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Que no calle la calle

Marcelo Colussi
mmcolussi@gmail.com,
https://www.facebook.com/marcelo.colussi.33

Terminaron ya las manifestaciones de los sábados. ¿Terminaron? ¿Eso era todo? ¿Se terminó la corrupción en el país? ¿Nos damos por contentos con ex presidente y vice entre rejas?

No hay dudas que se dio un proceso interesante: la corrupción llevó a dos altos funcionarios de gobierno a un proceso judicial. ¡Buena noticia!, sin dudas. Pero eso no significa –para nada– que terminaron los problemas del país. Más aún: si analizamos pormenorizadamente la situación podemos sacar varias conclusiones.

  1. Estas movilizaciones tuvieron mucho de manipulación. ¿Por qué ahora una sociedad donde corrupción e impunidad son una constante, aparece esto que parece una cruzada religiosa contra la corrupción? ¿Por qué el embajador de Estados Unidos y el CACIF aparecen tan comprometidos en ello? ¿Cómo entender que un soldado funcional al sistema como Pérez Molina –gran actor durante la pasada guerra anticomunista– sea sacrificado? Se habla de una “revolución democrática ciudadana” ¡Cuidado! Vale hacerse una pregunta: ¿realmente fueron las movilizaciones sabatinas las que sacaron al binomio presidencial del gobierno? Meses atrás el vicepresidente estadounidense había visitado Guatemala exigiendo la continuidad de la CICIG, evitando explícitamente reunirse con Roxana Baldetti, símbolo de la corrupción y ostentación de poder. Estados Unidos necesita gobernabilidad y transparencia para su Alianza para la Prosperidad en el Triángulo Norte de Centroamérica, plan de recolonización de su patio trasero ante el avance chino en la región. Un gobierno de mafiosos que pedía un 30% de “mordida” en cada proyecto no es negocio para Washington. La CICIG cumplió a cabalidad su papel: destapó una cloaca que “indignó” a buena parte de la población. Pero veamos: se indigna y sale a la calle una clase media urbana exigiendo la renuncia de dos funcionarios corruptos, pero nunca nada se dijo de los corruptores, los verdaderos beneficiados de las prácticas mafiosas ante la SAT o con el IGGS. Sería “cambiar algo para que no cambie nada”. Presos Pérez Molina y amante, ¿terminó la corrupción? Más aún: ¿terminaron los problemas por los que muchísima gente sigue manifestado, no en la plaza con vuvuzelas, sino por reivindicaciones ancestrales y más estructurales: falta de tierra, salarios de hambre, ecocidio con las mineras, servicios públicos desastrosos, racismo, machismo? Sin negar la importancia de la corrupción, la actual “cruzada” cívica entonando el himno nacional funciona como buena cortina de humo para esos problemas estructurales.

2. La población, entendida como masa (amorfa, como la masa de la panadería, por tanto manejable) es volátil, manipulable, se mueve por sentimientos inmediatos. Fenómenos sociales como la moda o el linchamiento permite verlo con claridad (¿por qué la masa sigue ciegamente una consigna?). El pan y circo es viejo como el mundo, pero ahora, con refinadas técnicas comunicacionales (léase: cultura de la imagen, sacrosantas redes sociales, creación de estereotipos y falsas preocupaciones –hablamos más de Messi que de los salarios que cubren apenas la mitad de la canasta básica–) esa manipulación alcanza valor de ciencia, de tecnología aplicada al control social. En muy buena medida pensamos y sentimos lo que grupos de poder deciden. Estas “revoluciones democráticas”, de las que ya van varias en distintas partes del mundo, lo evidencian. ¿Por qué protestamos contra “la Baldetti” y no contra la explotación?

3. Las elecciones vinieron a completar el show. Realizada la “fiesta democrática” (¿fiesta para quién?, ¿quién gana con esto?) la gente volvió a sus casas. ¿Terminó la corrupción? ¿Terminaron los problemas estructurales? Lo que tenemos ahora para la segunda vuelta es más de lo mismo. No está Baldizón, satanizado como el “malo de la película”. ¿Son mejores los que quedaron?

4. El descontento que estuvo en la calle es real, pero no pudo pasar a más. Eso marca la ausencia de un proyecto político alternativo. Las fuerzas populares, los proyectos de cambio, la izquierda, quedaron tremendamente mermados después de la guerra (ese fue el objetivo de la represión: descabezar la protesta social). ¿Podrá articularse la indignación anticorrupción con otras demandas: campesinos, trabajadores varios, desocupados, hambreados de todo tipo, excluidos de los beneficios, pueblos indígenas?

5. De nosotros depende que todo lo anterior se mantenga y amplíe. Es decir: ¡que no calle la calle!

Plaza Pública 21/09/15

Marcelo Colussi
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