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¿Qué hacer? ¿Qué camino tomar? (XI)

Esa avorazadora, inhumana y nada cristiana empresa criolla es la que coloca, hoy a los mayas de Guatemala, que son mayoría poblacional en minoría política con el único fin de desarticularlos.

Irmalicia Velásquez Nimatuj

En 1519 cuando Hernán Cortés arribó con 11 barcos y aproximadamente 500 hombres al golfo de México, observó las complejas diferencias que existían entre los pueblos originarios que habitaban la región y astutamente las usó y explotó para lograr sus deseos imperiales y saciar su desmedida ambición de fortuna. Por eso, la destrucción de Tenochtitlán –la ciudad más bella y avanzada en ingeniería del siglo XVI en Mesoamérica– marcó el inicio de un proceso colonizador que hasta el presente no ha concluido: territorial, militar e ideológicamente, al extremo que a la fecha continúan los equivalentes a los guerreros nativos que terminan convertidos en aliados u operadores de los descendientes de los peninsulares. Esos hermanos y hermanas siguen siendo usados en diferentes niveles de la sociedad e instituciones para confundir, destruir pero fundamentalmente para doblegar a quienes se resisten a seguir siendo esclavos en su propia tierra.

La empresa criolla –que no culminó con la Independencia (1821) sino que se fortaleció– no ha cesado en dividir y enfrentar a los pueblos para controlarlos a través del cristianismo, los partidos políticos, la escuela, el ejército, medios de comunicación y cualquier institución con el fin de despojarlos de sus sistemas ontológicos, arrancarlos de sus marcos de conocimiento y sobre todo de su dignidad para que terminen siendo presa fácil del despojo de sus territorios y reducirlos a mano de obra desechable.

Esa avorazadora, inhumana y nada cristiana empresa criolla es la que coloca, hoy a los mayas de Guatemala, que son mayoría poblacional en minoría política con el único fin de desarticularlos, por eso, los obliga a negociar, a agacharse y mendigar ante sus instituciones para que sus estructuras a todas luces corruptas, ineficaces y de la cuales poco se puede aprender sean las que reconozcan derechos históricos e inalienables.

Ante esto, en el escenario nacional ¿deben los pueblos mayas seguir humillándose –ante una elite criolla y su Estado fracasado y desmantelado por ellos mismos– para que sus sistemas de autoridad, que han mostrado efectividad, sean aprobados? ¿O deben dejar esa farsa y concentrarse en fortalecer su autoridad comunitaria porque cómo un sistema eficaz puede pedirle a un sistema corrupto que lo reconozca?

Fuente: [www.elperiodico.com.gt]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Irma Alicia Velásquez Nimatuj