Marcos Gutierrez
Entre 1996 y 2002 un desconocido estudiante doctoral de la Universidad de Essex de Inglaterra se interesó por comprender la forma en que piensan las élites de los países. Para esto, decidió llevar a cabo un estudio y una serie de entrevistas de la oligarquía guatemalteca. Roman Krznaric─el doctorando─ entrevistó a personalidades relevantes del sector ejecutivo del país durante esa época como: Isabel Paíz Andrade de Serra, Hugo Ordoñez Porta, Max Quirin, Adela Camacho Sinibaldi de Torrebiarte y un largo etcétera.
Esta tesis doctoral se volvió un libro en 2022 que se titula What the rich don’t tell the poor (Lo que los ricos no le dicen a los pobres) . Este libro da luz a la jaula dorada de la élite. El desarrollo del estudio de Krznaric se centra en dos pivotes argumentales: el primero es la psique de la élite; cómo perciben ellos la sociedad y cómo se ven ellos mismos dentro de esta. El segundo es el rol que jugó la élite en el Conflicto Armado Interno. Lamento que no haya existido mucho interés en traducir el libro de Krznaric al español, es un trabajo que debe volverse una lectura obligada en Guatemala.
El libro en cuestión da muchas líneas para escribir y conversar. Sin embargo, un hecho aislado en este, que apenas ocupa un párrafo dentro de todo el estudio, denota la oscuridad que se pone desvergonzada sobre la «intelectualidad» guatemalteca. En el capítulo cuarto titulado «How they remember the war» («Cómo ellos recuerdan la guerra»), en la sección titulada «Lists», Krznaric nos cuenta cómo fue una de sus vistas la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado, liderado por monseñor Gerardi. En su momento, Krznaric estaba leyendo un documento titulado Business and Violence, 1954-1996 (Negocios y violencia, 1954-1996) . Este documento sirvió como una de las fuentes para el reporte final: Guatemala, nunca más. En este documento se encuentra una información que presento aquí, traducida directamente al español desde el libro de Krznaric:
Miembros de la oligarquía ayudaron a diseñar el «Plan de los 1000 días», una campaña anticomunista de brutalidad y terror que empezó en 1980. Entre los involucrados estaba el intelectual de la oligarquía Francisco Pérez de Antón, en ese momento presidente de la Asociación de Gerentes (y ahora presidente honorario de las compañías de la familia Gutiérrez). El Cacif participó en la planificación y proveyendo recursos.
Este breve párrafo es de destacar en este momento porque la Feria Internacional del Libro de Guatemala del presente año estará dedicada a Pérez de Antón. Filgua es un evento paradójico. Se venden libros en un país donde no se incentiva su compra, donde las bibliotecas públicas no existen, donde los libros nacionales se ahogan en la sombra, donde la publicación alternativa a veces no parece ser tan abierta, donde querer ser escritor es un suicidio. Los salones de Filgua se llenan de youtubers para firmar libros, cuando Guatemala seguramente tiene un analfabetismo funcional casi total. Sin embargo, a pesar de todas las sombras que puedan encontrarse, Filgua es un evento necesario: nos recuerda que, de alguna forma extraña, aún hay libros. Lo que es más difícil es poder enseñar a diferenciar los libros que nos dicen algo de los que no. Es más difícil aún enseñar que los libros son algo vivo y cuya existencia debe significar algo de peso.
Algo que siempre lleva un libro consigo es la memoria. Los libros nos recuerdan visiones del pasado, imaginaciones y sentimientos. Cosas eminentemente humanas. Por eso, la Filgua de este año no debería permitirse homenajear a Francisco Pérez de Antón, alguien que no ha rendido cuentas, que no ha perdido perdón que, desde las sombras, causó mucho dolor en la historia de este país: en su historia de violencia, saqueo y opresión.
No importa si Pérez de Antón ha sido un buen escritor o no. Hay momentos en los que el debate de si se separa al autor de su obra no debe importar. Si Pérez de Antón ha aportado a la literatura guatemalteca es algo que solo el pasar del tiempo determinará. Filgua, por lo que debe de significar en este país convaleciente, debería apegarse a la deuda histórica de este país que aún no ha sido saldada. ¿Cómo pudo haberlo hecho? Con un simple gesto de coherencia al decidir a quién homenajear y visibilizar.
Tomado de Gazeta [Filgua 2024 y Pérez de Antón: un insulto a la deuda histórica de Guatemala – gAZeta]
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