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Después del ¿tsunami?

Edgar Celada

En el marco del VII Foro Regional Esquipulas, se realizará hoy en un hotel alcanzado por el remezón que vive el país, un así llamado Debate Nacional: “Después del tsunami ¿hacia dónde vamos? Visiones para una nueva Guatemala”.

Dejando de lado el síndrome de Capitanía General, que considera “nacional” lo que ocurre en la ciudad capital, emparentado con el exceso de llamar “debate nacional” a un diálogo entre representativos de algunas élites, llama la atención que en el foro se proponga analizar lo que sigue “después del tsunami”.

En tierra de terremotos, deslaves, hundimientos, inundaciones, temporales y huracanes, es comprensible la predilección por símiles catastrofistas para ilustrar los procesos sociopolíticos. Ahora importamos uno de resonancia hollywoodense: desde hace varias semanas, o quizá meses, cundió la expectativa del tsunami por venir. Como si lo ya ocurrido fuera poca cosa.

Es interesante observar cómo en el imaginario social cobró fuerza, en 2015, la idea de que estaba por caer La Línea 2. Pero esta nunca llegó en la forma deseada. Y en 2016 esa expectativa, incrementada, se trocó en la espera de un tsunami judicial que tarda en llegar y probablemente no ocurra. Al menos bajo esa difusa imagen de los señorones de la industria, el comercio y las altas finanzas engrilletados, haciendo fila para entrar a la Torre de Tribunales.

Sin regatear un ápice a lo ocurrido, cabe poner en duda la pertinencia del uso de la figura del tsunami para describir metafóricamente lo que está viviendo Guatemala desde hace 14 meses.

Las visiones fílmicas y fotográficas del maremoto aluden a destrucción arrasadora en los territorios costeros golpeados por olas gigantescas. Figurativamente, sí ha ocurrido aquí un inédito oleaje de investigación, capturas y persecución penal que golpeó estructuras focalizadas de corrupción y captura mafiosa del Estado, pero no llega a ser un tsunami.

Es más apropiada la imagen empleada por un respetado amigo participante en el “Debate Nacional” de hoy: se trata, dice, de un fuerte sacudimiento del árbol para hacer caer las frutas podridas. Lo demás sigue intacto, el árbol está en pie. No hay mucho espacio, pues, para pensar en una “nueva Guatemala”. ¿Cómo?

La desventaja de ambas figuras, el tsunami y la poda telúrica, es que hablan de resultados sin ocuparse de las raíces y la dinámica de los procesos sociopolíticos.

Hay quienes sostienen que estamos ante la “crisis del Estado oligárquico”. Otros pensamos, en cambio, que “solamente” hemos visto el derrumbe de una forma, la más perversa si se quiere, de ese Estado: lo que el autor de estas líneas ha conceptuado como “democracia secuestrada”.

No hay “revolución de colores” ni tsunami: la energía social liberada en 2015 la canalizó el statu quo hacia lo que Carlos Sarti describe como un “proceso de recomposición política neoliberal modernizante tutelado” y Marco Fonseca suele llamar “restauración conservadora”.

Pero no se ha dicho la última palabra.

Fuente: [http://www.s21.gt/2016/07/despues-del-tsunami/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Edgar Celada Q.
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