La diáspora de la aldea global
Gerardo Guinea Diez
El filósofo español José Ortega y Gasset, en su exilio en Argentina, a mediados de los cuarenta confesó que “…Mi vida aquí no tiene historia posible porque es la suspensión total de una vida.” Había logrado huir de la Guerra Civil Española, un drama que lo llevaría a escribir que “El desterrado siente su vida como suspendida: exul umbra, el desterrado es una sombra, decían los romanos.”.
Esa calamidad, sin duda, es bien conocida por América Latina. Todo el siglo XX fue una región de refugiados y asilados políticos. Aunque, también, de fuertes migraciones por razones económicas. Ilustres personajes, como Neruda, Asturias, Galeano, Cortázar, Juan Gelman, Luis Cardoza y Aragón, Mario Monteforte Toledo, Carlos Illescas, entre muchos, peregrinaron a lo largo y ancho del continente por razones tan pedestres como por no pensar como el gobierno de turno. A su vez, cientos de miles de personas sufrieron similar escarnio. Chilenos, uruguayos, argentinos, salvadoreños, fueron testigos de los horrores del siglo pasado. Los más de 200 mil refugiados guatemaltecos en la frontera sur fueron el más fiel testimonio de la esquizofrenia política de esos años. Según el estudio La patria interrumpida. Latinoamericanos en el exilio siglos XVIII-XX, muchas de estas personas presentaban la “sicopatología de refugiado”, que consistía en un estado angustioso depresivo motivado por el desprendimiento de su núcleo familiar primario. A lo largo de esos años, también alrededor de 2 millones de guatemaltecos migraron hacia Estados Unidos, dejando atrás familia, entorno, sabores, olores, comida, música, paisaje.
Aun cuando los conflictos terminaron en la región, la diáspora continúa ahora en el nivel global. En 2013, 232 millones de personas eran migrantes internacionales, 78 millones más que en 1990. Cabe destacar que el flujo migratorio más significativo es el de México hacia Estados Unidos (11.6 millones), luego, el de Rusia a Ucrania (3.6 millones) y el de Ucrania a Rusia (3.64 millones); de Bangladesh a India (3.2 millones), entre otros. En ese sentido, el Instituto Nacional de Migración de México (INM), reportó que en 2014 retuvo a más de 36 mil migrantes guatemaltecos. De acuerdo con datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), 49 por ciento de los migrantes en el mundo son mujeres.
EL DELIRIO DE LAS NUEVAS CIFRAS
Según el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), cada minuto, 30 personas se ven obligadas a huir de sus hogares por guerras, conflictos o porque son perseguidas. A finales de 2014, había casi 60 millones de desplazados forzosos en el mundo, ocho más que el año anterior. Más de la mitad de ellos son menores de edad. Se trata de la cifra más alta jamás registrada, el número más elevado desde la Segunda Guerra Mundial (1945). Acnur sostiene que “si todos formaran un país, sería el vigesimocuarto más poblado del mundo”.
Acnur contabiliza 19.5 millones de refugiados y 38.2 millones de desplazados internos. De esa cuenta, 42 mil 500 personas huyeron de sus casas cada día. La mayoría de estos refugiados o desplazados proviene de zonas de viejos conflictos, como Somalia, Congo, Afganistán o Colombia. A ello, habría que agregar que se reactivaron 15 más; ocho en África; tres en Oriente Próximo y tres en Asia y Ucrania.
En Siria existen 7.5 millones de desplazados dentro de sus fronteras y cuatro millones han solicitado protección en países limítrofes. Sin infraestructura de salud, educación y agua, están al borde del colapso. El 2014 cerró con 14 millones de desplazados. Frente a esa catástrofe, António Guterres, alto comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, afirmó que “estamos siendo testigos de un cambio paradigmático, una caída descontrolada hacia una era en que la dimensión del desplazamiento forzado, así como la respuesta necesaria, ahora eclipsa totalmente cuanto habíamos visto hasta ahora”.
En el documento de Acnur, Mundo en guerra, se muestra los países donde más se producen estos dolorosos hechos de expulsión masiva de personas. Así, están Turquía, Líbano, Pakistán, Irán, Etiopía, Sudán, Filipinas, Malí, República Centroafricana, Malasia, Siria, entre otros. Sin mencionar los considerados productores de apátridas, como República Dominicana, Letonia, Myanmar, Tailandia y Costa de Marfil.
En la edición de junio de la revista Gatopardo, Nacho Carretero, en su artículo “Una barrera imposible”, sostiene que La de Marruecos y España es la frontera más desigual del mundo. Allí, entre Ceuta y Melilla se vive un drama humanitario de enormes proporciones. En el mismo tono se pronuncia Friz-Prguda de Acnur, al advertir del “dramático crecimiento del número de refugiados. Más de la mitad de quienes se embarcan en estas peligrosas travesías por el Mar Mediterráneo, en el sudeste asiático, el golfo de Adén y el Mar Rojo son refugiados que usan las mismas vías que los inmigrantes económicos. De los 50 mil llegados marítimos a Grecia, el 91% proceden de países en conflicto. Realizan estos viajes por falta de alternativas legales; se ven obligados a arriesgar sus vidas”. Aseguró que en 2014 llegaron a Europa por el Mediterráneo casi 220 mil personas. 3 mil 500 perdieron la vida en el intento. Y en lo que va del año arribaron otros 100 mil. El mismo Carretero cuenta de la peligrosa y extenuante travesía a través del desierto de quienes huyen de las guerras o del hambre: “De Burkina Faso a Níger y de Níger a Argelia. El destino es Maghnia, ciudad argelina pegada a la frontera con Marruecos y a unos 90 kilómetros de Melilla”.
De este lado del mundo, la frontera entre Estados Unidos y México es, a su vez, un infierno para los migrantes. A pesar de que las vallas y los controles masivos, las oleadas humanas son incontenibles. Testimonio de ello es la película de Diego Quemada-Díez, La jaula de oro, donde se da cuenta de la travesía desde el sureste mexicano de dos migrantes guatemaltecos y un chiapaneco. Filmada sobre La Bestia, el tren que cubre el trayecto de Ciudad Hidalgo-México, es una aterradora bitácora del fracaso de nuestras sociedades. Quizá esta línea de Cardoza y Aragón ilustre esa barbarie contra el ser humano que seguirá en la senda de la diáspora “como un ángel expulsado perpetuamente”.
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