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¿Qué le exigimos al Gobierno?

Ricarrdo Barrientos

Sé que resulta ingenuo pensar en la materialización de un contrato social perfecto: la aspiración de que los gobernantes hagan lo que la ciudadanía espera y la Constitución manda, con probidad, eficacia y eficiencia, en tanto los ciudadanos cumplen sus obligaciones, incluyendo el pago de impuestos, satisfechos y felices. Pero, por otro lado, entender que esa es una idealización que raya en lo irreal no quiere decir que no sea una meta legítima y urgente.

Me angustia pensar en la posibilidad de que ya hayamos perdido la gran oportunidad del incipiente movimiento ciudadano que logró tumbar el régimen corrupto de Pérez Molina y Baldetti. Que la desconfianza estructural, la apatía y la frustración sean, de nuevo, lo que caracterice a la ciudadanía guatemalteca. Cada día que pasa, o cada “metida de pata” de Jimmy Morales parece consolidar el tránsito de su gestión de un gobierno de esperanza a uno de frustración. El riesgo, justamente, es que la ciudadanía prácticamente haga caso omiso de los pocos aciertos y logros, ante el abrumador enojo que generan los abundantes errores y promesas incumplidas.

En este espacio he sido un crítico abierto de la gestión de Morales. Pero sí que les reconozco a algunos miembros de su gabinete esfuerzos en la dirección correcta y la percepción de una gestión proba, pero que ha demostrado ser insuficiente para frenar el crecimiento de la ola de frustración ciudadana. Es obligado plantear la pregunta: ¿qué concretamente exige la ciudadanía a las autoridades? O, de manera equivalente, ¿con qué acciones y resultados la ciudadanía guatemalteca se sentiría satisfecha con el Gobierno?

A esta pregunta hay respuestas generales obvias, como poner fin a la corrupción, que los servicios públicos sean de buena calidad, o que las autoridades hagan bien su trabajo. Pero, lamentablemente, decir esas respuestas es como no decir nada. Buscar una agenda mínima de resultados y condiciones para darle el visto bueno al Gobierno es algo más complicado. De hecho, me recuerda que la falta de un conjunto de demandas específicas, además de las renuncias de Pérez y Baldetti, ciertamente fue algo que caracterizó a las manifestaciones del año pasado.

¿Qué, en concreto, le exigimos al Gobierno? Me parece que tolerancia cero a la corrupción encabezaría cualquier agenda de exigencia ciudadana al Gobierno. Pero aun este punto, que se entendería obvio, no está tan claro. ¿Cómo evaluamos una lucha efectiva contra la corrupción en el Gobierno? ¿Cuáles son los indicadores y sus resultados con los cuales nos declararíamos satisfechos? Si se piensa despacio el asunto, no es tan sencillo… Hay quienes, incluso, sostienen que simplemente no es posible erradicar la corrupción.

Otro punto que seguro aparecerá en una agenda de estas es la calidad de los servicios públicos. Creo que acá hay elementos mucho más concretos: transporte de pasajeros, salud, educación, seguridad, infraestructura, entre otros. La insatisfacción ciudadana con estos deberes del Estado es cotidiana, y sin duda es posible hacer una agenda concreta y específica. Sin embargo, esta agenda debe reconocer las dificultades, incluyendo la magnitud de los problemas, costos financieros (sí, debemos entender y aceptar que combatir la corrupción no es gratis), entre otros muchos. Es decir, debe ser un pliego de exigencias realista, con plazos, responsables y costos.

Y, bueno, si aceptamos que este pliego de exigencias es posible, ¿quién lo hace? ¿Cómo se garantiza que el autor goza de la legítima representatividad del movimiento ciudadano? ¿El ejercicio unificaría o dividiría a la ciudadanía?

Fuente: [www.s21.gt]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

José Ricardo Barrientos Quezada
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