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El lunes 11 de febrero, dos noticias llamaron la atención de miles de personas en el mundo. Por un lado, se supo que la Secretaria General del Sindicato de Prostitutas de Nigeria, Jessica Alvis, ofreció “una semana de sexo gratis” a los miembros de la selección nacional de futbol de su país si ésta ganaba la Copa Africana de Naciones, misma que Nigeria obtuvo al ganarle 1 a 0 a Burkina Faso en Johannesburgo, coronándose como campeona por tercera vez en su historia. Por otro lado, también se supo de la renuncia a su cargo del Papa Benedicto XVI, cariñosamente apodado “el Rotweiler de Dios” por sus filiaciones con el Opus Dei y otras instancias guardianas de la fe ajena, quien arguyó avanzada edad y consiguiente falta de fuerzas “para ejercer adecuadamente el ministerio petrino”.

En cuanto a las reacciones del público ante estas dos noticias, en varios lugares se ha empezado a instar a las prostitutas locales a ofrecer estímulos semejantes a sus respectivas selecciones nacionales de futbol, en especial en países en las que éstas no ganan ni una rifa. Lo interesante de la noticia de Nigeria y de estas reacciones de la fanaticada futbolera tiene que ver con que para que las prostitutas de otros países pudieran ofrecer algo semejante a sus futbolistas, tendrían que estar organizadas en sindicatos, lo cual en verdad solucionaría uno de los principales problemas que afronta la prostitución en nuestras latitudes: la falta de protección laboral y de condiciones de salud adecuadas para el buen ejercicio de la profesión.

Porque, al contrario de lo que predican los moralistas que andan por ahí “salvando” hetairas de su “mala vida” y sus “malos pasos”, el único problema que presenta a la sociedad la prostitución voluntaria (algo muy aparte es la trata de menores) es la de la falta de organización de sus trabajadoras y la consecuente ausencia de derechos laborales de cara a la majestad de la ley, pues esta desprotección es la base de todos los conflictos que enfrentan al convertirse en víctimas de sus clientes y patronos cuando éstos las abusan exigiéndoles formas de labor con las cuales ellas discrepan y no desean desempeñar. En otras palabras, la prostitución es un problema para la sociedad porque la sociedad es un problema para la prostitución. Y ojo, que tanto la sociedad como la prostitución tienen un origen simultáneo. Pero hay que ver la diferencia cuando estas trabajadoras están organizadas. Pueden hasta darse el lujo de estimular a su selección de futbol para contento de la fanaticada nacionalista. Al extremo de que en Nigeria ya abundan los piadosos que bendicen a sus prostitutas por su eficaz manera de “hacer patria”.

En cuanto a las reacciones por la renuncia del Papa, hay quienes, con espíritu deportivo, lo felicitan por saber retirarse a tiempo e invicto, y hay otros que no caben en su desconcierto pues no logran asimilar todavía el hecho de que alguien pueda decir no a la digna ocupación de santo, sobre todo después del patético y lastimero ejemplo de Juan Pablo II, cuyo sufrimiento se hacía palmario a cada paso dado, a cada bendición celebrada. Sea como fuere, Benedicto afirma que no aguanta con sus años y ante eso poco resta qué discutir.

Estas noticias son ya la comidilla de barberías, prostíbulos y otros ambientes sustitutos del ágora griega. Por mi parte, ambas fueron recibidas con sincero y respetuoso entusiasmo.

Mario Roberto Morales
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