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Inconveniencias de la democracia

O del consabido desencuentro entre la teoría y la práctica.

Mario Roberto Morales

Dicta la norma democrática que los candidatos a puestos de elección popular deben antes ser electos como precandidatos por sus partidos. Este mecanismo hizo decir al escritor irlandés George Bernard Shaw que “La democracia convierte el nombramiento hecho por una minoría corrompida, en una elección realizada por una mayoría incompetente”.

Tratemos de ilustrar esto. Sabemos que el elector ideal es el ciudadano; un individuo que es sujeto de la educación laica, gratuita y obligatoria y, por ello, versado en cultura cívica. Pero como la educación no es prioritaria y se privatiza en el sistema económico que usa la democracia como fachada, aquélla se vuelve un negocio de mentalización consumista y eso produce una “ciudadanía” ignorante y vulgar que se configura como una suma de individualidades sin criterio y como una colectividad incapaz de votar con discernimiento en las elecciones “democráticas”. Esta es la mayoría incompetente.

Si no se educa al pueblo, el ciudadano nunca surge como el ser letrado y cívico que debe ser y la democracia se queda sin sujeto. Por tanto, si no hay ciudadano, no hay democracia. Pues un ser ignorante es manipulable y, por ello, no es ciudadano. Quizá pensando en esto el satírico estadounidense Ambrose Bierce dijo que “El elector goza del sagrado privilegio de votar por un candidato que eligieron otros.” Estos otros son los dueños de la economía del sistema y de los partidos políticos: la minoría corrompida.

No vale lamentarse de que una democracia no funcione de acuerdo al modelo cuando sus “ciudadanos” forman una masa sin más voluntad ni criterio que el hambre. La democracia modélica es un mecanismo de poder cuya puesta en práctica puede ser retorcida de muchas maneras, siendo una de las más eficaces la de tener a las masas en la ignorancia y el desempleo, para que sus integrantes estén siempre dispuestos a lo que sea por un salario mínimo y den gracias a los manipuladores de la política por cualquier acción que, en un contexto de desolación como el esbozado, parezca un acto de bondad suprema. De aquí que el también satírico estadounidense H.L. Mencken dijera que “La democracia es la creencia ridícula en la sabiduría colectiva de la ignorancia individual”.

Una “ciudadanía” ignorante no comprende que es en ella (y no en los gobernantes) en donde reside la soberanía y el poder democráticos. Al ignorarlo, destruye sus propios derechos pues no es capaz de asumir sus obligaciones cívicas y es fácilmente engañada para nunca descubrir el rol que tiene como pilar de la democracia. Por eso el poeta francés Paul Valéry dijo que “La política es el arte de impedir que la gente se entrometa en lo que le atañe”. Es decir, es el arte de mantener a la gente en la oscuridad, orando a dioses perversos que juegan con sus más nobles sentimientos y consumiendo productos que deterioran su salud.

Una “ciudadanía” inculta es la base del éxito de la política como mercadeo de imagen y como discurso pomposo y entretenido. Y es también la plataforma de victoria de “políticos” tan incultos como sus “ciudadanías”, los cuales prometen exactamente lo contrario de lo que harán. El escritor británico Aldous Huxley lo advierte cuando dice que “Cuanto más siniestros son los deseos de un político más pomposa se vuelve la nobleza de su lenguaje”. Ojo pues con los que “hablan bonito” o se miran bonitos. Detrás de esa “belleza” no hay sino ambición, vulgaridad y mucha “democracia”.

La democracia modélica es un mecanismo de poder cuya puesta en práctica puede ser retorcida de muchas maneras, siendo una de las más eficaces la de tener a las masas en la ignorancia y el desempleo…

Mario Roberto Morales
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