En medio de la crisis de salud, sus brazos no han dejado de trabajar y ahora sostienen al país.
Irmalicia Velásquez Nimatuj
El Banguat informa que el pasado mes de julio, en medio de la pandemia del COVID-19, las remesas que más de 3 millones de guatemaltecos, trabajando principalmente en EE. UU., envían a sus familiares, superó por primera vez los US$1 mil millones. El incremento indica que, en medio de la crisis de salud, sus brazos no han dejado de trabajar y ahora sostienen al país.
Sin embargo, el sueño por llegar a EE. UU. para trabajar y sacar adelante a sus familias ha tenido un alto costo en vidas humanas, de hecho no se sabe, por falta de estudios, cuántos guatemaltecos, centroamericanos, latinoamericanos o ciudadanos de otras regiones del mundo mueren por cada persona que logra llegar.
Cada vez más las probabilidades de migrar y llegar con vida son escasas, por múltiples razones, una de ellas es el control que el crimen organizado tiene de casi todas las rutas. Precisamente, mientras unos celebran el incremento de las remesas en varios países latinoamericanos -especialmente las autoridades-, otros, las familias y deudos conmemoraron el pasado 22 de agosto, los 10 años de la masacre de 72 migrantes en manos del entonces cartel de Los Zetas, en San Fernando, estado de Tamaulipas, México.
Esa masacre ocurrió a escasos 100 kilómetros de distancia de la frontera con EE. UU. cuando los 72 migrantes fueron ajusticiados porque los responsables no pagaron a Los Zetas. En la pared de una galera quedaron los cadáveres, con los ojos vendados y amarrados, 58 eran hombres y 14 mujeres. De ellos 24 eran hondureños, 14 salvadoreños, 13 guatemaltecos -5 eran miembros de una misma familia-, 5 ecuatorianos, 3 brasileños, 1 uno de la India y doce cuerpos que no fueron identificados. Luis Fredy Lala, un joven ecuatoriano, que solo recibió un disparó, logró caminar esa larga noche y pedir ayuda. Gracias a él se conocen los pormenores de esta matanza.
Posteriormente, más de 145 cuerpos fueron encontrados en fosas comunes también en la región de Tamaulipas, pero las y los migrantes han caído a lo largo y ancho de todas las rutas que les conducen a alcanzar el sueño de conseguir un trabajo que realmente transforme sus vidas y la de sus seres queridos. Hoy las y los desaparecidos se cuentan en miles, por eso, en noviembre de 2019 la Caravana de Madres de Migrantes Desaparecidos cumplió 15 años de seguir tras las huellas de sus hijas e hijos con la esperanza de encontrarlos.
Y así como los estados festejan el aumento de las remesas en medio de esta crisis mundial de salud, también deben honrar, pero, sobre todo, crear instituciones y políticas para buscar a los migrantes, quienes, siguiendo sus sueños, quedaron en el camino.
Fuente: [https://elperiodico.com.gt/]
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