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Y por eso ahora pienso con seriedad y decencia, así.

Guatemala es una sociedad libre gracias a que no hemos permitido el comunismo. Aquí, el que quiere superarse se supera. Si alguien se propone llegar a tener una cementera, puede lograrlo. Y lo mismo pasa con quien quiera tener una cervecería, una minera, producir y vender café, azúcar, pollo o palma africana. Quien es emprendedor, sale adelante. Sólo fracasan los haraganes que estiran la mano para que los mantengan. Por ejemplo, los terroristas organizados en sindicatos, grupos étnicos, de campesinos, de mujeres, homosexuales, derechos humanos y otros cuya vocación comunista los hace soñar con quitarnos lo que con tanto trabajo hemos logrado en una vida de provecho para nosotros y para el país.

Es por eso que quienes creemos en Dios, en la Patria y en la Libertad debemos organizarnos para acabar con los sediciosos con los que compartimos calles y avenidas y con quienes nos topamos en los centros comerciales y hasta en las iglesias, a las que los buenos acudimos para cantarle alabanzas a Dios y adorarlo como se merece, no a causar zozobra.

Los terroristas quieren que el Estado les dé todo. Por eso buscan apoderarse de su control por medio de partidos políticos y votaciones, como en Venezuela, Ecuador, Argentina y otros países que ya cayeron en sus satánicas manos. Nosotros, los que amamos la libertad, creemos que son las personas de bien y no el Estado quienes deben regir los destinos económicos, sociales y culturales de un país. Por eso abogamos porque la iniciativa privada se encargue de la economía y la moral, y el Estado sea reducido a una oficina gerencial sin más poder que el de velar por el cumplimiento de la ley que proteja los intereses antes dichos.

Para lograrlo es imprescindible poner en práctica la recién creada Política Nacional de Seguridad, la cual propone aniquilar al terrorismo interno representado por toda suerte de grupos financiados por los comunistas de la cooperación internacional. Es necesario acabar –junto con los mareros y delincuentes comunes– con estos subversivos que se atreven a protestar por el costo de la electricidad y el mejoramiento educativo bloqueando las vías de tránsito público, y luego se quejan porque el glorioso Ejército los masacra como se merecen a fin de resguardar el sagrado derecho ciudadano (vedado en el comunismo) de movilizarse con libertad.

Pero además de estos terroristas hay otros que se encuentran enquistados en universidades y otras instituciones educativas, como las escuelas normales. Esta intelectualidad debe ser también eliminada porque el daño que le hace al país poniendo en bajo su nombre internacionalmente, se compara con el que le hacen los mareros y delincuentes comunes cuando establecen el clima de zozobra en el que vivimos por influencia de las ideas comunistas de los derechos humanos, el feminismo, los derechos de la niñez y de los pueblos indígenas, así como de otras ideas diabólicas que atentan contra la familia y la moral cristiana.

Urge aplastar a la inteligencia terrorista sacando a estos demonios de sus casas y llevándolos a un estadio a ser torturados y fusilados para regocijo de los buenos (que somos más), pues estos diablos tienen además el agravante de ser irónicos y sarcásticos, y la ironía y el sarcasmo son ofensivos atributos del Maligno, por lo que nos debemos negar a entenderlos. ¡Ante todo la seriedad y la decencia en el amor a la Patria!

 

Mario Roberto Morales
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