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Estado cooptado II

Pareciera, entonces, que se hizo todo para que poco cambiara.

María Aguilar

Las declaraciones de varios acusados en los casos recientes de corrupción dejan al descubierto la debilidad institucional del país. De lo nacional a lo local y viceversa Guatemala ya no es un Estado cooptado sino uno colapsado. Y al fracasar las instituciones también ha fracasado la democracia impuesta hace 20 años. Proyecto pactado entre cúpulas, en el cual las elites tradicionales mantuvieron el poder mientras la comandancia guerrillera –no las bases– se conformó con firmar una paz de papel y con la posibilidad de fundar un partido político que representara a una parte de la izquierda. Pareciera, entonces, que se hizo todo para que poco cambiara.

Lo anterior lo evidencian los procesos investigados por la CICIG y el MP, en donde la democracia, la paz y las reformas neoliberales sirvieron para fortalecer a las elites emergentes, inmiscuidas en múltiples ramas del crimen organizado. De igual manera, la transición permitió el ascenso económico y la acumulación de bienes a colectivos criminales disfrazados de partidos políticos, instituciones religiosas, entidades cooperativistas, sindicatos, medios de comunicación, asociaciones de estudiantes, ONGs y otras.  Asimismo, se permitió a los poderes económicos y militares continuar exacerbando desigualdades y exclusiones disfrazándolas de fallos individuales de poblaciones pobres e indígenas, etiquetadas como “culpables de su propio atraso”.

Es obvio que la paz fue un requerimiento del capital extranjero para ingresar, saquear, desalojar y explotar de manera “legal y transparente”, siguiendo la noción positivista de que sin orden no hay progreso.

Hoy, Guatemala tiene la posibilidad de pensar en modelos de gobernanza incluyentes, pero esto pasa por asumir la complejidad y diversidad del país, así como de la aceptación de que urgen cambios estructurales que alterarán la comodidad de algunos sectores. Además, la diversidad no se reduce a agregar la categoría “pueblos” a documentos, proyectos y comunicados o a respaldar un multiculturalismo neoliberal, donde la participación de figuras indígenas intenta acallar las voces de las mayorías. Los cambios estructurales implican cambios generacionales, que están ávidos de darle sentido a la paz y la democracia que nuestros padres fueron incapaces de proveernos.

…se permitió a los poderes económicos y militares continuar exacerbando desigualdades y exclusiones disfrazándolas de fallos individuales de poblaciones pobres e indígenas, etiquetadas como “culpables de su propio atraso”.

Fuente: elPeriódico [www.elperiodico.com.gt]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

María Aguilar Velásquez
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