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Sostenido con alfileres

Edgar Celada Q.
eceladaq@gmail.com

Después del 27 de agosto, prólogo a la renuncia de Otto Pérez Molina, se abrió la interrogante sobre cómo habría de manifestarse electoralmente ese coletazo de la indignación ciudadana. Cabía esperar que tuviera un correlato también sorpresivo.

La sorpresa mayor, que se atisbaba desde encuestas y sondeos (Prensa Libre, Siglo.21), se concretó el 6 de septiembre: hace una semana se daba por descontado que el candidato de FCN Nación, Jimmy Morales, entraría al balotaje. Pero nadie imaginó que lo hiciera en el primer lugar y con una diferencia de poco más de 200 mil votos sobre el segundo lugar.

La segunda sorpresa es la alta participación en las urnas: de acuerdo con el reporte preliminar final del Tribunal Supremo Electoral (TSE) hubo una participación del 70.49 por ciento, esto es, 5 millones 327 mil 190 personas de las 7 millones 556 mil 873 empadronadas.

Sin regateos, se trata de un vuelco inesperado a la luz de la efervescencia que antecedió a las votaciones. Pero cuidado con hacer cuentas alegres sobre la presunta derrota del abstencionismo, especialmente del activo, el de quienes acudieron a las urnas y anularon o dejaron en blanco la papeleta presidencial.

La sumatoria de ambos (nulos y blancos) es de 489 mil 887 votos, los cuales superan notoriamente al cuarto candidato más votado, Alejandro Giamattei, quien cerró su participación con 314 mil 625 sufragios a su favor.

(Por si hay duda respecto de la intencionalidad del voto nulo-blanco, véase la situación extrema del Parlacén, en cuya elección “triunfó” el abstencionismo activo con 847 mil 622 papeletas anuladas o dejadas en blanco. El “segundo” –primero como votos validos– corresponde a ¡¡Líder!! con 846 mil 617 sufragios).

De manera que, volviendo a la elección presidencial, el cuarto lugar corresponde, con mucho, a la abstención activa, cuyos promotores no contaron ni soñaban con hacer una propaganda tan intensa como la desplegada, varios días antes del 6 de septiembre por el TSE, la cúpula empresarial y otras entidades del statu quo, incluido el generoso financiamiento publicitario de la AID estadounidense.

Se trató de un esfuerzo literalmente desesperado de restablecer la hegemonía (en el sentido de Gramsci) fracturada por la movilización social. Los agentes del sistema buscaron canalizar la indignación ciudadana a través de las urnas y, de paso, situar en el tablero una pieza ausente cuatro meses atrás que, además, puede ser útil para desatascar a la maquinaria de la dominación.

Catapultado por la convulsión sociopolítica que condujo a la renuncia de Pérez Molina y Roxana Baldetti, el candidato de FCN Nación fue visto como la antítesis de la corrupción representada por ambos exgobernantes. Tuvo un voto en contra de, más que a favor de. Capitalizó el voto, dicen analistas del fenómeno, de la antipolítica, que castigó también a Manuel Baldizón y a Sandra Torres.

Así, Morales ofrece una posibilidad de oxigenación del sistema político, pero con un soporte endeble. Primero porque, visto detenidamente, obtuvo el respaldo de no mucho más del 15 por ciento de la población con derecho real y potencial de ejercer el sufragio.

Entre esta última están los excluidos por el mismo sistema: las y los jóvenes menores de 25 años que no fueron empadronados (unos 880 mil en cifras gruesas) y más de un millón y medio de residentes en Estados Unidos, a quienes sistemáticamente se ha vedado el derecho de ejercer el sufragio.

De manera que unos 2 millones 400 mil guatemaltecas y guatemaltecos mayores de 18 años se cuentan como abstencionistas involuntarios, a quienes se agregan otros 2 millones 225 mil 368 que, estando empadronados, no acudieron a las urnas, y casi 490 mil abstencionistas activos.

Visto de este modo, el triunfo de Morales es el de una precaria mayoría, cuyo componente cualitativo principal es el rechazo a todas las demás opciones, especialmente a las que ocuparon el segundo y tercer lugar (UNE y Líder), pero tampoco fue opción satisfactoria para quienes formaron el abstencionismo activo, situados en un cuarto lugar no reconocido por la legislación electoral vigente.

Morales es una opción emergente, sostenida con alfileres. Falta ver si el reacomodo del establishment en torno a él es suficiente para sostener un proyecto gatopardista, a contrapelo de la voluntad social de cambio expresado en las urnas.

Edgar Celada Q.
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