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El problema y la solución

El problema es la oligarquía y la solución es la pequeña empresa.

Mario Roberto Morales

No vivimos en el Sahara sino en un territorio pródigo en condiciones ideales para la producción de alimentos. Por ello, es un contrasentido que importemos maíz y trigo transgénicos y que nos los traguemos a diario produciéndonos enfermedades incurables. Si algo resultaría fácil de lograr aquí es la autosuficiencia alimentaria interna. Existe la tierra y el recurso humano para alcanzarla, y también una larga tradición agrícola premoderna sobre la cual podría crearse una amplia base de pequeña y mediana empresa agroindustrial con tecnología de punta, la cual podría de manera igualmente fácil exportar parte de su producción de primera calidad hacia el mercado mundial globalizado. Porque ocuparse de crear una economía productiva interna no implica darle la espalda a la globalización (cosa por demás imposible) ni al hecho de que formamos parte de un sistema-mundo gobernado por una lógica corporativa trasnacional, cuya reproducción se basa en la desnacionalización de las economías locales.

¿Nos entregamos a este arrollador tsunami desnacionalizador, o creamos una base productiva local para negociar nuestra participación en sus devastadores remolinos? Esta es la disyuntiva ante la cual nos encontramos y frente a la cual algunos países latinoamericanos como Venezuela, Ecuador, Bolivia, Brasil, Argentina y Uruguay han optado –cada uno a su manera– por la segunda posibilidad. El entreguismo sin más a la globalización corporativa desnacionalizadora es la receta que el neoliberalismo tropical vocifera en los medios de comunicación. Pero los militantes de este liberalismo de opereta son gente de clase media, asalariada, al servicio de la élite oligárquica vernácula, la cual constituye el único obstáculo para el desarrollo local de un capitalismo moderno, es decir, basado en la expansión sin límites de la pequeña y mediana empresa y el consiguiente crecimiento de las capas medias asalariadas. La defensa, pues, que los neoliberales de clase media hacen de la “libertad económica” equiparándola con las prácticas monopolistas de sus oligarquías (de las cuales son empleados de confianza), es una sonora incongruencia, explicable sólo en razón de la escasa formación educativa de su redundante constelación de licenciados.

Por el contrario, urge un proyecto de desarrollo económico basado en la producción local de mercancías y no sólo en la atracción de inversiones del capital corporativo transnacional, pues éstas sólo sirven para que las familias oligarcas se hagan socias minoritarias de este capital y vivan de sus rentas, mientras que –debido al nulo impulso a la productividad– la mayoría de la gente no tiene en dónde ni en qué trabajar, lo cual produce oleadas generacionales dedicadas a la economía informal y a las formas más marginales del delito organizado. Lo cual nos lleva a que la causa concreta de la violencia social y política es la lógica económica oligárquica, improductiva y rentista, la cual piensa sectorial y no nacionalmente.

La solución radica en impulsar desde el Estado a los pequeños y medianos empresarios para que produzcan localmente, a fin de relacionarnos con el sistema-mundo desde una posición de poder nacional. No en mantener a sangre y fuego un modelo oligárquico-rentista ni en apoyar a un gobierno corrupto que adquiriere más deuda pública para robársela, aduciendo que la misma serviría para “solucionar” el problema.

¿Nos entregamos a este arrollador tsunami desnacionalizador, o creamos una base productiva local para negociar nuestra participación en sus devastadores remolinos?

Mario Roberto Morales
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