María Aguilar
En agosto de 2021, el presidente de los Estados Unidos Joe Biden convocó a políticos del mundo a La Cumbre de Líderes por la Democracia, evento organizado según la Casa Blanca porque “el desafío de nuestra época es demostrar que las democracias son eficaces para mejorar la vida de sus propios pueblos y responder a los problemas más significativos que enfrenta el mundo en general.” En la reunión, que se realizará el 9 y 10 de diciembre, los EE.UU buscan abordar tres ejes: el combate a la corrupción, promoción de los derechos humanos y defensa frente al autoritarismo.
Esta cumbre provoca dos reflexiones. La primera es sobre los participantes. Es claro que Washington sigue marcando el paso en lo que considera debe ser la “democracia” y a través de esta cumbre ha señalado a quienes pertenecen a la “Liga de la Justicia”, que son quienes le siguen el paso, enfocados en ideales americanos de “seguridad” y Estados naciones capitalistas. Al mismo tiempo deja fuera a quienes considera que pertenecen a la “Liga de la Injusticia.” Aquí, sin embargo, cae en el error de agrupar a países con políticos que operan como jefes de sindicatos criminales junto a otros países que han sido críticos de EE.UU. Fuera quedaron Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Cuba, Venezuela y Haiti, según Juan Gonzáles, asesor de asuntos hemisféricos, estos países llevan acabo “actividades preocupantes” y no están “listos para contribuir de manera productiva a la conversación.” Sin embargo, al ver la lista queda en duda qué tanto se pueden abordar estos temas críticamente cuando personajes como Juan Guaidó de Venezuela estará presente. Recordando, según la historia, que la creación de alianzas con golpistas para defender “democracias” es algo que EE.UU comenzó en 1954 y continúa inmerso.
Esto lleva a la segunda reflexión que es la continua falta de autocritica de EE.UU, que como nación no acepta su responsabilidad en la decadencia y destrucción de democracias alrededor del mundo y en el irrespeto de los derechos humanos, mientras asume que puede solucionar procesos de democracia, corrupción y avance del autoritarismo en otras naciones, cuando éstas son algunas amenazas que afectan actualmente a su territorio, donde el fascismo, corrupción y supremacía blanca inundan las filas republicanas y ganan terreno en espacios políticos, académicos o sociales, y amenazan con retomar el poder en las elecciones de 2024. Frente a esto ¿Cómo puede Washington defender la democrática fuera, cuando esta siendo socavada en su propio territorio? ¿Cómo hablar de anticorrupción cuando apoya el declive de intentos democráticos o de poner fin a la corrupción al permitir que intentos novedosos fueran destruidos? Un ejemplo fue la CICIG en Guatemala.
Fuente: [elperiodico.com.gt]
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