lucha libre
Lucía Escobar
Este fin de semana tenemos restringido uno de nuestros deportes nacionales favoritos: chupar, beber, embriagarnos, alcoholizarnos, ponernos hasta las chancletas.
La ley seca es un esfuerzo por devolvernos de golpe a la cruda realidad, a la Guatemala en erupción continua, al país que según un estudio realizado por la Universidad de Gotemburgo de Suecia, ocupa el quinto lugar de diez países (el único de América) en riesgo de realizar una transición hacia un régimen autoritario. O sea que estamos a punto de volver a los “añorados” tiempos represivos de Ubico. Según el estudio V-Dem, la mayoría de los ataques a la libertad de expresión de los ciudadanos provienen de los gobiernos que limitan los espacios de la sociedad civil y erosionan el Estado de Derecho. Todo eso lo hemos visto; demandas a periodistas en juzgados de feminicidio, presos políticos por defender los derechos colectivos y las tierras, criminalización de activistas de derechos humanos, profesionales de la justicia, gente honesta que se ha exiliado del país. Imagínense que en lo que va de 2019, 27 mil 168 niños migrantes de origen guatemalteco y que viajaban solos, han sido capturados por la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos, 4 mil 871 casos más que en 2018. Y habría que sumar a los que agarran acompañados, y todos los que sí logran llegar, y los que se quedan en el camino, y los que no caben en las estadísticas. Son miles los que huyen del país. Pero volviendo al estudio sueco, en esta transición hacia el autoritarismo en la que navegamos los guatemaltecos, se evidencia un aumento de la polarización en la población; disminución de la participación ciudadana; falta de respeto entre opositores políticos; y aumento de los discursos de odio. El paro nacional convocado ayer por Codeca, tuvo poquísimo eco tomando en cuenta que son temas que nos afectan a todos; el desencanto y la falta de empatía ante las demandas de los estudiantes de la Usac que quieren evitar una privatización de la educación; y el desinterés general para ir a votar en esta segunda vuelta, son síntomas de una democracia enferma, cansada y a punto de sucumbir al desencanto total.
Guatemala es un sueño roto. La inestabilidad política del país y las borracheras de Jimmy Morales han agravado la conflictividad social. Este no es un país seguro, no hay acuerdo capaz de cambiar esa realidad, no hay guaro, borrachera, ni papalina tan grande que altere la realidad al punto de imaginarse que aquí podríamos atender las necesidades de otros cuando la desnutrición afecta a miles de niños y niñas aquí en nuestro territorio, y no hemos sido capaces de unirnos para evitarlo.
Nuestro castigo, nuestro mal karma por tanta indiferencia es que ahora nos toca escoger entre dos grandes males. Y ni siquiera podemos emborracharnos y dejarlo a mano del Cristo que se esconde al fondo del vaso. En seco vamos a enterarnos de que nuestro próximo presidente no va a resolver los problemas del país. Ya ni modo que por eso nos vamos a entristecer, y a deprimir. Por lo que propongo que nos juntemos a trazar un plan b; una nueva revolución, una fiesta, un terremoto, un oasis, antes que nos gane el autoritarismo y que se le pase la goma a Jimmy Morales, ¡Antes del Delirium tremens!
Fuente: [www.elperiodico.com.gt]
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