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Una alegre «revolución de colores»

La voz cantante y el coro sentimental de nuestra “revolución azul y blanco”.

Mario Roberto Morales

Se le llama “revoluciones de colores” al conjunto de protestas pacíficas de capas medias urbanas, las cuales se movilizan sin saber que lo hacen según un guión preestablecido por los servicios de inteligencia occidentales. Estas protestas suelen ser provocadas por intensas campañas de agitación en las redes sociales, y está previsto que una revolución de colores acabe con un cambio de gobierno; no necesariamente de régimen. La táctica se ha puesto en práctica en algunas de las antiguas repúblicas soviéticas (la “revolución de las rosas” en Georgia en el 2003 y la “revolución naranja” en Ucrania en el 2004, entre otras), en algunos Estados árabes (la “primavera árabe”), en Asia (la fallida “revolución azafrán” de Myanmar) y ahora en Guatemala, como plan piloto para América Latina, región en la que se desestabiliza a los Estados bajo el lema moralista de la “lucha contra la corrupción”.

La táctica suele sólo sustituir gobiernos, aunque en ciertos casos sí busca cambiar regímenes, como en los países de América del Sur en los que están en marcha cambios estructurales en la economía y la política. En otros casos, como el de Guatemala y su “revolución azul y blanco”, sólo se necesita un relevo de funcionarios de gobierno, para lo cual bastan algunos cambios legalistas a fin de que todo siga igual y que el régimen oligárquico (Jimmy Morales) prevalezca. La referencia para entender esta táctica es Politics of Nonviolent Action (1973), del anticomunista estadounidense Gene Sharp, quien en un manual sobre el tema describe así la táctica: “[Los] métodos de acción no violenta […] [son] actos simbólicos de oposición pacífica o intentos de convencimiento que van más allá de la simple expresión verbal, pero sin llegar a ser actos de no-cooperación o intervención. Pueden estar dirigidos a influir en el adversario, en el público en general, en el mismo grupo que se queja o en una combinación de los tres”. O sea, se trata de influir en toda la sociedad civil para que actúe como conviene a un interés geopolítico dominante.

En cuanto a la “revolución azul y blanco”, muchos movilizados en las plazas creen que La Línea y sus capos (El Uno y La Dos) cayeron debido a sus protestas. No se engañen. Sus movilizaciones fueron orquestadas por un poder geoestratégico regional usando como estímulo los golpes legales de la CICIG, con el objetivo de que la meta regional de ampliar el capital corporativo transnacional y de militarizar su seguridad en Honduras, El Salvador y Guatemala se cumpla sin “impresentables” mediante el Plan para la Prosperidad del Triángulo Norte de Centroamérica (PTNCA), una medida de contención de la presencia china y rusa en Nicaragua.

Por tanto, la movilización popular no tiene la iniciativa ni la tendrá mientras no se organice según objetivos y acciones tácticas y estratégicas tendentes a refundar el Estado cambiando su estructura de raíz, lo cual lograría luchando por sustituir la matriz oligárquica del sistema económico por un capitalismo de pequeña y mediana empresa, de libre competencia e igualdad de oportunidades, y con una banca de préstamos blandos al servicio de los nuevos empresarios. Así, con soberanía nacional, bienvenido será el PTNCA. Pero para lograr esto hay que primero meter a la cárcel a toda La Línea-2, a lo cual sigue negándose la CICIG. ¡Sólo luchando por este objetivo los movilizados serán la voz cantante y no el coro sentimental de esta coyuntura!

Mario Roberto Morales
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