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¿Qué hacer? ¿Qué camino tomar? XIII

Irmalicia Velásquez Nimatuj

El debate alrededor de la aprobación a la reforma del Artículo 203 de la Constitución Política para que se reconozca la Jurisdicción de los Pueblos Indígenas es un proceso que evidencia cómo continúa reproduciéndose y sigue vigente en términos del imaginario pero sobre todo en términos de estructura institucional “La Patria del Criollo”.

Esa patria blanca, patriarcal y cristiana representada por miembros del CACIF y defendida por el múltiple sujeto ladino, afín a los sectores conservadores y activo en las derechas, que incluye la casi totalidad de las y los diputados, sistema de justicia, Ejército, todas las iglesias protestantes, el ala conservadora de la Iglesia católica, representantes de Fundesa, centros de investigación, medios de comunicación (editorialistas, periodistas y columnistas) hasta los doctores en derecho de la Universidad de San Carlos de Guatemala.

Todas y todos los anteriores se alternan el debate en el Parlamento, foros, conferencias o en cualquiera de sus espacios, luciendo como “expertos” –aunque en el fondo son los ventrílocuos de las elites decimonónicas– explicando con base a “su profundo conocimiento, basado en años de investigación (no en semanas o visitas de fines de semana a San Lucas o Tecpán) en los mundos indígenas, publicando en reconocidas editoriales académicas, acompañando o relacionándose en condiciones horizontales con sectores mayas por décadas”.

Y es esa “reconocida experticia” en las culturas, organización de vida, estructuras sociales, producción económica, andamiaje jurídico u operacionalidad política que sobre los mayas poseen, lo que les lleva a asumir la posición de que es peligroso y por lo tanto, deben evitar a toda costa reconocer en la Constitución que “los indios” desde la época prehispánica con variaciones y modificaciones no han dejado de ejercer y reproducir sus sistemas jurídicos y que son esas formas propias las que les han permitido mantener los equilibrios internos en sus territorios y que su función es la bisagra entre los mundos mayas y el mundo hegemónico. Aunque la permanente destrucción de esa bisagra social ha representado un debilitamiento no en las poblaciones mayas sino en el mismísimo Estado-Nación, ese que las y los ventrílocuos dicen defender.

Mientras tanto, desde la atalaya, la mayoría de los mayas analizan el espectáculo.

Fuente: [www.elperiodico.com.gt]

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Irma Alicia Velásquez Nimatuj