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Roxana Baldetti renunció, ¿y ahora qué?

El negocio de mal gobernar un país es extremadamente lucrativo.

Julio C. Palencia

Y bien, Roxana Baldetti, la hasta ayer vicepresidenta de Guatemala, renunció. ¿Y ahora qué? Resulta evidente que su renuncia es un movimiento básico y burdo realizado con la idea que todo se detenga allí, es una renuncia para calmar las aguas bravas. Incluso, si el movimiento #RenunciaYa siguiera presionando, y la CICIG estuviera determinada a llevar esta investigación hasta generar consecuencias mayores, podría renunciar Otto Pérez Molina. ¿Y qué con eso? Ellos son simplemente miembros de una estructura que sigue intocada, dueña de una organización ilegal y poderosa en Guatemala. Es una estructura que se consolida y fortalece con militares genocidas, con oligarcas y corruptas camarillas empresariales, y que arrastra tras de sí y a sueldo a jueces, periodistas, intelectuales y multitud de funcionarios medios.

El hueso y los muchos lenes se garantizan con la fidelidad a esa estructura.

Las irrechazables prebendas fuera de libreto están garantizadas.

Los contratos hinchados y sin libre competencia son la regla.

Qué desfiguro de la «democracia» guatemalteca. El seudocapitalismo chapín dando la puntilla al libre mercado y la libre competencia. Qué acumulación de riqueza teniendo como base la trampa y el robo, teniendo siempre presente el  ventajoso contrato o el claro despojo. Aquí no hizo falta el comunismo para poner en jaque al capitalismo, fue suficiente un grupillo de ladronzuelos y asesinos en la cúspide del poder para hacer estallar la débil estructura social guatemalteca.

El ciudadano de a pie no tiene alternativa. Entre acudir a votar o no hacerlo, es preferible hacerlo. Sin embargo, ¿por quién? Pobre, pobre… la oferta electoral es nula. Y el que llegue a ejercer el gobierno, cualquiera que sea, debe negociar, o ya negoció, con estos grupos de poder enriquecidos, bien posicionados legal e ilegalmente, y dispuestos a todo.

El panorama es incierto y hay visos de tormenta en un país ya desangrado, y por si fuera poco, hambriento. Me gusta pensar en los milagros colectivos, pero Guatemala requiere mucho más que eso. Aún así, no hay que desmayar en el esfuerzo. Es el futuro de nuestros hijos e hijas el que está en entredicho.

 

Julio C. Palencia
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