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El peor enemigo de la libertad

Sobre la lucha por la memoria y por su necesaria criticidad histórica.

Mario Roberto Morales

He repetido muchísimas veces que en nuestro país se libra una feroz lucha por la memoria colectiva. Es decir, por la versión que de nuestra historia se legará a las generaciones futuras. Por eso, la derecha ha redoblado esfuerzos para disminuir en nuestro imaginario social la dimensión emancipadora de las gestas de 1944-54, 1960-68 y 1972-86. De aquí que proliferen los libros de “historia” escritos por “investigadores” mercenarios contratados para ese efecto, y los testimonios de militares contrainsurgentes que con sus “sacrificadas” versiones del conflicto armado niegan el genocidio y convierten sus masacres de civiles en una “guerra contra el terrorismo comunista”. La versión de la historia que se imponga en esta lucha por la memoria será la que le dará identidad al país en el futuro.

La conversión de la gesta del 44-54 en una mera disputa entre militares arbencistas y aranistas, y la reducción de la lucha guerrillera a una tétrica intentona terrorista de dominación, contrasta con la versión histórica de una lucha popular de largo aliento que, a pesar de sus derrotas, no cesa, porque tampoco cesan las causas económicas, políticas y sociales que la provocan. En tanto esas condiciones de hambre, miseria y explotación pervivan, la lucha popular no cesará. Tenemos por esto la harta obligación de ganar esta guerra por la memoria. Y una de las condiciones básicas para lograrlo es protagonizar y escribir la historia a partir de una férrea capacidad crítica de análisis concreto de la situación concreta, de modo que demos cuenta cabal de la naturaleza de los hechos políticos. Por ello, la tarea urgente es desarrollar una aguda criticidad en las juventudes, en vez de azuzar el estímulo del hedonismo per se del Let it be y el Carpe Diem, que hace de de la comunicación interconectada una forma intelicida de entretenimiento banal. Es imprescindible por tanto revertir esta función originaria de la interconexión, y tornarla un instrumento de desarrollo de la criticidad analítica y la conciencia cognitiva en la movilización organizada para el cambio democrático, así como de maduración política de sus usuarios. La defensa festiva del Carpe Diem y del Let it be como tales y en su espuria calidad de formas (e incluso de métodos) de lucha política, es un deliberado recurso inmovilizador y desmovilizador (es decir, contrainsurgente) de la derecha global y local.

Como parte de la lucha por la memoria histórica, los medios locales pro-oligárquicos y otros “independientes” —pero debidamente financiados por agencias internacionales que manejan dineros corporativos de agenda neoliberal—, así como la élite oligárquica y el mainstream mediático transnacional, buscan imponer una versión histórica de las movilizaciones masivas de abril-agosto, según la cual las mismas encajarían en el mantra de que “Guatemala es un ejemplo para el mundo” porque con movilizaciones virtuosamente pacíficas derrocó a un presidente corrupto y allanó el camino para una vuelta a la “normalidad democrática”, de todo lo cual son ejemplo las igualmente virtuosas elecciones, en las que salió favorecido el candidato de la ultraderecha oligárquica y los mismos militares y políticos corruptos que acompañaban al derrocado presidente anterior. ¿Que hubo cambios para que todo siguiera igual? Sin duda. Pero esto no lo dicen los medios a los que les interesa que la masa se siga chupando el confite de su alegre épica hedonista y no despierte nunca a la dura realidad de la manipulación, cuyo enfrentamiento crítico y rebelde es el requisito básico para pasar a un estadio superior de lucha.

Esta versión edulcorada evade el análisis crítico de lo ocurrido y por ello inmoviliza, desmoviliza o incita neciamente a la re-movilización festiva de las masas que participaron honestamente indignadas en las marchas. De aquí que a sus protagonistas más conscientes y críticos les toque replantear el movimiento sobre la base del análisis implacable de lo actuado y de los resultados que lo actuado tuvo en el remozamiento del poder oligárquico. Para hacer esto, es necesario que lo local se relacione con la pugna geoestratégica global entre EEUU y los BRICS, a fin de entender el porqué de los “golpes de Estado blandos”, las “revoluciones de colores” y sus “luchas contra la corrupción” en Brasil, Venezuela, Ecuador, Argentina, Guatemala…

Sólo la verdad nos hace libres. El autoengaño gratificador es el peor enemigo de la libertad.

En tanto esas condiciones de hambre, miseria y explotación pervivan, la lucha popular no cesará. Tenemos por esto la harta obligación de ganar esta guerra por la memoria.

Mario Roberto Morales
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