Ayúdanos a compartir

La letra K

Entretenidas divagaciones sobre la endeblez de la tradición.

En el apartado correspondiente a la letra K de su notable Diccionario del diablo, el escritor estadounidense Ambrose Bierce incluye dos entradas. La primera es Kilt, término que según él sirve para nombrar el “Traje que suelen usar los escoceses en Estados Unidos y los estadounidenses en Escocia”. Una definición que nos deja pensando en las razones que tendrían tanto unos como otros para evitar ponerse un traje en su país y para exhibirlo en otro.

Como se sabe, el kilt es el atuendo típico de Escocia, consistente en una falda que sólo usan los hombres. Y como casi todo lo típico o tradicional, es una invención más o menos moderna, pues aunque sus orígenes y la variedad de sus diseños se remonten a los clanes que antiguamente habitaban las tierras altas de aquel país, es conocido que el símbolo como tal fue creado a principios del siglo XVIII, cuando el Reino de Escocia se constituyó en Estado independiente y se unió a Inglaterra para conformar la Gran Bretaña. No es de extrañar entonces que el inventor del kilt como marcador diferencial identitario haya sido un inglés (Ver La invención de la tradición. Eric Hobsbawm, ed. Barcelona: Crítica: 23). Tampoco que, como prenda típica cuyas condiciones materiales de existencia quedaron en el pasado premoderno, se use ahora sólo en ocasiones más simbólicas que cotidianas. Por ejemplo, para hacer valer una diferencia más o menos esencializada en un mundo en el que el consumismo compulsivo ha hecho de la nostalgia y la “pureza” cultural una mercancía más para la autogratificación, tan eficaz como cualquier rascador de espalda.

Cuando leía la definición que Bierce da de kilt, recordé que, en los años 70, mi buen amigo el pintor Marco Augusto Quiroa montó una exposición a la que denominó “El perraje”, y que en el programa de mano definía perraje como “prenda indígena que usa la ladina para parecer gringa”. Quiroa no sólo ilustraba en una sola frase las funciones identitarias de un objeto premoderno ya refuncionalizado por la posmodernidad cultural, sino que mostraba un buen ejemplo de cómo las tradiciones se modifican y sobreviven cuando las condiciones originales de su existencia dejan de tener vigencia. De hecho, en los años 70, los perrajes y rebozos se pusieron de moda dentro de la clase media urbana porque el ya moribundo jipismo venía usando ropas indígenas desde los años 60 e imitarlo resultaba medio “chic” para el clasemedierismo local de la época. La prueba es que la gente que fue joven en los 70 suele incurrir en recaídas “retro” de este tipo, sobre todo en los ambientes del oenegismo puritanamente progre. Y así como los escoceses usan el kilt en Estados Unidos y los estadounidenses ―honrando esa pésima costumbre suya de mimetizarse fallidamente traduciendo sus nombres propios al idioma del país que visitan― lo usan en Escocia, la chapinada se encasqueta perrajes y capixayes para asumir una identidad de la que no tiene la menor idea, sobre todo cuando se ve acosada por su (ahora sí) típico apocamiento colonial ante públicos internacionales varios.

La otra entrada de Bierce en la letra K es Korán, o “Libro que los mahometanos neciamente creen escrito por inspiración divina pero que los cristianos consideran una perversa impostura, contraria a las Sagradas Escrituras”. Como se ve, la definición es de suyo reversible, e ilustra otro aspecto de la endeblez de la tradición.

Cuando leía la definición que Bierce da de kilt, recordé que, en los años 70, mi buen amigo el pintor Marco Augusto Quiroa montó una exposición a la que denominó “El perraje”, y que en el programa de mano definía perraje como “prenda indígena que usa la ladina para parecer gringa”.

Mario Roberto Morales
Últimas entradas de Mario Roberto Morales (ver todo)