Un corcho en la turbulencia
Edgar Celada Q.
eceladaq@gmail.com
Hace pocos días, durante una de esas reuniones de intercambio de ideas sobre el acontecer nacional, un apreciable contertulio propuso la metáfora del “corcho flotando en la turbulencia”, para caracterizar el momento que vive el país.
La metáfora tiene tantos ángulos de jugoso análisis como piezas posee este gigante rompecabezas en movimiento, llamado Guatemala y de las cuales anoto algunas (del ronco pecho del autor de estas líneas y no del anónimo contertulio).
Hay tres supuestos esenciales en la figura del corcho flotando en el proceloso mar de la coyuntura:
1) Vivimos bajo unos vientos de cambio que, literalmente, nos vienen del Norte.
2) Vivimos una crisis profunda, avivada por los resoplidos imperiales, pero nacida de las contradicciones de la formación económica, social y política guatemalteca.
3) Aunque por momentos parece a punto de colapsar, Guatemala sigue siendo un país que no se hunde y, como un corcho en el agua, de algún modo sale a flote.
El problema de este último supuesto es que la suerte del país va como en la trova de Amaury Pérez: “Donde me empuje el agua / me iré, donde me lleve, / siguiendo el curso raudo y tenaz, de la corriente”. Esto es, sin derrotero, curso, ni timonel.
En el plan de la Alianza para la Prosperidad del Triángulo Norte de Centroamérica, la potencia hegemónica ha dejado patente cuáles son sus inconformidades y en qué áreas debe corregirse. Lo mueven sus intereses de seguridad nacional y, para promoverlos, no ha dudado en propiciar o permitir el uso del bisturí de la anticorrupción, para salir de compañeros de viaje incómodos e impresentables.
Se sabe, desde John Quincy Adams, pasando por John Foster Dulles y Henry Kissinger, que “Estados Unidos no tiene amigos permanentes, sino intereses permanentes”. Y fieles a esa línea, con una clara política bipartidista, los poderes imperiales han ido más lejos que solamente alentar el uso del bisturí para hacer cirugía mayor en la clase política: también han hecho saber a “los cabales” que esto va a cambiar, con ellos, sin ellos y (si no captan el mensaje) contra ellos. Por lo menos parte de ellos; aunque ya no tan cabales, sino más bien revueltos con algunos “emergentes” (ese otro grupo de “cabales”).
Tal es fondo de una transición, hacia no se sabe dónde. Porque mientras en las “alturas” del poder económico y político es notoria la falta comprensión de lo que el momento histórico exige, en el campo popular-nacional ocurre otro tanto, con el agravante de su recurrente tropiezo con la atávica descalificación mutua (entre acusaciones de “izquierda rosa” y de maniqueísmo conspirativo, que ve al imperialismo hasta en la sopa).
Así flota el corcho, de una banda a la otra; con un presidente que hace cada ídem. A quien unos reclaman el lagrimeo o la somnolencia, y otros piden la renuncia, porque desde el principio dijeron que “no tienen presidente”. Como si el problema fuera, solamente, la falta de liderazgo y no la ausencia de un proyecto nacional en tiempos de globalización.
Tal es fondo de una transición, hacia no se sabe dónde. Porque mientras en las “alturas” del poder económico y político es notoria la falta comprensión de lo que el momento histórico exige, en el campo popular-nacional ocurre otro tanto, con el agravante de su recurrente tropiezo con la atávica descalificación mutua…
Fuente: [www.s21.gt]
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