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La memoria es nuestra

Luchar por la memoria es luchar por el sentido de nuestras vidas.

Mario Roberto Morales

Como todos los productos intangibles de la humanidad, la memoria es una construcción ideológica cuya base material son los hechos documentados por protagonistas, testigos o investigadores. A partir de este insumo factual, la versión de la memoria colectiva se construye verbalmente y se hereda a las generaciones venideras, constituyéndose así en un componente fundamental de la identidad de los pueblos y las naciones.

En mi país se libra actualmente una denodada lucha por la memoria. Ésta se ha convertido en un espacio de disputa entre el pueblo y la élite oligárquico-neoliberal-militar, la cual se apresura a conformar de la noche a la mañana (como si eso fuera posible) una versión histórica oligárquica o “pensamiento único” sobre el pasado, publicando libros académicamente pobrísimos que sin embargo logran engañar a mucha gente en un país estructuralmente inculto y desinformado como el mío.

Pero no sólo mediante la publicación de libros “de historia” en los que se tergiversan los hechos es que la oligarquía pretende apropiarse la memoria de los hechos recientes. También lo hace mediante la Política de Seguridad Nacional del actual Gobierno, la cual consiste en militarizar la sociedad civil criminalizando la protesta social contra la contaminación del ambiente por la minería, las hidroeléctricas y la palma africana, y en tachar de terroristas las acciones legales contra mandos militares y oligarcas acusados de perpetrar genocidio contra pueblos indígenas durante la guerra contrainsurgente de los años 80.

La desesperada intentona ideológica de la élite oligárquico-neoliberal-militar de crear una tradición histórica instant-made y a su medida, tiene en contra la rampante mediocridad intelectual de los “pensadores” extranjeros a sueldo que la clique fascista contrata para perpetrar este simulacro de memoria, el cual busca eximir a sus más conspicuos miembros del delito imprescriptible de genocidio y de otros como las limpiezas sociales, el contrabando, la narcoactividad, la trata de personas, el robo de automóviles y la industria del secuestro, entre otros rubros empresariales de esta élite, vistos hipócritamente como ilegales por un Estado controlado por ella a través de una clase política corrupta y de un Ejército que vuelve a actuar –igual que en el conflicto armado– como fuerza de ocupación de su propio país.

La lucha por la memoria colectiva es la lucha por el sentido de nuestras vidas. Es lo que se les enseñará a los niños en el futuro. Constituye un elemento básico de la conciencia crítica que deberá promover el sistema educativo cuando pueda ser arrebatado de las manos de la oligarquía, los neoliberales, los políticos corruptos y los burócratas oenegeros políticamente correctos. La memoria somos nosotros. La lucha por ella es una lucha por nosotros mismos. Y hay que librarla tanto en el plano intelectual como en el legal y el de la movilización de masas. De lo contrario, la versión mediocre de la oligarquía se impondrá por algún tiempo, hasta cuando nuevos pensadores del futuro descubran la producción historiográfica de los intelectuales orgánicos de su pueblo.

Si aceptamos que nuestra memoria histórica no es distinta de nosotros mismos, se hace claro que en la defensa de su versión colectiva (y no elitista) nos va la vida, ya que la vida equivale al sentido histórico que la justifica, y ese sentido lo da la memoria.

La memoria somos nosotros. La lucha por ella es una lucha por nosotros mismos. Y hay que librarla tanto en el plano intelectual como en el legal y el de la movilización de masas.

Mario Roberto Morales
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