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Un Quijote con mancha

Acerca de defender “como hombre” la censura al ejercicio periodístico.

Mario Roberto Morales

Uno de los signos inequívocos de que el fascismo avanza en un país, es la represión del ejercicio periodístico y la libertad de expresión. Esta censura se ejerce de múltiples maneras directas e indirectas. Quizá la más estridente de sus formas —vigente en el imaginario moderno— sea la quema de libros y la destrucción de imprentas en la Alemania nazi y en el Chile de Pinochet y Milton Friedman, así como las consiguientes golpizas a periodistas, su captura y eliminación física. Esta evocación me lleva al más reciente caso de represión violenta al ejercicio periodístico en mi país: la agresión que un conocido agente del Gobierno —quien opera como periodista de una radio local— perpetró sobre el joven reportero de este diario, Pável Vega.

Es proverbial la conocida incapacidad de expresión de los dictadores militares latinoamericanos y, en general, la de quienes, especializados en el arte de la eliminación de gente desarmada e indefensa, de pronto se ven ostentando cargos que fueron diseñados para estadistas; en el entendido de que un estadista es alguien con una formación intelectual que le permite expresarse verbal y escrituralmente con coherencia y abundancia de recursos. Los señores presidentes de cuartel, en cambio, no pueden abrir la boca sin cometer un error, a menos que sus asesores les “soplen” lo que tienen que decir en voz baja, pues lo suyo no pasa por el intelecto.

Es en este contexto en el que opera el agresor de Pável Vega. Su trabajo consiste en hacerle al actual presidente kaibil de la república preguntas cuya respuesta él ha memorizado poco antes de ofrecer sus conferencias de prensa. También tiene a su cargo la tarea de intimidar a reporteros que le hacen preguntas “difíciles” y “comprometedoras” a su presi. Y esto fue lo que ocurrió en este caso. El agente del Gobierno —disfrazado de periodista como reportero de Radio Sonora— Raúl Morales, había amenazado a Vega con que si continuaba haciéndole preguntas que no podía responder al señor Presidente, lo iba a moler a palos. Y, como buen energúmeno de cultura militarista, cumplió su palabra y el 6 de marzo pasado, luego de salir de una conferencia de prensa en la Casa Presidencial, golpeó ante testigos a Vega en el rostro provocándole una crisis del glaucoma que padece y enviándolo a la sala de operaciones de un hospital.

Como remate de esta abierta y violenta censura al ejercicio periodístico, el director de Radio Sonora, Arnulfo Guzmán, felicitó en las redes sociales a Morales escribiendo estas palabras para la posteridad: “Lo que se defiende como hombre (sic) se premia aquí y en China”. Interesante concepto de hombría el de este cultor en cuyas manos descansa la información periodística. Interesante también el rol de defensor que le endilga a su empleado por actuar como un “camisa negra”. ¿Defensor de qué?, preguntémonos. ¿Del desprotegido Presidente de la República abandonado a su suerte en el desierto del libre ejercicio de la palabra, que equivale al libre ejercicio del pensamiento? Vaya Quijote manchado de servilismo el que ensalza este Sancho. Y el premio a la “hombría” de su hidalgo que —afirma orondo este Sancho— se otorga aquí y en China, ¿cuál es? ¿Más publicidad oficial para su radio?

El fascismo crece en mi país. Tanto, que imagino a Morales diciéndole a Guzmán: “Deja que los periodistas protesten por mi hazaña, Sancho. Es señal de que avanzamos”.

El agente del Gobierno —disfrazado de periodista como reportero de Radio Sonora— Raúl Morales, había amenazado a Vega con que si continuaba haciéndole preguntas que no podía responder al señor Presidente, lo iba a moler a palos. Y, como buen energúmeno de cultura militarista, cumplió su palabra y el 6 de marzo pasado, luego de salir de una conferencia de prensa en la Casa Presidencial, golpeó ante testigos a Vega en el rostro provocándole una crisis del glaucoma que padece y enviándolo a la sala de operaciones de un hospital.

Mario Roberto Morales
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