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Economía del delito y del saqueo

Esta economía del delito y el saqueo pone en venta manos, brazos, piernas, plantas, agua, oxígeno y cielo.

Marcela Gereda

¿Sabía usted amigo lector que los productos que en el supermercado se ofrecen a los niños están colocados de manera estratégica al alcance de la vista de los pequeños?, ¿sabía que en otros países está prohibida la publicidad de bebidas azucaradas y otros productos nocivos para menores?

Las corporaciones, al entender la lógica del inconsciente comenzaron a manipular los deseos humanos, a formatearlos, a producirlos en serie, a masificarlos para crear una economía productiva basada en la satisfacción de los deseos creados en adultos y niños. De ahí que la cultura global de la que todos formamos parte es una en la que el consumo es el eje rector de la vida. Si no consumimos no ascendemos socialmente.

Con el bombardeo que hace el mercado hacia el inconsciente de los niños, los convierte en consumidores autómatas e insaciables. Y en esa manera de convertirlos en consumidores se convierten también en enormes contaminantes y proveedores de una gran huella ecológica sobre el planeta.

El progreso de esta economía en la que todo se produce para ser desechado tocó la capacidad límite de la Tierra. Porque nuestra manera de consumir y nuestros hábitos no son sostenibles para el planeta.

Ahí están ya los evidentes efectos y las consecuencias de la economía planetaria. Ahí están las sequías, las inundaciones, los huracanes, la crisis alimentaria, la escasez de agua, la deforestación de bosques, el derretimiento de los polos, el aumento en los océanos, la alternación de ecosistemas y la muerte de miles de especies y demás situaciones de riesgo ambiental que los gobiernos en alianza con las corporaciones tratan de tapar con un dedo.

Mientras los gobiernos y las trasnacionales se han dedicado a argumentar que contribuyen al “desarrollo” y al crecimiento económico, se sabe que detrás de muchas de estas, además de la explotación y violación de los derechos laborales, hay una peligrosa y amenazante contaminación ambiental.

Señala el sociólogo Boaventura de Souza Santos, “todo está vinculado; la crisis alimentaria, la crisis ambiental, la crisis energética, la especulación financiera sobre los commoditties y los recursos naturales, la apropiación y la concertación de tierras, la expansión desordenada de la frontera agrícola, la voracidad de la explotación de los recursos naturales… las enfermedades producidas por un medioambiente degradado”. Todo es producto de esta economía del delito en el que las oligarquías planetarias concentran el poder y los recursos.

En una estratégica alianza, gobiernos y corporaciones se las arreglan para lucrar en nombre de “la modernidad” destruyendo el medioambiente poniendo en riesgo el futuro del planeta y de la humanidad.

Como humanidad padecemos una economía sistémica basada en la lógica extractivista e intensa de los recursos naturales.

Extracción minera, de petróleo, de gas natural, y otros, son cada vez más violentos y se imponen en el nombre de un sacrosanto y manoseado “desarrollo”. Y quien se oponga a este mal llamado progreso es, según los países y las regiones, un “ecologista histérico”, un “campesino atrasado”, o un “indio bochinchero”.

¿Qué pasará cuando la contaminación de las aguas, los ríos, mares y lagos sea tan drástica que ya sea un asunto irreversible? ¿qué pasará cuando nuestra huella ecológica termine de arruinar todas las especies que dependen de nosotros? Por ello es imprescindible cambiar el chip: que a los niños de hoy les enseñemos más a vivir armónicamente con la naturaleza, que a dominarla y destruirla.

El lavado de imagen que hacen las empresas busca hacer creer a los consumidores o clientes que la empresa toma en cuenta la problemática ambiental. La práctica de envolverse en un baño de pureza ecológica es típica de la deshonestidad de este sistema económico que gusta disfrazar la realidad con tal de salir ganando.

En una voracidad por obtener las más altas ganancias, las empresas, están dilapidando la naturaleza. Esta economía del delito y el saqueo pone en venta manos, brazos, piernas, plantas, agua, oxígeno y cielo. Todo lo que toca lo convierte en mercancía intercambiable.

La retirada de Trump de los Acuerdos de París, la reducción del ozono, el aumento de sustancias tóxicas en el ambiente, el aniquilamiento de la biodiversidad y esta lógica de extraer todo cuanto se pueda de la tierra, que presenciamos, es entre otras cosas la oportunidad para zangolotearnos y poner todas nuestras mentes y corazones a actuar al servicio de dejar de destruir nuestro único hogar.

Fuente: [https://elperiodico.com.gt/opinion/2017/07/10/economia-del-delito-y-del-saqueo/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Marcela Gereda
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