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En la mente patriarcal

Carlos Aldana

La mente patriarcal fue creada desde hace miles de años. Ha estado en la base de la constitución de las realidades cuya principal seña de identidad es la subordinación, marginación y exclusión de las mujeres. O dicho de otro modo, realidades marcadas por el dominio, hegemonía y poder total de hombres (individual o colectivamente). Ya fuera por razones de sobrevivencia y lucha contra depredadores, ya fuera por las condiciones grupales que se fueron instalando, ya fuera por la creencia de que la superioridad física otorgaba también la superioridad en todo. La mente patriarcal es la consecuencia -y a su vez la causa- de ese orden patriarcal que ha dominado en todo el planeta, época o cultura no importa.

Todo ha sido moldeado, configurado, expresado e impuesto desde la visión de hombres. La mente patriarcal (en hombres y mujeres) se fue haciendo con el paso de los siglos por esa interiorización de prácticas y vivencia cotidiana, de discursos, de pensamientos que, en su conjunto, fueron convenciendo a la sociedad humana de la supremacía de los hombres. Incluso las primeras grandes reuniones de los organismos internacionales que tuvieron lugar para discutir la problemática de las mujeres en el mundo, estuvieron dominadas (si no monopolizadas) por individuos hombres. Claro, tampoco puede olvidarse que detrás de esas reuniones y decisiones institucionales está la maravillosa historia de lucha de mujeres en distintos puntos del planeta. Esa que ha pretendido invisibilizar, que no está en los programas de estudio oficiales, que no se aprende de manera acentuada como sí ocurre con los famosos héroes nacionales.

En la mente patriarcal se asienta y se cobija esa manera de ver el mundo que privilegia el verticalismo de las decisiones, la “bondad” del caudillismo, de los liderazgos individualistas, del privilegio de ser más fuerte que los demás para imponer ideas y creencias. Es ahí donde estos modos de sentir la vida se van asentando, pero también es ahí donde se crean nuevas modalidades, como la de disfrazar el patriarcado en nuevos gestos civilizatorios, como saludar a “todos y todas”, o hablar de la belleza de la mujer, o enfatizar “que no son el sexo débil”, y una innumerable cantidad de expresiones y gestos superfluos que vemos y escuchamos por todos lados, desde falsas actitudes de respeto, equidad y auténtica igualdad de género. La mejor expresión modernizada de los productos y resultados de la mente patriarcal se encuentra en el gesto de facilitar la participación pero no la decisión de las mujeres en los asuntos importantes.

En la mente patriarcal se vale la violencia, la exclusión y la dominación. En ella está la génesis de los principales males del mundo, de las guerras, del sufrimiento de millones y millones. Allí también se fabrican las más absurdas -pero potentes- explicaciones sobre sexualidad, maternidad, homosexualidad, y otras. Por ejemplo, los modelos de belleza física han nacido de la mente patriarcal.

En la mente patriarcal el éxito es el gran referente o el horizonte al que todos debemos llegar, desde los caminos y métodos que nos imponen.

En la mente patriarcal no hay espacio para los “otros u otras”, para los débiles o vulnerables, para el afecto, el cuerpo, la expresión crítica, la ternura, el fracaso o la ingenuidad. Esta es la mente que día a día, hora a hora, alimentamos con la educación tradicionalista que domina los hogares y las escuelas. Y los medios de comunicación. Y las redes sociales.

En la mente patriarcal se vale la violencia, la exclusión y la dominación. En ella está la génesis de los principales males del mundo, de las guerras, del sufrimiento de millones y millones.

Fuente: [http://www.s21.gt/2016/08/en-la-mente-patriarcal/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Carlos Aldana Mendoza
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