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Mario Roberto Morales

Se comportan como si todo se centrara en dos individuos: uno, con demencia senil y el otro con la delicadeza del elefante en la cristalería. Nadie analiza lo que cada uno de ellos representa ni la correspondiente pugna entre dos formas de capitalismo.

Por fin llegó noviembre. La humedad se va, el sol refulge, los cielos azules intensifican su brillo y la visibilidad se hace más profunda con el paso de los días. También empiezan los vientos del norte a barrer las nubes y la bruma. Y las pascuas, que comenzaron a florecer desde septiembre, esplenden por todas partes anunciando el final del año.

Aquí, aún se ve por la calle a demasiadas personas aterrorizadas por lo que los medios masivos les dijeron acerca del virus, cuyo manejo geopolítico está justificando el gran robo global que la oligarquía financiera (Rothschild-Soros et al) culminó en el 2008 por medio de sus bancos y que en el 2020 hace sentir sus peores estragos. También se puede ver en las redes sociales el cándido entusiasmo de las izquierdas rosa por la pírrica y dudosa victoria de Biden y a las hordas conservadoras sionistas-evangélicas-católicas lamentarse porque perdió Trump. Como si todo se centrara en dos individuos: uno, con demencia senil y el otro con la delicadeza del elefante en la cristalería. Nadie analiza lo que cada uno de ellos representa ni la correspondiente pugna entre dos formas de capitalismo.

Aquí, los que le iban a Trump y los que le iban a Biden andan por la calle con la mordaza llamada mascarilla debidamente colocada sobre sus narices. La usan dentro de sus autos y al aire libre, innecesariamente, porque están aterrorizados. Los progres van soñando con que Biden traiga de la mano a Thelma Aldana para “salvar el país”, junto con Iván Velázquez; y los ultraderechistas fantasean con que Trump no ceda el poder alegando fraude para que apoye a gobiernos fascistas como el actual, que sigue tramitando préstamos dizque para “combatir el virus”, para “reactivar la economía” y para las víctimas de la más reciente tormenta tropical. Nadie se percata de que con esas actitudes se hacen comparsas del sistema y de su bancarrota, gracias a que creen lo que ven en las redes sociales y otros medios de incomunicación.

Con el entusiasmo que provocó en las “izquierdas” el movimiento Black Lives Matter, financiado por Soros, al igual que Antifa, este megaespeculador culminó su objetivo de borrar las fronteras entre izquierdas y derechas en todo el mundo al modificar radicalmente la agenda de clase de la izquierda mundial y volverla culturalista y debidamente financiada, pues con ello logró consolidar a los ex izquierdistas como una compacta casta de oenegeros que acatan la agenda de la ONU como los católicos la del Vaticano. Formando parte de esta agenda, surgen politicastros cuya bandera es la “moderación”: un pastiche izquierdoderechista que acusa de “extremistas” a quienes mantienen una posición de clase en sus luchas por el interés mayoritario y los iguala con los que defienden el statu quo a sangre y fuego. Con eso buscan que tanto la ONU como Soros y lo que él representa ―el capital especulativo, responsable de la crisis económica y del manejo geopolítico del virus― financie sus ambiciones presidenciales, su discurso melodramático e idealizador del “pueblo” y sus gatopardistas promesas de cambio para que nada pueda cambiar.

Ya llegó noviembre y así nos encontró: aconsejando buenitamente al prójimo “quedarse en casa” dándole gracias a Dios porque el diablo de Trump perdió ante el ángel de Biden. Es decir, felizmente manipulados y librando “luchas” inocuas para exhibirlas en Facebook en busca de likes. Mientras tanto, como ambientación de fondo, Julio Iglesias canta nostálgico “La vida sigue igual”.

Los progres van soñando con que Biden traiga de la mano a Thelma Aldana para “salvar el país”, junto con Iván Velázquez; y los ultraderechistas fantasean con que Trump no ceda el poder alegando fraude para que apoye a gobiernos fascistas como el actual

Fuente: [www.mariorobertomorales.info]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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