Carlos López
Existe la tendencia en algunos sectores —sobre todo de los que viven en la periferia de las ciudades y con bajo nivel escolar— de pronunciar como lo hacen los locutores lumpen, lectores de noticias, calumnistas, con nulo nivel escolar o con título comprado, de pronunciar cóvid en lugar de covid. Lo raro es que a la hora de escribir la palabra más mencionada de 2019-21 lo hacen sin tilde y con mayúsculas: COVID, Covid. El acrónimo en mención se formó de coronavirus disease; es un sustantivo común femenino, puesto que disease es enfermedad, por lo que debe escribirse con minúsculas. Aunque de manera económica se pronuncia sin los dígitos finales del año en que fue descubierta, no está de más agregarlo con guion pegado al vocablo y con el artículo la antes del acrónimo: covid-19. ¿Obligan los medios a sus merolicos a pronunciar igual que lo hacen sus pares en inglés o es iniciativa propia copiar todo? ¿Por qué no los conminan a tomar un curso de ortografía o de ortoepía para por lo menos tener coherencia y sentido común, para ser congruentes con sus errores?
El desprecio que los medios tienen por sus lectores, escuchas o espectadores se hace cada vez más evidente; desde su concepto y organización mafiosa, tienen por consigna desinformar, desculturizar. La mediocracia impone sin piedad, sin control, hasta sus caprichos idiomáticos en los receptores. Así como pronuncian cóvid dicen sanitizar en lugar de desinfectar.
Los académicos también están contagiados por los medios. La infodemia hace estragos en el lenguaje y las universidades siguen los lineamientos del imperio cultural. Lo cual no es nuevo: la penetración ideológica en la educación da terror, desilusión, genera desesperanza, pues era uno de los últimos reductos para debatir con libertad y conciencia crítica.
Las mentiras y notas informativas tendenciosas de los medios sobre la covid-19 son también un virus que hace estragos en la sociedad, en la economía, en la salud. La manera enfermiza de zopilotear las noticias relacionadas con la pandemia es grotesca. Muchos gerentes de medios se coronan con la muerte de cada persona; su insaciabilidad numérica manipula cifras, se condecoran con la carroña y la sanguaza.
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