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¿De la rebelión a la revolución?

El pueblo en las calles exige un cambio estructural. No sólo unas renuncias.

Mario Roberto Morales

Estados Unidos le demostró a Pérez Molina que las bravuconadas de un soldadito de plomo no se le oponen nunca a sus órdenes expresas. Cuando Joe Biden le dijo a este kaibil que la millonada de dólares para la Alianza para la prosperidad del Triángulo Norte de Centroamérica (APTNC) sólo sería erogada si prolongaba el mandato de la CICIG, le estaba diciendo que su Gobierno no quería que parte de esa millonada fuera a parar a sus bolsillos ni a los de su media naranja, la Vicepresidenta. No, señor. Los ladrones de la APTNC tenían que ser “decentes”, no impresentables. Por eso, cuando el kaibilín se puso brincón y vociferó que no recibía órdenes de nadie, Washington le dio luz verde a la CICIG para que sacudiera el árbol del que cayó el secretario privado y lugarteniente de Baldetti, Juan Carlos Monzón, dejando pendientes de una temblorosa ramita al bravucón y a su media naranja.

Al destapar la CICG este retrete oligárquico-militar, los populistas neoliberales fingieron ser estridentes patriotas y salieron a la calle con el pueblo, y lo mismo hicieron sus jefes, los también patronos de La Línea, aglutinados en la clica llamada CACIF (conformada por los oligarcas que situaron a aquella banda en la SAT). Todo, para salvar el pellejo; pues por elemental lógica jurídica y sentido común, ellos tendrían que ir a juicio junto a sus mastines: el soldado, la cultora de belleza y el resto de la jauría.

El pueblo percibió esta jugada y por eso está expulsando de su movimiento a la derecha populista y ha pasado de pedir la renuncia, arraigo, juicio y extinción de dominio de las propiedades de Baldetti y Pérez Molina (en cuenta el Lamborghini de su larguirucho junior), así como de las de Monzón y compinches, a exigir castigo para los jueces y magistrados que venden impunidad, y para los empresarios que sobornan a funcionarios públicos a fin de asegurarse una colosal y rentabilísima evasión fiscal defraudadora.

El pueblo sabe también que el Congreso está infestado de gentuza como la de La Línea y sus patronos, y que su inocua tarea de escoger sustitutos de los cacos que asaltaron el Gobierno nos va a dejar en lo mismo, sólo que con otros actores. Porque ¿de qué sirve la terna para sustituir a la Vice si los tres rígidos aspirantes al puesto le sirven a la oligarquía y a la kaibilada que atraca y saquea el país? Consciente de esto, el movimiento popular en las calles está yendo a la raíz del problema y ampliando sus demandas a un replanteo del modelo económico y a una reforma estructural del Estado, lo cual implica una depuración de los agentes económicos y políticos dominantes. El pueblo está pasando de la rebelión a la revolución. Y en esto se concentran sus mejores líderes. Lo cual implica a su vez la depuración de las dirigencias populares vendidas y corruptas.

Para pasar con éxito de la rebelión a la revolución hay que mantener a las masas en las calles y unificadas en torno a reivindicaciones estructurales. Esto sirve también para depurar a los partícipes de las marchas. De hecho, los “camisas blancas” de la derecha populista se están desmarcando de este esfuerzo colectivo, pues ya se tornó comparable con las Jornadas de marzo y abril de 1962 y con la Gesta cívica del 20 de octubre de 1944. Y eso a la derecha no le gusta, porque ella sólo quiere cambios cosméticos para que todo siga igual. ¿Nos robaron hasta el miedo? ¡En buena hora! ¿Un paso atrás? ¡Ni para tomar impulso!

Mario Roberto Morales
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