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Jaime Barrios Carrillo

Las potencias europeas se expandieron en América desde el mal llamado descubrimiento del 12 de octubre de 1492. El proceso comenzó con la Colonia española en América y la portuguesa en Brasil y siguió con las colonias ingleses y francesas en lo que serían Estados Unidos y Canadá y en el Caribe. En la América hispana se establecieron los virreinatos, como en México y Perú, y las capitanías generales, como en Cuba, Chile y Guatemala.

La democracia llegaría a América con la Independencia de Estados Unidos donde se establece el sistema constitucional, federal y republicano. En la América Hispana con las independencias de los países se adopta también el sistema republicano y durante el siglo XIX encontramos a pesar de las guerras internas entre conservadores y liberales, formas republicanas que se acercaron al sistema democrático representativo, pero con abundancia de dictaduras militares o unipersonales como en Argentina, Colombia, México, Perú, Ecuador y Guatemala. Durante el siglo XX se consolidaron los Estados nacionales republicanos y algunos países tuvieron un sistema democrático funcional, con elecciones libres y alternatividad en el poder, es el caso de Uruguay, Chile y Costa Rica.

En los años setenta se dieron los golpes militares en el Cono Sur y desapareció la democracia hasta avanzados los años ochenta. En Centroamérica se intensificaron las guerras internas con diferentes resultados y a mediados de la década de los noventa se firmaron los acuerdos de paz que permitieron a Guatemala y El Salvador la democracia formal. En Suramérica, los partidos políticos sustituyeron definitivamente a las juntas militares y se han dado elecciones libres con alternabilidad en el poder.
Después de lo que suele llamarse “la década perdida” de los noventa cuando se implementaron los modelos neoliberales han venido los partidos y frentes de izquierda democrática ganando elecciones, ahora en la mayoría de los países. ¿Qué se espera entonces de la democracia?

En primer lugar, hay que recordar que un sistema democrático es un mecanismo social de toma de decisiones. Lo anterior es positivo, mas funciona siempre y cuando haya una cultura democrática. En segundo lugar, los partidos son los canales de la democracia representativa entre el Estado y los ciudadanos. Pero ¿qué sucede cuando los partidos tienen tantas debilidades y carencias? Se vuelven instrumentos de intereses particulares o personales y no constituyen expresiones ciudadanas. Los partidos políticos deben ser algo más que canales hacia el poder. En Guatemala se activan solamente para las elecciones.

Los partidos actuales no han logrado desarrollar lo que el asesinado líder socialdemócrata Manuel Colom Argueta intentó con su partido, desarrollarlo como real y enteramente democrático. Dentro del modelo actual la representación se corrompe y los representantes (o clase política) se representan a sí mismos.

El liderazgo está basado en la verticalidad (las decisiones llamadas “a dedo”) o por la fuerza del dinero que aportan los verdaderos “dueños” de los partidos o sea los financistas, los cuales suelen cobrar las “facturas” políticas vía tráfico de influencias. “El financiamiento ilícito es el talón de Aquiles de la democracia guatemalteca”, afirmaba el excomisionado de la Cicig Iván Velásquez.

Hay que precisar que además de la democracia representativa existen procesos democráticos de participación, comúnmente llamados democracia participativa. La democracia participativa corresponde a una dinámica no solo de mecánica electoral, sino del involucramiento de amplios sectores ciudadanos. La sociedad civil en este caso forma parte esencial de la democracia. Pero la sociedad civil y sus representantes están ahora en la mira del Pacto de Corruptos. Dictadura: suprime sociedad civil y prensa independiente y usa la judicialización para perseguir.

También se han cooptado todas las instituciones del Estado, incluyendo las cortes. Y se persigue ahora a los fiscales de la ex-Cicig y al mismo tiempo se amedrenta a los jueces decentes. Al echar abajo lo logrado por la Cicig han convertido a Guatemala en un Estado cleptocrático y vamos directamente a la dictadura disfrazada de ley, lawfare, que se propone eliminar todo contrapeso y toda voz crítica de medios independientes y periodistas considerados incómodos. ¿Está Guatemala condenada a muchos años de corrupción e injusticia?

El problema central de la democracia es la corrupción incrustada en el Estado con el aval y participación de una clase política corrupta. Un capitalismo moderno no puede presuponer el enriquecimiento ilícito a costillas del Estado o por medio de negocios con el mismo. La corrupción es el gran enemigo de la democracia en América Latina. En Guatemala, las élites devoradoras apoyaron plenamente el triunfo de los últimos tres ladrones e incompetentes presidentes. Y tres legislaturas que parecen sacadas de una película de horror cómico. Estos resultados se explican por la situación de una ciudadanía confundida y temerosa a causa de las décadas pasadas de sangrienta represión y terror institucionalizado. Debe superarse, con urgencia, la incapacidad de los sectores que apoyan la democratización del país y que se articulen y unan contra el bloque histórico de corruptos. Pero, el panorama político muestra lo contrario, la oposición está fragmentada y los diputados “progres” están más preocupados de su propia reelección que de enfrentar al Pacto de Corruptos. Es una irresponsabilidad y pareciera que no hay nada ni nadie que pueda hacerlos entrar en la razón histórica. Se requieren cambios y no diputados dizque progresistas sentados en sus curules 20 o más años.

Una consecuencia de la ausencia de democracia es la extensión de la pobreza. Se acentúan las carencias hasta traspasar el límite de lo esencial para vivir, por ejemplo, las muertes de niños por hambre y el alto grado de desnutrición infantil. El resultado es el escape desesperado de una migración incontrolable. La gente guatemalteca y de otros países con déficits democráticos sueña con Estados Unidos. La ecuación debería ser la siguiente: más democracia y menor pobreza.

El sociólogo francés Alain Touraine tiene conceptos innovadores en torno a la democracia. Señala la importancia de los actores en las decisiones sociales. La democracia, concluye Touraine, deberá valerse más de modelos o paradigmas culturales. La cultura implica comportamiento y conjunción de lo individual con lo colectivo. Tanto el individualismo como el colectivismo responden a posiciones extremas, ambas antidemocráticas. A la democracia corresponde conciliar las diferencias (sociales, étnicas, económicas) que pudieran afectar a los sujetos de una sociedad. En Guatemala debe superarse la “cultura de la ilegalidad”.

La cuestión central gira alrededor de lo que suministra la democracia. Si suministra salud, educación, seguridad y empleo, entonces la democracia cumple su cometido. Democracia que no se desarrolla se convierte en mero ritual.

La inviabilidad de una sociedad se mide cuando exporta gente a causa de la pobreza. Los indicadores son claros: el sistema produce miseria, exclusión y sufrimiento social. La mayor amenaza, repetimos, es la cooptación del Estado y sus instituciones por el bloque histórico de corruptos que ejercen la hegemonía y sus conexiones con el narco.

El pueblo guatemalteco ha sido fuerte en la historia. Se necesita fortaleza para sobrevivir terremotos, catástrofes naturales, dictaduras militares y el terror al nivel de genocidio. Es un pueblo luchador, baste con repetir que los migrantes sostienen al país con sus remesas. Miguel Ángel Asturias afirmaba: “Solo el Pueblo salva al Pueblo”.

En el 2023 tendremos más de lo mismo y aún peor. Y el sector progresista muy indiferente a las consecuencias de su falta de articulación. Algunos partidos creen que pueden solos ante el Pacto de Corruptos, desconocen el concepto de correlación de fuerzas y el de unidad de acción.

La inviabilidad de una sociedad se mide cuando exporta gente a causa de la pobreza. Los indicadores son claros: el sistema produce miseria, exclusión y sufrimiento social. La mayor amenaza, repetimos, es la cooptación del Estado y sus instituciones por el bloque histórico de corruptos que ejercen la hegemonía y sus conexiones con el narco.

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Jaime Barrios Carrillo
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