El malestar en la democracia
Gerardo Guinea Diez
gguinea10@gmail.com
Hace treinta años, América Latina empezó a virar hacia la democracia luego de décadas de conflictos, dictaduras y golpes de Estado. Hoy, sea hacia la derecha, el centro o la izquierda, los latinoamericanos saben que el norte político pasa por esas coordenadas. Ese cambio de dirección coincidió con el fin de la Guerra Fría y con el surgimiento de una economía globalizada. De algún modo, ese reacomodo implicó un contrasentido de los valores que dieron sustento a las democracias liberales del siglo pasado. Es decir, conforme se consolidó una idea radicalmente opuesta a los principios liberales, el concepto de ciudadanía fue sustituido por la de consumidor. Y aunque ahora esté en entredicho, los resultados son más que evidentes: una concentración de capitales como nunca se había visto en la historia del capitalismo, a su vez, un empobrecimiento masivo de millones de personas. De algún modo, los paradigmas que ordenaban el Estado de bienestar se fueron por la borda. Así, privilegiando un crédito desbocado para el consumo, lentamente se destruyeron tejidos sociales y las biografías personales, construidas a lo largo de décadas, luchas y conquistas sociales, lo que erosionó sin duda la capacidad de entendimientos políticos y económicos. La crisis global arranca desde 2008 y ha llevado a países enteros a callejones sin salida.
Un efecto devastador es el incremento de la desigualdad que ha generado en amplios sectores un colapso de la confianza, incluso en ciertas verdades democráticas que apuntalan la sensación de que ésta es más que una crisis económica, es una crisis profunda con efectos sobre el modo de cómo organizamos nuestras vidas. En ese sentido, Zygmunt Bauman sostiene que “nuestros acuerdos son temporales, pasajeros, válidos solo hasta nuevo aviso”. Bauman acuñó un término que describe con bastante claridad lo que significa el malestar contemporáneo: “el precariado”, una manera elegante de definir la precariedad continuada, que afecta a miles de hogares. Así, el adiós a las certezas se instaló para quedarse por tiempo indefinido. Bauman es lapidario cuando advierte que la desigualdad es la metástasis del actual modelo.
Esta semana asumirá la presidencia Jimmy Morales. Sus retos son mayúsculos, entre ellos, no sólo la pobreza y la violencia que ha cobrado más de 21 mil vidas en los últimos cuatro años, sino la inédita complejidad que tiene en la ciudadanía indignada su principal rostro. Si bien la “protesta” supo cómo botar a un presidente, resulta dramático que miles de ciudadanos no sepan cómo allanar el camino hacia algo sólido. Por lo visto, las redes sociales no alcanzan para formular un proyecto que nos permita avanzar en la dirección correcta. No hay que olvidar que la novedad de hoy es ruina pasado mañana y que la idea del tiempo colapsó a partir del surgimiento del Internet y sus infinitas posibilidades. Como sea, el malestar es una realidad, día a día está presente y marca el ritmo de la existencia.
http://www.s21.com.gt/fiticon/2016/01/12/malestar-democracia
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