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Un nuevo instrumento político

Para ligarnos a China, Rusia y EE. UU. en una globalización alternativa.

Mario Roberto Morales

¿Q pasó con la furia anti-arzuista y anti-jimmista, y con el paroxismo pro-ivánico de los medios de comunicación de la derecha lila y la izquierda rosa? ¿Bastó que el nuevo embajador de EE. UU. se dejara ver como al descuido con los dos primeros para que bajaran la cerviz? ¿Qué dicen de esto las fervorosas “plazas” anti-corrupción? ¿Es que Arzú dejó de ser el capitán general de la maldad para tornarse el buenazo que regala tamales y chocolate a la pobrería en estos días de frío? ¿Es que la devoción por San Iván y Santa Thelma se transformó en súbita y cruel indiferencia en los profesionales de la indignación placera? ¿Por qué, como en el 2015, todo se derrumbó de un día para otro y sin explicaciones?

La respuesta es que hubo un pacto intraoligárquico y un lobbying de nuestra ultraderecha en EE. UU. que –aunque negado con mano iracunda por los rosa-lilas– tuvo como consecuencia que se le bajara el vapor a las “plazas” que financia Soros. Esto, como síntoma de la imposición de la política trumpista de no dilapidar esfuerzos en países que –como el nuestro– son fácilmente manipulables por ignaros. ¿Aún hay duda de que los cabecillas de estas movilizaciones y dueños de los netcenters que manipulan el frágil cuanto errático opinionismo de las redes sociales, son una caterva de vendidos al financiamiento internacional: ese que se encarga de poner en escena un perverso simulacro de sociedad civil, mediante una constelación de pomposas oenegés dedicadas a la rentable industria de la victimización culturalista?

Esta nueva estafa a la ciudadanía debe servirnos de lección y acicate para construir un instrumento político soberano que nos funde como interlocutores alternativos a la oligarquía frente a Rusia, China y EE. UU. ¡Ya basta de plegarse al oenegismo vendido a Soros y a lo que él representa: el improductivo capital financiero especulativo transnacional que tiene al mundo al borde del abismo!

Esta es la oportunidad de sumarnos –como lo acaba de hacer Panamá– a la globalización alternativa que propone China con la cooperación de EE. UU. y de Rusia, a fin de que los países pobres nos beneficiemos de la misma en términos relativos y que dejemos de ser meros provisores de recursos estratégicos expoliados a cambio de migajas. Pero para hacerlo necesitamos de un instrumento político amplio, convergente, interclasista e interétnico, el cual estamos a tiempo de forjar mediante la convergencia de pequeños empresarios, asalariados de clase media y campesinos, en tres grandes objetivos: democratizar la economía impulsando la pequeña empresa mediante una banca pública y privada que otorgue préstamos pagables a los nuevos emprendedores; democratizar el Estado volviéndolo eficiente, probo y pequeño pero poderoso; y democratizando nuestras relaciones interétnicas haciendo que cese la discriminación por medio del conocimiento crítico de nuestra historia intercultural y del origen histórico de nuestras diferencias. ¡Así, sí vamos a la constituyente plurinacional!
En estas tres grandes metas –para el corto plazo– podemos converger y crear este magno instrumento político para volverlo interlocutor alternativo a la oligarquía y que renegocie el extraccionismo del Plan para la Prosperidad, incluyéndole consultas populares, estudios de impacto ambiental y regalías del 80% para el Estado. Ya no se plieguen –rosa-lilas– a un designio anti-nacional. ¡Súmense a la creación del interlocutor alternativo!

Fuente: [www.mariorobertomorales.info]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Mario Roberto Morales
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