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Jaime Barrios Carrillo

Un 13 de enero de 1971, que para muchos sonará prehistórico pero que continúa fresco en la memoria, pasadas las siete de la noche recibía el alcalde capitalino Manuel Colom Argueta una llamada. Se puso lívido, apretando el auricular preguntó si estaba confirmado. “Sí, lo acaban de matar”, dijo la voz por el teléfono. Hacía dos semanas con Adolfo Fito Mijangos se habían deseado Feliz Año terminando con la expresión: “Cuídate mucho”. “Vos también”. ¿Por qué había que cuidarse tanto? 

El país estaba bajo Estado de Sitio, decretado por el presidente militar Carlos Arana Osorio. Durante el estado de excepción, lo confirma archivos desclasificados de la CIA americana, habían sido asesinados docenas de ciudadanos considerados subversivos por el régimen. Y se habían hecho circular listas de condenados a muerte, entre los que estaba Adolfo Mijangos López. Pero Fito se resistía a creer que llegarían tan lejos: “no se atreverán a matarme dada mi condición física”. 

Manuel Colom Argueta se dirigió de inmediato al lugar del crimen. Colom tendría ese 13 de enero sentimientos encontrados: incertidumbre, arrebato, pena. Recordaría en el camino a Fito hablando en italiano pues había hecho estudios de posgrado en Florencia. Vendrían a la mente conversaciones sobre Gramsci. Sobre el presente y futuro del país. Y las veladas cantando Bella Chao acompañados de Cleo, la esposa de Fito. 

Meses después en entrevista concedida al legendario periodista Víctor Perera del The New York Times, cuando este le preguntó sobre Mijangos no dudo en responder que “había perdido a su mejor amigo”. Y Guatemala a un abogado y político singular por su fervor y probidad. Aquí hay que recalcar el valor moral y profesional que encarnaba Fito Mijangos, en especial cuando se piensa en la actualidad, en los abogados corruptos, en las maniobras del mismo CANG para imponer candidatos con tacha de corrupción a la Corte de Constitucionalidad. Los tiempos cambian y para mal.

Fito Mijangos fue elegido diputado en las elecciones de 1970. Solo alcanzó a estar 6 meses y 13 días en su curul. Pero impresionó con su conocimiento de mecanismos parlamentarios. Fito veía a la Constitución del 65 como un producto militar hecho en Estado de sitio. Fue concebida por el abogado capitalino Jorge Skinner, constituyente por Quiché nombrado a dedo por la Junta Militar. ¿Visitaría este señor alguna vez ese departamento?

Fito Mijangos como parlamentario mostró sin duda una capacidad asombrosa de proposición, de fiscalización y entereza moral y ciudadana. A lo que aunó sus dotes intelectuales y preparación académica como egresado de la Facultad de Derecho de la San Carlos y doctorado en Europa. De nuevo y comparando con la gente, con excepciones desde luego, que está ocupando hoy las curules en el Congreso hemos ido para atrás. El país de los cangrejos.

No olvidarse nunca que fue el general Arana quien institucionalizó la corrupción en Guatemala, enredando al Ejército con las mafias, controlando el Congreso y al sector justicia y las fuerzas policiales utilizadas para el sicariato. 

El gobierno del general Arana se caracteriza también por la persecución de la organización social y la aplicación de brutales métodos contrainsurgentes, que afectaron no solo a los combatientes guerrilleros sino a la población civil. Arana planeaba la represión con asesores como el abogado Efraín Nájera Farfán. Su ministro de Gobernación, abogado Jorge Arenales, denegó a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos una inspección in situ por las ejecuciones extrajudiciales. En cambio el régimen estigmatizaba las denuncias como un complot de comunistas para dañar la imagen del país. El cuento de los “malos guatemaltecos”. Hoy se habla del “castro chavismo” para defender la corrupción y atacar la protesta social.

La cobardía de asesinar a una persona minusválida conmovió al país y es un hecho que permanece impune. Fito Mijangos sufrió un accidente en París en el cual se quebró la médula espinal, quedando paralítico. Terminó no obstante su doctorado, superando su condición de parapléjico mediante el trabajo intelectual y político en el cual lo acompañó siempre su esposa Clotilde Agulló. Este aspecto muestra una voluntad inquebrantable por la superación personal y la dedicación a los problemas de su país. Un ejemplo, un modelo que nos muestra que el arrojo y la conducta moral permiten a una persona minusválida crecer como profesional, como político y familiarmente como esposo y padre.

Arana dirigía no solo la represión desde su despacho sino manejaba la cosa pública como si fuera su empresa privada. El poder al servicio del enriquecimiento ilícito y velado, proceso en el que Arana se involucró con su familia junto a mandos del Ejército, empresarios, jueces y políticos. Un verdadero Pacto de Corruptos. ¿Cuánto ha cambiado Guatemala desde entonces?

Recordemos que Fito Mijangos se había convertido en una voz insoportable para la elite corrupta y su aparato en el Estado. Fito sabía expresarse con una retórica formidable. Las claras ideas transportadas por el lenguaje. Además, se había opuesto a la entrega de los recursos naturales del país como miembro de una comisión formada por la Universidad de San Carlos para investigar los contratos con la empresa canadiense Exmibal, que se proponía vaciar el níquel del país a cambio de insignificantes regalías y millonarios sobornos al régimen de Arana.

Meses antes había sido agredida la Comisión. Los abogados Julio Camey Herrera y Alfonso Bauer Paiz fueron baleados y el economista Rafael Piedrasanta resultó amenazado de muerte. Camey Herrera falleció y Poncho Bauer herido se exilió en México mientras Piedrasanta lo hacía en Costa Rica. 

Fito se quedó en el país contra todos los consejos, continuando la lucha en el Congreso que presidía un fanático anticomunista con título de abogado. Era fundador de la Mano Blanca. Se llamaba Mario Sandoval. Al Pacto de Corruptos de entonces le sulfuraba la retórica humanista de Fito. Tenían una aplanadora en el Congreso pero había que acallar su voz. Los fascistas eliminan al que no piensa como ellos.

Las reacciones fueron de condena y total rechazo al asesinato del diputado, académico, jurista e intelectual Adolfo Mijangos López aquel fatídico 13 de enero de 1971 cuando salía de su despacho en el Centro Histórico de la ciudad y era ayudado por su chofer Vinicio Ramírez quien salió herido.

Arana dirigía no solo la represión desde su despacho sino manejaba la cosa pública como si fuera su empresa privada. El poder al servicio del enriquecimiento ilícito y velado, proceso en el que Arana se involucró con su familia junto a mandos del Ejército, empresarios, jueces y políticos. Un verdadero Pacto de Corruptos. ¿Cuánto ha cambiado Guatemala desde entonces?

El alcalde Manuel Colom contribuyó a movilizar a miles de ciudadanos para que acudieran al sepelio. Y se le dio el nombre de Adolfo Mijangos al Boulevard Universitario del Periférico, obra estratégica en la gestión de Colom. Por otro lado, el salón mayor del paraninfo universitario lleva el nombre de Fito.

Como una anécdota que demuestra el cinismo y el sadismo del régimen de Arana, recordamos que el monumento que primero se le hizo en la Universidad de San Carlos, y donde se depositó como símbolo su silla de ruedas, fue vejado durante una madrugada y se robaron la silla de ruedas dejando letreros llenos de insultos y burlas. 

Elmar René Rojas (1942-2018), uno de los máximos exponentes de la plástica nacional, conmocionado por el brutal y cobarde asesinato realizó una serie de acuarelas que intituló “Fito Mijangos, amigo y mártir”.

Fito fue “huelguero” y al año siguiente del magnicidio con música de la canción mexicana La Casita, “¿Que de dónde amigo vengo…”, se cantó en la Huelga de Dolores a Fito Mijangos y a la vez se hacía una devastadora crítica, con el humor que caracteriza al Comité de la Huelga, al general Carlos Arana Osorio:

¿Qué de dónde Fito

 vienes?,

del panteón de los caídos 

que edifica el General 

a contarles mi tragedia 

sucedida en una tarde 

al año que entró el Chacal…

Fito nació en Xelajú, creció en la capital y estudió en Europa. Chivo universal, apasionado de la lectura y políglota que leía en inglés, francés e italiano. Y un hombre alegre a pesar de la parálisis. Su amigo uruguayo Eduardo Galeano lo dibuja: “Le gustaba cantar, saludar la vida: no tenía piernas para bailar pero batía palmas alegrando las fiestas”. 

Fito Mijangos es una voz que seguirá escuchándose mientras exista memoria histórica. Su correligionario José Barnoya ha dicho: “todo lo había hecho Fito por nosotros, menos morir por nosotros”.

Fuente: [elperiodico.com.gt]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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