los atentados; El mensaje de Alma Cienfuegos) y dos más, a mi juicio imprescindibles: El hombre de Montserrat, de Dante Liano, y 300, de Rafael Cuevas Molina.
En esa clasificación rudimentaria de un mero aficionado, lector asiduo de estas narraciones ambientadas o inspiradas en los 36 años de guerra civil, cabe la novela de Eduardo Halfon que nos convoca hoy. Pero Canción no entra sola en el listado, estuvo precedida solo algunos meses antes por Heridas tiene la noche, de Francisco Pérez de Antón (2020).
Ambas, probablemente junto a algunas novelas cortas de Rodrigo Rey Rosa (2014), tienen en común una peculiaridad que las distingue de las del primer e incompleto listado: fueron escritas –me permito utilizar un título de la filmografía nacional– desde “la casa de enfrente”.
Es decir, ambas ficciones reflejan –cada una a su modo y en su estilo– cómo se vivió y cómo se leen los años de la guerra desde las elites acomodadas, por no decir, de una vez, desde las clases dominantes, la burguesía o la oligarquía, como ustedes prefieran.
Estoy convencido de que quien lea Canción, también debería leer Heridas tiene la noche; y a la inversa.
Ambas, desde de su coincidente origen de clase, podrían ser el inicio de lo que propongo denominar como el “revisionismo literario de la guerra civil”. Denominación que puede o no compartirse, pero que alude a un hecho evidente en las dos novelas: la toma de distancia, todavía balbuceante, del discurso histórico y literario dominante “en la casa de enfrente”.
Parece muy pronto para anticipar si ese revisionismo literario de la guerra civil se consolidará como una tendencia, o si estas dos novelas serán de esas golondrinas que no hacen verano. Es un camino cuesta arriba, por al menos una razón a la que me referiré un poco más adelante.
Pero antes de llegar allí, regreso a señalar que ambas novelas concuerdan en la época y hasta en algunos personajes, protagónicos o del contexto histórico.
Por ejemplo Halfon rescata a Canción (Percy Jacobs o Ramiro Díaz), usa su apodo para titular la novela, pero esta transcurre en un trasfondo histórico que ambienta igualmente Pérez de Antón, donde aparecerán otros personajes tan reales como Michelle Firk (Amélie Favreau, en Heridas tiene la noche), Camilo Sánchez (Carlos Monteagudo o Chilano), John Gordon Mein y Karl von Spreti, transfigurados o mencionados directamente también por Pérez de Antón.
Y hay unos personajes colectivos que están totalmente presentes: las fuerzas de la seguridad del Estado (disfrazadas muchas veces como “escuadrones de la muerte”) y la guerrilla urbana, “la resistencia” como se llamaban a sí mismos los combatientes personificados por Canción.
Llegado a este punto formulo una pregunta ingenua: ¿por qué la coincidencia de años y personajes en ambas novelas? Estoy muy lejos de la temeridad de afirmar que Halfon y Pérez de Antón “se hablaron” o “se pusieron de acuerdo”; las condiciones de su escritura, las fuentes consultadas, las motivaciones personales y los productos literarios son, sin duda, distintos.
Y sin embargo la coincidencia persiste y con ella la hipótesis de que no estamos ante una mera casualidad. Hay un condicionamiento histórico-social –asumo el riesgo de ser señalado de determinista– que explica la convergencia de años, personajes y acontecimientos que marcaron a Guatemala hace medio siglo.
Son los años rudos, terriblemente duros, de esa noche que aún sigue impune simbolizados por el asesinato de Rogelia Cruz Martínez, de la inmolación de la internacionalista francesa Firk, o las ejecuciones de Gordon Mein y Von Spreti, vidas que le serían cobradas extrajudicialmente, como parte de la guerra sucia, a Canción y muchos de sus compañeros.
Agrego otra pregunta en esta reflexión en voz alta: ¿por qué la literatura, la novela, se adelantan y le sacan ventaja a la historiografía sobre esos años? Por lo pronto me conformo con una constatación: la investigación histórica propiamente dicha sobre el período no ha empezado y tengo dudas de que vaya a empezar a corto plazo.
Sin duda hay un mínimo de fuentes que algún historiador acucioso podría seguir si se propusiera –es solamente un ejemplo– rastrear la vida de Percy Jacobs / Ramiro Díaz / Canción. En mi preparación para este conversatorio le robé tiempo al tiempo y pude encontrar pistas interesantes sobre su vida en las memorias de Miguel Ángel Sandoval (Los años de la resistencia), las de Gustavo Porras Castejón (Las huellas de Guatemala), las del recientemente fallecido Guillermo Paz Cárcamo (Insurrectos), y unas inéditas de Mario Robles Villatoro, conocido en el movimiento insurgente como Juan Bruja.
Repito, no sé si algún día se harán investigaciones y publicaciones historiográficas que nos ayuden a comprender a personajes como Canción, representativos de una época que contribuyó a constituir el presente; investigaciones que ayuden a comprenderlos de forma desacralizada, a entender los procesos sociopolíticos y la sociedad misma que los produjo.
Investigaciones históricas que nos ayuden a comprender por qué somos como somos, por qué y dónde perdimos el paso, al punto de que se inmolaran generaciones enteras, talentos y voluntades que –de no haber sido sacrificadas– tal vez habrían ayudado a impedir que llegáramos a la postración en la que nos encontramos actualmente.
Deriva que me lleva de vuelta a la reflexión que me provocan Canción y Heridas tiene la noche, escritas, como dije, “desde la casa de enfrente”.
Me pregunto si ambas novelas marcan de verdad una grieta en el monolitismo con que la mentalidad finquera, oligárquica o burguesa lee los años de la confrontación armada y sus causas. No me refiero nada más a si se consolidará como tendencia lo que llamé revisionismo literario de la guerra civil, sino a la posibilidad de una visión autocrítica, desacralizada del conflicto.
Proceso difícil, si no imposible “en la casa de enfrente”, como lo sugiere el ensayo reciente de Alejandra Colom: Disidencia y disciplina. Porque el revisionismo literario e historiográfico debería pasar por la ruptura con la solidaridad de clase subsistente pues, como dice uno de los entrevistados para ese estudio, “las normas de comportamiento entre la élite no han cambiado realmente desde el conflicto armado” (pág. 87).
Ese mismo interlocutor de la antropóloga lo dice abiertamente:
Si se ahonda en el tema del genocidio, hay gente todavía en niveles de liderazgo, todavía viva, en todo caso que disparó, gente del sector empresarial que sí tomó las armas o prestó su finca, prestó equipo, prestó armas, prestó helicópteros y avionetas, se involucró. Y algunos al nivel de “yo voy” (Colom, 2021, pág. 87).
De donde caigo a esa falsa postura de “imparcialidad”, esa negativa a reconocer que de un modo o de otro, el conjunto de la sociedad guatemalteca se vio arrastrada por las inercias de la guerra, que para cientos de miles y millones de compatriotas tuvo altísimos costos de sufrimiento humano, mientras que para otros –minoritarios– significó “nichos” de crecimiento económico, de acumulación de capital realizada al amparo de la guerra sucia, de la impunidad.
Aunque no hablemos de esos que el informante del estudio de Alejandra Colom menciona sin nombrar, sino de esos a quienes uno de los personajes de Pérez de Antón (2020, pág.346) describe como “los que estábamos en la calle del medio”, es necesario recordar que así como hubo inspiradores y ejecutores, también hubo beneficiarios de la guerra sucia.
Preguntemos ¿al amparo de qué o de quiénes crecieron las grandes corporaciones de hoy, los bancos, los centros comerciales, las cadenas de comida rápida? Bastaría con una cronología sobre los años de los cuales se ocupan estas novelas, cruzada con la del surgimiento, pongamos por ejemplo, de la única transnacional guatemalteca. La verdad, cruda, es que ciertos éxitos empresariales no ocurrieron a pesar, sino gracias a la guerra sucia y la impunidad.
Esperar que eso se reconozca, aunque sea mediante el revisionismo literario, es mucho pedir. Porque hoy la polarización socioeconómica y la impunidad del poder, siguen tan actuales como hace cincuenta años.
Referencias bibliográficas
Albizúrez Palma, Francisco (2013) “Aproximación a la narrativa guatemalteca entre 1954 y 2000, vista en sus relaciones con los procesos sociales”. En Álvarez, V.; Figueroa I., C.; Taracena, A.; Tischler, S. y Urrutia, E. (Editores) (2013) Guatemala: Historia reciente (1954-1996). Tomo V. Cultura y arte en un país en conflicto. Guatemala: FLACSO.
Cifuentes, Edwin (1997) El pueblo y los atentados. Guatemala: Artemis & Edinter.
Cifuentes, Edwin (1992) El mensaje de Alma Cienfuegos. México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Instituto Nacional de Bellas Artes, EDAMEX.
Colom, Alejandra (2021) Disidencia y disciplina. Cómo las élites tradicionales sofocan el disenso y qué sigue ahora. Primera edición. Guatemala: Plaza Pública / F&G Editores.
Cuevas Molina, Rafael (2011) 300. Costa Rica: Editorial Universidad Nacional
Flores, Marco Antonio (1976) Los compañeros. México: Joaquín Mortiz.
Flores, Marco Antonio (1993) En el filo. México: Editorial Praxis.
Fuentes, Carlos (1964) Cantar de ciegos. México: Joaquín Mortiz.
Halfon, Eduardo (2021) Canción. Barcelona: Libros del Asteroide.
Liano, Dante (2005) El hombre de Montserrat. Guatemala: Editorial Piedra Santa.
Morales, Mario R. (2013) “Cultura y literatura en Guatemala (1955-2010)”. En Álvarez, V.; Figueroa I., C.; Taracena, A.; Tischler, S. y Urrutia, E. (Editores) (2013) Guatemala: Historia reciente (1954-1996). Tomo V. Cultura y arte en un país en conflicto. Guatemala: FLACSO.
Morales, Mario R. (2015) Los demonios salvajes. México: Editorial Praxis.
Morales, Mario R. (1995) El esplendor de la pirámide. Guatemala: Rusticatio Ediciones.
Morales, Mario R. (2009) Señores bajo los árboles. Guatemala: Editorial Cultura.
Morales, Mario R. (1996) El ángel de la retaguardia. Guatemala: Editorial Cultura.
Morales, Mario R. (2012) Jinetes en el cielo. Madrid / México: Vaso Roto Ediciones.
Paz Cárcamo, Guillermo (2017) Insurrectos. Guatemala: Cholsamaj.
Pérez de Antón, Francisco (2020) Heridas tiene la noche. México: Alfaguara.
Porras C, Gustavo (2008) Las huellas de Guatemala. Guatemala: Fundación PROPAZ.
Porras Z., Estuardo (2021) “Conversaciones con Pérez de Antón”, en elPeriódico, 4 de mayo de 2021. Accesible en https://elperiodico.com.gt/opinion/opiniones-de-hoy/2021/05/04/conversaciones-con-perez-de-anton/
Ramírez M., Sergio (2021) “El generalísimo del brazo largo”, en El País, 23 de mayo de 2021. Accesible en
Rey Rosa, Rodrigo (2014) Imitación de Guatemala. Cuatro novelas breves. México: Alfaguara.
Sandoval, Miguel Ángel (1997) Los años de la resistencia. Relatos sobre las guerrillas urbanas de los años 60. Guatemala: Editorial Óscar de León Palacios
[1] Texto utilizado por el autor como guía para su participación en el conversatorio virtual Canción, realizado el 27 de mayo de 2021 a convocatoria del Centro de Estudios Urbanos y Regionales de la Universidad de San Carlos de Guatemala.
Fuente: Revista IPNUSAC
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