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Violación y maternidad forzada

Lucía Escobar
Lucha Libre
@liberalucha
laluchalibre@gmail.com

La crueldad se manifiesta con total impunidad en los cuerpos de las mujeres. Cada día en Guatemala, al menos 11 niñas menores de 14 años son abusadas sexualmente. En el 84 % de los casos, el agresor es un familiar cercano; en un 30% el violador es el padre de la niña.  Muchas de estas adolescentes parirán a sus propios hermanos.

Durante el año 2017, el Ministerio de Salud contabilizó casi cien mil partos donde la madre tenía entre 10 y 19 años. La mayoría de esas niñas nunca terminarán la escuela. Casi todas carecen de recursos económicos, no tienen acceso a educación sexual ni a métodos anticonceptivos, y encima las culpan en sus familias y comunidades por “abrir las piernas”. Guatemala, según datos de CEPAL; tiene la tasa de fecundidad más alta de latinoamérica.

Es una pandemia tantas niñas violadas, embarazadas contra su voluntad y obligadas a asumir el nada fácil papel de madres cuando ni siquiera pueden cuidarse a sí mismas.  No son números ni cifras nada más, son jovencitas que sufren y que no podrán cambiar su destino sin una política pública que las ayude a empoderarse, que les de información sobre su cuerpo, cómo funciona y qué derechos tienen.  La sociedad culpabiliza a las jóvenes por los delitos que cometen los hombres. Criminalizan a la mujer que aborta en lugar de endurecer las penas contra el violador.

Estas jóvenes no conocen el placer porque su contacto con el sexo ha sido a través de la violencia. Son madres sin orgasmos pero con hijos, condenadas de por vida a una maternidad forzada. No comprendo a quienes sienten más empatía por un hipotético ser (del tamaño de un frijol) que por una niña real con sueños, ilusiones,  problemas, sobreviviente de violaciones continuas.

Espero que nunca olvidemos al medio centenar de jovencitas que el año pasado denunciaron ser víctimas de violaciones y de trata sexual en un hogar del estado.  Ellas fueron encerradas en un infierno. El 8 de marzo 41 niñas murieron calcinadas, gritando, suplicando que les abrieran la puerta ante la indiferencia estatal. En nombre de esas niñas, de la convicción de que es necesario cuidarlas y protegerlas, varias organizaciones presentaron ante el Congreso de Guatemala, la Ley de Protección integral, acceso a la justicia, reparación digna y transformadora a las niñas y adolescentes víctimas de violencia sexual, explotación sexual y trata de personas.

Ójala no hubiera necesidad de esa ley.
Ójala la cultura machista acabará para siempre.
Òjala los hombres no tuvieran que violar.
Ójala nadie se viera en la necesidad de abortar.
Ójala que ninguna niña sea obligada a parir.

Ójala que a nadie se le impusiera una maternidad no deseada, ya que no se puede obligar a amar. Y ser madre es amar incondicionalmente.

Fuente: [www.elperiodico.com.gt]

 

Lucía Escobar
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