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Triángulo Norte ¿tiene norte?

Manuel R. Villacorta O.
manuelvillacorta@yahoo.com

La política exterior del Gobierno de Estados Unidos hacia la región centroamericana, con especial énfasis en lo referente al llamado Triángulo del Norte, posee objetivos evidentes: A. Frenar la migración humana hacia su país. B. Erradicar el crimen organizado y la corrupción estatal. C. Preservar los recursos naturales. D. Reducir la conflictividad social e instaurar una gobernabilidad relativa. Pero esta agenda es demasiado compleja. Para favorecer un tratamiento sistemático y de cumplimiento de objetivos, se ha creado el llamado Plan de Alianza para la Prosperidad del Triángulo Norte de Centroamérica (Guatemala, Honduras y El Salvador). Sus componentes están perfectamente contemplados y lo que procede ahora es intentar su implementación.

He ahí el dilema. El extraordinario desafío. No es la primera vez que el Gobierno de Estados Unidos intenta la implementación de un plan de desarrollo fuera de sus fronteras; han existido muchos, algunos con más éxito que otros. Pero es indiscutible que en este caso, el plan referido posee una importancia capital. El congreso de la Unión Americana está exigiendo mayores logros al Ejecutivo de ese país, en lo referente a los cuatro objetivos anteriormente planteados. Esto podría ya considerarse como un ultimátum. El presidente Obama no puede permanecer inmóvil, la exigencia ha llegado a extremos tales que un hábil empresario como Donald Trump ha recogido la estafeta ofreciendo a la sociedad estadounidense un gobierno menos tolerante con la migración ilegal y que le garantice una mayor influencia y poder global a esa nación. Todo apunta entonces a que el Plan de la Alianza para la Prosperidad del Triángulo Norte no lo detiene nadie. Los tres presidentes de los países centroamericanos fueron llamados recientemente a presentarse a Washington D.C. para ajustar los aspectos de su implementación. Para el Gobierno de Estados Unidos este plan tiene tanta importancia, como el proceso de paz que se desarrolla entre el Gobierno de Colombia y las FARC. En ese nivel está.

El plan se integra -irreversiblemente- con las necesidades sociales más acuciantes de los centroamericanos y sus problemas seculares: pobreza, bajo crecimiento económico, alto desempleo, violencia juvenil, corrupción estatal y una aberrante diferenciación en cuanto a la posesión de la riqueza, dado que en la región, menos de un 10% de la población acapara el 80% del capital. Integrar, entonces, las demandas del Congreso de Estados Unidos con las demandas sociales en Centroamérica es imprescindible, pero nada fácil. El plan avanza, pero con quién lo implementará el Gobierno de Estados Unidos: ¿Con autoridades torpes y corruptas como las que tenemos en el área? ¿Con organizaciones de la sociedad civil (ONG) la mayoría de veces igualmente ineficientes, retóricas y en muchos casos integradas a las redes de corrupción? ¿Con el gran capital local?

Hacer un plan desde lo teórico puede ser posible; implementarlo con éxito es una cuestión totalmente diferente. Si se seleccionan actores equivocados, el plan pasará a la historia y la región a un futuro caótico no imaginado.

No es la primera vez que el Gobierno de Estados Unidos intenta la implementación de un plan de desarrollo fuera de sus fronteras

Integrar, entonces, las demandas del Congreso de Estados Unidos con las demandas sociales en Centroamérica es imprescindible, pero nada fácil. El plan avanza, pero con quién lo implementará el Gobierno de Estados Unidos: ¿Con autoridades torpes y corruptas como las que tenemos en el área? ¿Con organizaciones de la sociedad civil (ONG) la mayoría de veces igualmente ineficientes, retóricas y en muchos casos integradas a las redes de corrupción? ¿Con el gran capital local?

Fuente: Siglo21 [http://www.s21.com.gt/or-jojma/2016/03/04/triangulo-norte-tiene-norte]

Manuel R. Villacorta O.