Mario Roberto Morales
A las buenas conciencias no les gusta lidiar con problemas. Por eso, a éstos les llaman «temas». Lo cual constituye otra forma de censura porque al «tematizar» la realidad se la «desproblematiza» artificialmente y se evade su naturaleza de suyo (valga la redundancia) problemática. El moralismo light, «temático», de las buenas conciencias vernáculas es un resultado local de la uniformización global, ecualizada, que de la cultura ha perpetrado el Mercado, difuminando jerarquías y valores en la niebla del consumismo. Me explico: en Biography, por ejemplo, las imágenes y vidas de Churchill, Madonna, Ben Laden, Michael Jackson, Mandela y Faulkner, para citar sólo algunas, son ofrecidas en torrente, como si se tratara de personas iguales, con la misma importancia histórica en su dudosa calidad de «celebridades», un término que ecualiza y diluye en la farándula a todo y a todos, haciéndolos desproblematizada y «temáticamente» consumibles por masas ignorantes al borrar sus diferencias.
Es en este espacio ideológico de banalización del conocimiento en el que los medios «les dan la oportunidad» de opinar sobre lo que sea y mediante un descontextualizado sí o no, a los aturdidos espectadores para que así vivan los «15 minutos de fama» de que hablaba Warhol refiriéndose al simulacro de «éxito» que, como ilusión mediática, pasó de ser patrimonio de supuestos seres excepcionales a constituirse en virtud compartida por amplias masas grises por medio del consumismo. De esta cuenta, la gente consume su propio opinionismo junto con la ilusión de que protagoniza una real participación en la vida política y cívica al «optar» por una de dos polaridades cuando se le ofrecen las dos caras de la misma medalla para escoger (sí o no, Pepsi o Coca, bueno o malo). La consecuencia de concebir la realidad en términos bipolares es que origina falsos problemas, como por ejemplo estar a favor o en contra de, y «atacar» o «defender» a Stoll o a Menchú, a Asturias (quien no lo necesita) o a Akabal; a palestinos o a israelíes, a indígenas o a ladinos, a blancos o a negros, a «socialistas» o a «libertarios», a hombres o a mujeres, a homo o a heterosexuales, a «racistas» o a «políticamente correctos», a buenos o a malos, y otras sandeces por el estilo.
El dualismo dicotómico (bipolar) es otra forma solapada de censura y evasión del debate intelectual crítico y libre que las buenas conciencias rehúyen porque las verdades que emergen de él no les convienen. El dualismo dicotómico es también la base de la industria de la victimización y de la ética del «ninguneo» y la satanización, por medio de las cuales las buenas conciencias se erigen en juezas y linchadoras de quienes no se ubiquen «del lado de los buenos» (es decir, de ellas). Pero todos estos son pasos en falso. Malos pasos que tarde o temprano derriban a los farsantes porque sus posturas son sencillamente insostenibles en la medida en que no tienen sustento factual sino se erigen sobre las arenas movedizas de la vacía cuanto hipócrita «razón moralista» de la «corrección política».
Una tarea básica de los intelectuales es plantear con ecuanimidad los problemas y ordenar los debates, ejerciendo libremente el criterio. Esto, a menudo implica aguarles la fiesta a las solemnes buenas conciencias que se enredan en «temas» superficiales pues no son capaces de ir a la raíz de los problemas. En tal sentido, aunque cualquiera tenga derecho de rechazar lo que se le ofrece, si las «razones» que esgrime (públicamente, además) para justificar su repudio se basan en un dualismo maniqueo que va de la autovictimización a la satanización del otro, esa «razón» se expone al análisis, la crítica y hasta al humorismo. Y eso ocurre con el publicitado repudio de Asturias por Akabal. El poeta acaba mal debido a sus pasos en falso (pues «el que mal anda, mal acaba»). Aunque le queda el consuelo de que nunca es tarde para empezar a pisar firme.
Publicado en febrero de 2004 — en Siglo Veintiuno
Admin Cony Morales
Fuente: [mariorobertomorales.info]
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