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Jaime Barrios Carrillo

El conquistador Pedro de Alvarado, en una de sus Cartas de Relación a Hernán Cortés, escribía que había contraído nupcias con Doña Beatriz de la Cueva, la cual llegó desde España acompañada de 20 mujeres solteras las cuales describe como: «doncellas muy gentiles mujeres, hijas de caballeros, de muy buenos linajes; bien creo que es mercadería que no se me quedará en la tienda nada, pagándomela bien».

Al entrar a los territorios que iba a conquistar en Guatemala, se cuenta que sus tropas se toparon con una mujer india que parecía muy confundida, considerándola loca la asesinaron en el acto.

Estas anécdotas de hace medio milenio, ilustran el origen, desarrollo y fijación de las estructuras patriarcales, racistas y misóginas que todavía imperan en la República de Guatemala. No dejemos de agregar que la mujer precolombina era también una subordinada al poder patriarcal. Baste recordar el mito, contado en el Popol Wuj, de la princesa Ixquic embarazada por un árbol. Ixquic no puede responder a su padre Cuchumaquic sobre la identidad del fecundador y este colérico le grita: “no eres más que una prostituta”. Enseguida da órdenes a los cuatro búhos o Tucur de que la maten en el monte, pero el femicidio no se concreta gracias a una ingeniosa treta de Ixquic.

Resaltemos que durante los tres siglos de la Colonia la escritura y la imprenta estuvieron vedadas para las mujeres, con la excepción de las «divinas reclusas». Eran las monjas conventuales, pertenecientes a familias ricas o sea criollas encomenderas, descendientes de conquistadores o funcionarios reales. En los conventos de clausura, que en algunos casos eran verdaderas residencias de lujo apartadas del mundo, estas monjas o sores escribían y leían. En especial Sor Juana de Maldonado y Paz, la primera escritora guatemalteca, anterior a la célebre mexicana Sor Juana Inés de la Cruz.

Juana de Maldonado aparece como personaje secundario en las novelas históricas de José Milla. Máximo Soto Hall escribió una biografía novelada de ella en 1938. Más se negó durante mucho tiempo que esta monja hubiese existido, que era solo una leyenda y un personaje literario. Estudios contemporáneos e investigaciones de archivo, han demostrado plenamente su existencia y se ha rescatado una parte pequeña de su obra. Fueron fundamentales los trabajos de la desaparecida académica, poeta y feminista Luz Méndez de la Vega, de quien conmemoramos este año el centenario de su nacimiento.

Con la Independencia en 1821 no sobrevinieron cambios en las estructuras patriarcales. La mujer continuó siendo una subalterna. Sin embargo Francisca García Granados, La Pepa, surge escribiendo, bajo un seudónimo masculino, textos críticos y sarcásticos. Al conocerse su verdadera identidad tiene que salir al exilio, desde donde sigue escribiendo sátira política y poesía. Es conocida la pieza El Sermón, donde de manera atrevida y llena de humor toca temas eróticos prohibidos, considerados entonces tabú. Acorde a las investigaciones de la académica española Helena Establier Pérez de la Universidad de Alicante, La Pepa contribuye a la construcción del sujeto femenino en la literatura del continente y es una pionera del romanticismo entre dos mundos.

Durante el primer siglo de la Independencia sobresalió Vicenta Laparra (1831-1905) por ser la primera dramaturga del país, además de pedagoga y periodista, fundadora de revistas.

El siglo XX comenzó viendo el surgimiento de escritoras y poetas. Algunos nombres son la poeta María Cruz, viajera incansable. Luz Valle, periodista y poeta, fundadora y directora de la revista Nosotras en 1933. Infaltable resulta la multifacética Magdalena Spínola. Sufrió persecución, cárcel y exilio por parte de la dictadura del general Jorge Ubico. Poeta y feminista, su poesía tiene contenidos eróticos. Spínola formó parte del Comité pro ciudadanía que luchó por el derecho al voto de la mujer.

Elisa Hall publicó en 1938 la novela Semilla de mostaza sobre la vida del emigrante español Sancho Álvarez de Asturias, llegado a Guatemala en la segunda mitad del siglo XVII. La novela recrea el ambiente de la época colonial, imitando el castellano antiguo en un estilo que recuerda La gloria de Don Ramiro del argentino Enrique Larreta. La primera edición de 5 mil ejemplares se agotó, un récord para la época. Abundaron las reseñas, pero lo sorprendente fueron todas las acusaciones de que la obra era un plagio de un manuscrito antiguo, supuestamente encontrado entre las pertenencias de su suegro y que corresponderían a las memorias de un antepasado español. Las razones dadas por los negacionistas eran que Hall no podía haberla escrito, pues una mujer no podía haber producido aquella obra, por la erudición usada y el manejo del lenguaje. En 2011 la filóloga española Gabriela Quirante Amores, publicó un texto producto de sus investigaciones, donde concluyó que Elisa Hall era la autora de la novela y que había sido víctima del sexismo de los años treinta en Guatemala.

En 1944 con la Revolución el 20 de octubre la mujer obtiene el derecho al voto. El ambiente era tan propicio que importantes escritoras centroamericanas se trasladan a vivir al país: la salvadoreña Claudia Lars, la panameña Esther María Osses, la hondureña Clementina Suárez y las costarricenses Yolanda Oreamuno e Eunice Odio, al lado de creadoras guatemaltecas como Alaide Foppa, Romelia Alarcón Folgar, Walda Valenti, Olga Martínez Torres y Angelina Acuña.

Pero el sueño terminó en 1954 con la intervención de la CIA americana y el derrocamiento del presidente Jacobo Árbenz. Volvió la persecución y la censura de escritores. Alaide Foppa se exilia en México, donde desarrollará una labor notable en el campo de la cultura y la literatura. Es una de las pioneras del feminismo, no solo en México sino en toda América Latina. Sobresalió con sus cátedras feministas en la UNAM, así como los programas en Radio Universidad. Con Margarita García Flores funda la revista Fem, publicación referente de la lucha por la igualdad de género.

A finales de 1980 Alaide Foppa rompe su exilio y visita a su madre enferma en Guatemala. Es entonces secuestrada por fuerzas paramilitares y suma un caso trágico más de los llamados desaparecidos. Dos meses antes había sido también desaparecida la periodista Irma Flaquer, crítica de los gobiernos militares.

En 1992 Rigoberta Menchú obtiene el Premio Nobel de la Paz. Rigoberta realza con su testimonio y sus textos, la condición femenina en un mundo dominado por estructuras patriarcales. Rigoberta concreta la triple condición de discriminación y opresión por ser indígena k’iche’, campesina pobre y mujer. De ahí las reacciones de tonos agresivos, a veces de abierto odio, y la subestimación por todo lo hecho y escrito por Rigoberta Menchú. De manera análoga a la conjuración machista contra Elisa Hall, a Rigoberta la han acusado de mentir, de falsear realidades para sacar provecho personal.

Con la firma de la Paz entre las guerrillas y el Estado en 1997, se pensó en la emancipación de la mujer. Si bien es cierto que la persecución política mermó, no por eso se han eliminado las estructuras patriarcales. De hecho, todos los comandantes y políticos que firmaron la paz fueron hombres.

Anatemización, rebajamiento y discriminación contra la escritura y las voces femeninas han sido constantes durante la historia del país. Las voces de las mujeres, sin embargo, nunca han sido silenciadas. Sobresalen los nombres de Luz Méndez de la Vega. Ana María Rodas, Margarita Carrera, Isabel de los Ángeles Ruano, Carmen Matute y Delia Quiñónez, todas estas escritoras han obtenido el Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias. Existe una larga lista de valiosas escritoras y poetas, entre muchos nombres mencionamos a Julia Esquivel, Norma García Mainieri, Dina Posada, Anabella Acebedo, Aída Toledo, Mildred Hernández, Lucrecia Méndez de Penedo, Guisela López, Carol Zardetto, Carolina Escobar Sarti, Gloria Hernández, Mónica Albizúrez, Johanna Godoy, Regina José Galindo, Gabriela Gómez, Vania Vargas, Valeria Cerezo, Denise Phé-Funchal, Rosa Chávez, Maya Cu, Ixmucané Us, Victoria Colaj, Carmen Lucía Alvarado, Diana Morales y Susana Álvarez Piloña. 

Fuente: [https://elperiodico.com.gt/]

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Jaime Barrios Carrillo
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