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Jaime Barrios Carrillo

No conocemos nuestra historia. O preferimos olvidarla. Cuando un pueblo pierde la memoria histórica entra en riesgo de que vuelvan a cometerse atrocidades del pasado. Una metáfora del antropólogo norteamericano Richard Adams retrataba exactamente a la Guatemala crucificada por el poder de licenciados y militares.

Nuestra historia está marcada por intrigas de empresarios que pactan con la clase política, aliada a las mafias y sus alfiles o caballos militares, como quiera verse el ajedrez. Sin olvidar los jurisconsultos con muchos diplomas, pero sin ética. Usar el derecho contra los ciudadanos “incómodos” es una atrofia jurídica, una judialización criminal que aplasta la democracia.

La ralea de los abogados ha mostrado en los últimos años su moral de baja estofa. Se acabó la colegialidad y la certeza jurídica. Se substituyó con la maniobra, la corrupción, el terrible lawfare que estamos viviendo, cuando vemos como los abogados se prestan a la persecución de los exoperadores de la Cicig y de los jueces y fiscales decentes. Lo que han hecho doña Porras y su Curuchiche no tiene nombre: han anulado el Estado de Derecho en Guatemala, contribuyendo al subdesarrollo político y económico, ante la plena complacencia del Pacto de Corruptos, escondido en la anonimidad, pero existente en los actos que hunden al país.

La denuncia contra José Rubén Zamora Marroquín Zamora no solo es espuria sino tosca. La captura confirma la estrategia de imponer el silencio, de callar a la prensa independiente, utilizando de manera perversa recursos del Estado. La arremetida legal contra el presidente de elPeriódico está inmersa dentro de una estrategia cuyo objetivo es consolidar una dictadura disfrazada de sistema legal, el lawfare.

Al mismo tiempo que se fabrica una acusación judicial contra Zamora se libra de una orden de captura a la esposa del Don Corleone de los canales de la televisión, Ángel González y después se le exculpa de todo. No es un secreto la alianza del Pacto de Corruptos con medios radiales y televisivos. Y se libra asimismo de cargos una exmagistrada delincuente a la que se restituye en el cargo, pagándole salarios caídos que llegan a los cinco millones de quetzales. Mientras los guatemaltecos emigran por la pobreza y falta de empleo. La desnutrición azota, pero los diputados roban y engordan en concordancia con un presidente
incompetente y autoritario.

Las investigaciones jurídicas son instrumentalizadas para realizar acciones políticas y represivas, dando una fachada de legalidad. Nada dice el Colegio de Abogados. Calla la otrora digna facultad de Derecho de la San Carlos, nuestra universidad cooptada y penetrada por la corrupción. Nada dicen tampoco las otras universidades, menos las llamadas “de garaje”, que producen abogados como si fueran conejos, gente sin escrúpulos que se prestan a todo. Se acabó la ética y el conocimiento.

¿Han sido siempre corruptos los abogados? Por supuesto que no. Justo recordar a los vilmente asesinados Rolando Andrade Peña, Jorge Jiménez Cajas, Abel Lemus, entre muchos.

¿Y los políticos? También ha habido otra clase con calidad moral en medio siglo de corrupción y represión. Los abogados socialdemócratas Manuel Colom Argueta, Adolfo Mijangos, Francisco Villagrán Krámer, Mario Tello, Alfredo Balsells Tojo, Américo Cifuentes y otros, fundaron el embrión del histórico Frente Unido de la Revolución FUR. Tomaría 18 años la inscripción por obstáculos maliciosos.

Retrocedamos a un lejano 13 de enero de 1971. Pasadas las siete de la noche recibía el alcalde capitalino Manuel Colom Argueta una llamada. Se puso lívido, apretando el auricular preguntó si estaba confirmado. “Si, lo acaban de matar”. Hacía dos semanas con Adolfo Fito Mijangos se habían deseado Feliz Año terminando con la expresión: “Cuídate mucho”. “Vos también”. ¿Por qué había que cuidarse en Guatemala? ¿Quién los vigilaba?

Fito nació en Xelajú, creció en la capital y estudió en Europa. Chivo universal, apasionado de la lectura y políglota que leía en inglés, francés e italiano. Un hombre alegre a pesar de la parálisis. Su amigo uruguayo Eduardo Galeano lo dibuja: “Le gustaba cantar, saludar la vida: no tenía piernas para bailar, pero batía palmas alegrando las fiestas”.

Colom Argueta tendría ese 13 de enero sentimientos encontrados: incertidumbre, arrebato, pena. Meses después en entrevista concedida a Víctor Perera del New York Times cuando este le preguntó sobre Mijangos no dudo en responder que “había perdido a su mejor amigo”. Y Guatemala a un abogado y político singular por su fervor y probidad.

Fito estaba en las listas de la muerte de la Mano Blanca. Se resistía a creer que llegarían tan lejos: “no se atreverán a matarme, dada mi condición física”. Por desgracia estaba equivocado.

Cuando hacía su doctorado en la Sorbona cayó de un balcón rompiéndose la médula espinal, con consecuencias de paraplejía irreversible en las piernas. No obstante, terminó el doctorado y superó su condición de minusválido mediante el trabajo intelectual y político en el cual lo acompañó su esposa Clotilde Agulló.

Aquel fatídico día de enero, afuera de su despacho, sicarios con sueldo del Estado lo mataron cuando entraba a su Peugeot con ayuda del chofer Vinicio Ramírez quien salió herido. Lo acribillaron por la espalda.

Meses antes había sido agredida la comisión de la San Carlos que revisaba el tratado con la EXMIBAL, dispuesta a vaciar el níquel del país a cambio de regalías exiguas y millonarios sobornos al régimen de Arana. Fito estaba en la comisión con los abogados Julio Camey Herrera y Alfonso Bauer Paiz y el economista Rafael Piedrasanta. Fueron baleados a excepción de Fito y Piedrasanta, falleciendo Camey Herrera y herido Poncho Bauer se exiló en México y Piedrasanta en Costa Rica.

Américo Cifuentes en sus Memorias, libro recomendable, incluye el trabajo legislativo de Fito. Impresiona su conocimiento de mecanismos parlamentarios. Fito veía a la Constitución del 65 como un producto militar hecho en Estado de sitio. Fue concebida por el abogado capitalino Jorge Skinner, constituyente por el Quiché nombrado a dedo por la junta militar. ¿Visitaría este señor alguna vez ese Departamento?

El terremoto de 1976 desnudó la vulnerabilidad del país, las catástrofes golpean a los pobres. Los políticos medran con ellas. Pero no todos. Dos semanas después del sismo asesinan a otro líder del FUR, el abogado Rolando Andrade Peña. Había asumido la asistencia a los afectados por el terremoto que asentó en terrenos donde la familia del expresidente Arana tenía intereses. La sombra del Chacal seguía azotando el país.

Una nueva llamada trágica para darle la trágica noticia. Esta vez a Italia donde Colom Argueta se había trasladado por amenazas de muerte. Aunque ya habían tratado de matarlo toma la decisión de regresar. Tres años después, 22 de marzo de 1979, tras lograr la inscripción de su partido FUR fue asesinado por comandos dirigidos desde un helicóptero por el general David Cancinos, según la Comisión para el Esclarecimiento Histórico. Perpetrado según un archivo desclasificado de la CIA por el Comando Seis del esbirro Pedro Arredondo, condenado por la masacre de la embajada española, bajo el mando del sanguinario abogado Donaldo Álvarez, ahora prófugo de la justicia. El magnicidio de Colom es la heroica crónica de una muerte anunciada.

Eran otra clase de abogados. Comprometidos con la ley y el país. Opuestos al pacto de corrupción de empresarios, políticos, militares y licenciados que aún pone magistrados y domestica presidentes, capaces de manipular los medios de la democracia formal para sus fines, como uso de las cortes para judicialización de la política, o métodos perversos que han ido en este medio siglo del asesinato a la actual estigmatización de chairo.

Pueblo que comete el mismo error cada cuatro años está condenado a sufrir las consecuencias de la cleptocracia. No tiene ánima fiera y esclavo será.

Tres años después, 22 de marzo de 1979, tras lograr la inscripción de su partido FUR fue asesinado por comandos dirigidos desde un helicóptero por el general David Cancinos, según la Comisión para el Esclarecimiento Histórico. Perpetrado según un archivo desclasificado de la CIA por el Comando Seis del esbirro Pedro Arredondo, condenado por la masacre de la embajada española, bajo el mando del sanguinario abogado Donaldo Álvarez, ahora prófugo de la justicia.

Fuente: [elperiodico.com.gt]

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