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Bebidas gaseosas y engañosas campañas publicitarias III

El marketing infantil busca aprovechar que el desarrollo cognitivo de los niños está aún en formación.

Marcela Gereda

Decíamos la semana pasada, desde esta misma ventana, que el capitalismo en la era liberal utiliza las teorías psicoanalíticas del inconsciente y del deseo para aplicarlas a técnicas de mercadeo, con el fin de lograr manipular a las masas para hacerles desear las bebidas gaseosas que no poseen ni un solo valor nutricional y que están enfermando de diabetes y otras enfermedades a la población.

El artículo anterior estuvo enfocado en cómo las corporaciones de estas bebidas nocivas para la salud, al entender el inconsciente, comenzaron a manipular los deseos humanos, a formatearlos, a producirlos en serie, a masificarlos para crear una economía productiva basada en la satisfacción de los apetitos.

En este espacio nos queremos centrar ahora en el bombardeo que hace el mercado hacia el inconsciente de los niños para volverlos consumidores autómatas e insaciables de estas bebidas azucaradas. El marketing infantil, como le llaman, busca aprovechar el hecho de que el desarrollo cognitivo de los niños está aún en formación para moldearlo debidamente con el fin de introducir en su inconsciente deseos y necesidades superficiales e irracionales.

Lo que entendieron los mercadólogos es que el niño tiene una inmensa influencia sobre sus padres a través del berrinche y del chantaje emocional. Y muchos padres, con tal de estar tranquilos, preferirán salir del paso accediendo a su capricho. Otros padres, que caen en la ilusión de sentir la alegría del niño, deciden satisfacer esos deseos creados, con tal de tener una expresión de alegría efusiva y provocada.

Los niños son compradores compulsivos, es decir, no reparan lo que desean, sino se dejan seducir por la publicidad.

Los supermercados entendieron que pueden aprovechar la presencia de los niños durante las compras, y es por eso
que ponen carretas de compra para los pequeñitos. Más aún, la ubicación estratégica de los productos se inserta de tal modo que quede a la altura, alcance y vista de los niños.

Recientemente varias organizaciones mundiales de salud escribieron a las grandes corporaciones de bebidas gaseosas para solicitar que la publicidad de estos productos no esté enfocada en niños menores de 16 años.

Otra de las necesidades inventadas por las corporaciones para insertarse en el inconsciente de los niños, ha sido también la tecnología que ha logrado penetrar su tiempo, su imaginario y su vida.

Varios estudios sobre desechos sólidos señalan que gran parte de estos se encuentran en el mar y gran parte de los mismos son botellas plásticas de esas bebidas azucaradas. ¿Cómo es posible que las corporaciones trasladen la responsabilidad de estos desechos sólidos al consumidor de algo que ellos han producido y que no han generado las condiciones necesarias para desaparecerlo ni limpiarlo del ambiente? Las empresas se lavan las manos y se desresponsabilizan cuando estas botellas las vemos flotando en el mar generando un desequilibrio en la biodiversidad marina.

Y es que no pareciéramos ser y estar conscientes de que toda esa mercancía enlatada y embotellada que el mercado hace bombardeando a nuestros hijos, no vale nada, está hecha para desecharla y volver a comprar sin límites. ¿Cómo podemos ser los perpetuadores de este perverso mecanismo que mata y enferma a fuego lento nuestros cuerpos que es el motor de la economía moderna?

El capitalismo liberal quiere hacernos pensar que esta sociedad plástica del consumo de este veneno para el cuerpo que son las colas, son la cúspide de la civilización y la realización más alta de la evolución humana. Algo bastante grotesco. Y se va viendo cada vez más con desprecio la sabiduría y la grandeza espiritual de las civilizaciones antiguas, que decidieron no construirse sobre el mercadito de la identidad barata de colas, pero sobre la búsqueda espiritual.

Acaso tendría que ser una responsabilidad ética de las corporaciones explicar las consecuencias del consumo excesivo de estas bebidas y también de los padres de hacer entender a los hijos cómo funcionan las engañosas campañas publicitarias, y que la vida permisiva del consumo de las bebidas azucaradas tiene nefastas consecuencias en nuestra salud y también medioambientales.

¿Queremos que nuestros hijos sean pequeños consumidores, autómatas alienados, hijos de un tiempo en el que la vida nos la reducen constantemente a tener que satisfacer unas necesidades creadas por las corporaciones para aumentar sus ganancias?

¿Cómo sería el mundo si en vez de enseñar a los niños a amar a la coca cola y pepsi cola, se les enseñara a amar las aves, las montañas y los mares?, ¿Cómo sería el futuro de nuestros hijos si en vez de consumir botellas plásticas que terminarán en el mar, sembraran árboles?, ¿cómo sería nuestra sociedad sí en vez de memorizar engañosas campañas publicitarias, fuéramos capaces de cuestionar estas campañas e ir a la raíz de los problemas que estas mercancías producen en nuestra vida como sociedad?

Los niños son compradores compulsivos, es decir, no reparan lo que desean, sino se dejan seducir por la publicidad.

Fuente: [www.elperiodico.com.gt]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Marcela Gereda
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