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Las Iglesias, Estados Unidos y Jimmy

Ricardo Barrientos

Al final de 1953, la estadounidense Agencia Central de Inteligencia (CIA) ponía en marcha la operación PBSuccess, el plan para derrocar al presidente Jacobo Árbenz.

El arzobispo guatemalteco de ese entonces, Mariano Rossell y Arellano, fue un actor clave en esa conspiración cuando desde el púlpito arengó a la entonces mayoritaria grey católica y hasta usó, sin escrúpulo alguno, una réplica del Cristo Negro de Esquipulas como arma política en procesiones anticomunistas.

La operación tuvo éxito con el golpe de Estado de junio de 1954: el presidente Árbenz cayó y Guatemala perdió grandemente. Es probable que Rossell y Arellano, los hermanos Allen y John Foster Dulles, John Peurifoy, Frank Wisner, Albert Haney y Howard Hunt nunca imaginaran la magnitud del daño que provocó su conspiración o llegaran a tener conciencia de ello: una guerra fratricida que incluyó actos de genocidio, atraso social y económico y, en general, sufrimiento enorme para la gran mayoría de Guatemala. Todo, por defender los intereses de una empresa bananera.

A 64 años de aquella operación, estoy convencido de que las cosas hoy son diferentes. Creo que a la mayoría de los liderazgos religiosos en Guatemala, en especial los representados en instancias como la Conferencia Episcopal de Guatemala y el Concejo Ecuménico Cristiano de Guatemala, los separa de Rossell y Arellano un abismo de conciencia. Sostienen y defienden sus creencias como el rechazo al aborto, una posición que debe respetarse, como respeto merece que el domingo antepasado lo manifestaran públicamente en una marcha multitudinaria. Pero sé que saben respetar también a quienes no piensan como ellos y que sabrán decirle un no categórico y contundente a Jimmy Morales en sus intentos de manipularlos cada vez que en sus cada vez más necios discursos habla de la familia y de la vida.

Con todo y Donald Trump y su jauría de fascistas en altos puestos del Gobierno estadounidense, también estoy convencido de que la mayoría de sus diplomáticos está integrada por profesionales que entienden el daño que su país ha causado en el pasado, incluyendo a Guatemala en 1954. Me consta que muchos mandos medios y posiciones de carrera del Departamento de Estado de ese país son ocupados por personas que ven con mucha preocupación lo que Jimmy Morales y su gavilla están haciendo y que, tal como lo han expresado públicamente miembros del Congreso y del Senado estadounidense, rechazan en forma y fondo la posición cómplice del secretario Pompeo con relación a la crisis actual. En contraste notable, otros miembros del denominado G13 sí han fijado una postura mucho más clara y enérgica.

También guardo la esperanza de que la ciudadanía guatemalteca sabrá separar esta vez sus creencias, convicciones y credos religiosos de los eventos políticos. Que no caerán en fintas y manipulaciones arteras como la del Cristo Negro en procesión anticomunista o la retórica maliciosa de Jimmy Morales al mencionar la vida y la familia cada vez que puede. Que sabrá darse cuenta del sofisma enorme de Morales al confundir instrucciones ilegales con órdenes judiciales en cuanto a que, en efecto, no está obligado a acatar las primeras, pero sí las segundas, que incluyen las resoluciones de la Corte de Constitucionalidad. Sin embargo, esta esperanza mengua ante hechos vergonzosos como la ovación que Jimmy Morales recibió en la gala de Agexport. ¿Tan barata es la conciencia de ese grupo de exportadores como para venderla a cambio del libramiento vial de Chimaltenango?

El maestro Diego Rivera plasmó con genialidad la tragedia de 1954 en su mural Gloriosa victoria. ¿Cómo retrataría Rivera a Estados Unidos, a las Iglesias, a Jimmy Morales, a los empresarios y a la ciudadanía guatemalteca si pintara un mural para representar la coyuntura actual?

Fuente: [http://plazapublica.com.gt/content/las-iglesias-estados-unidos-y-jimmy]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

José Ricardo Barrientos Quezada
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