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Hacia el retroceso histórico

Lo que se nos viene encima después de la “lucha contra la corrupción”.

Mario Roberto Morales

El neoliberalismo global ha asumido diferentes divisas políticas para perpetuar su control sobre las economías latinoamericanas. Una, entre otras, es la “lucha contra la corrupción”. Invocando y lamentando con lujo de moralina cristiana la falta de probidad de los políticos clientelistas –a sueldo de las oligarquías locales—, los servicios de inteligencia desestabilizan y derrocan gobiernos manipulando la sensiblería de las capas medias urbanas mediante el uso de las plataformas de entretención intercomunicada.

Tanto con clicas militares corruptas, como la de Pérez Molina en Guatemala, como con cúpulas progresistas de poder, como la del kirschnerismo en Argentina y la del chavismo en Venezuela, y con regímenes de amplio apoyo popular como los de Brasil, Ecuador y Bolivia, la “lucha contra la corrupción” es el obligado preámbulo legitimador de los golpes de Estado “blandos”, que sirven tanto para hacer reacomodos de gobierno a fin de que todo siga igual, como drásticos cambios de régimen político y económico.

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En América del Sur se busca un efecto dominó después de la victoria neoliberal sobre el kirschnerismo. Esta táctica fue ensayada antes en Guatemala con absoluto éxito. Tanto así, que Honduras clama por el mismo mecanismo que entronizó a la ultraderecha en el Estado guatemalteco, del cual se espera que privatice los servicios de salud pública alegando una solución práctica para “remediar la corrupción” que la misma oligarquía que se apropiará de estos bienes públicos promovió y usufructuó durante décadas. Por otro lado, la anunciada “depuración” del Congreso implicará el regreso de un proyecto de dictadura empresarial conocido como Pro-Reforma, el cual propugna por un gobierno teledirigido por un consejo de “notables” de la ultraderecha fascista que impulsará sin restricciones el extraccionismo contaminador transnacional.

Además, el Estado de Guatemala será orientado por corporaciones protestantes fundamentalistas —subsidiarias del sionismo político—, lo cual producirá no sólo un ataque contra la laicidad del Estado, sino la censura a la educación pública y privada laica y, asimismo, la represión de la libertad de expresión y de credo, no sólo en los medios tradicionales sino también en los “independientes”, los cuales serán forzados a ceñirse aún más a la línea ideológica de las agencias neoliberales que les dan puntual financiamiento dizque para el fomento de un periodismo libre y autónomo.

El triunfal resultado de la instrumentalización que la ultraderecha oligárquica hizo —with a little help from a friend— de la reciente “lucha contra la corrupción” en Guatemala, es un régimen neoliberal-militar-“cristiano”, el cual navegará enarbolando la bandera de la democracia y del apoyo popular a su aturdido presidente y a los valores conservadores, los cuales le son atribuidos al pueblo como un rasgo “esencial”, idiosincrático y dado por voluntad divina. En realidad, este rasgo es históricamente cultural y producido por la hegemonía ideológica que la oligarquía ejerce sobre ciertos núcleos “intelectuales” y biempensantes de las capas medias urbanas y, por su medio, sobre las pobres pero entretenidas masas, ahora interconectadas.

Sólo la movilización popular consciente, crítica, organizada y unitaria puede parar este retroceso histórico. A la masa catártica le toca, pues, armarse de valor y empezar a parir dirigentes. Digo, si de verdad quiere que esto apenas empiece.

Mario Roberto Morales
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